Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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Sube el consumo de carne vacuna: cuando la calidad es una razón de peso

Aún con una caída significativa del poder adquisitivo (que no se detiene), los argentinos la eligen por encima de otras alternativas.

La carne, un ícono de la mesa de los argentinos. / Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Hace tres años, el consumo de carne vacuna en la Argentina llegó a su pico más bajo: 48 kilos por habitante por año. Referencia: en 1923 se consumían 96 k/h/a. Tras un segmento de estabilidad en torno a los 80 k/h/a, el retroceso fue para tomar impulso: a inicios de la década del cincuenta llegó a los 92 k/h/a para, posteriormente, arribar al pico histórico de 101 kilos en el año 1956.

Tras la caída significativa de 2009 a 2010 (post-sequía histórica; ejemplo, en el partido de Patagones llovió un promedio de 95 milímetros anuales) de 68 kilos por habitante a 58 k/h/a, en 2021 se tocó fondo y, llamativamente (o no), se inició un repunte que hoy llevó a los 50 kilos para 2023 (en pleno desplome del poder adquisitivo que, como se podrá apreciar no sólo en las góndolas cárnicas, se ha acentuado dramáticamente en los últimos tres meses en diferentes sectores).

Mas. Según los informes del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), el índice general de salarios del último año en la Argentina aumentó un 152,7 % vs. un aumento general de precios al consumidor (IPC) que, para el mismo segmento, se incrementó al 211,4 % anual. En otras palabras, se denota el claro deterioro del poder de compra de los consumidores.

Mas (bonus track). De acuerdo con el habitual relevamiento de precios minoristas que realiza el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), el valor de la carne vacuna anotó una suba del 307 % en todo el transcurso de 2023, cuando la carne aviar lo hizo al 240 % (67 puntos menos) y la de cerdo un 254 % (—53).

Una primera lectura, sólo a partir de las estadísticas, induce a pensar que el consumo de la denominada carne de vaca en la Argentina ha encontrado un piso (aquellos 48 k/h/a) y que ya nada parece que lo hará caer, más allá del incremento de las exportaciones (consolidadas para el corriente ciclo) y eventuales caídas de stock por sequías u otras circunstancias.

María Julia Aiassa, consultora de mercados cárnicos del Rosgan, lo interpreta de esta manera: “El conocido efecto de sustitución de bienes, que suele observarse en contextos de fuerte pérdida real de los ingresos, parece no estar dándose en el consumo de carnes, en particular con la carne vacuna que, siendo más cara en relación a otros tipos como el pollo o el cerdo fue, a su vez, la que mayor incremento porcentual de precios registró en el último año”.

Respecto del consumo anual total de carnes en nuestro país, los tres dígitos se consolidaron a partir de 2007, con 106 k/h/a (69 kilos de vacuna; 29 de pollo y 8 de cerdo), con picos de 118 k/h/a en 2015 (59, 47 y 11, respectivamente). Aclaración: con el ovino y con lo producido por la industria pesquera actualmente se arriba a alrededor de 117 kilos por habitante por año, una de las cifras más altas del mundo en el consumo íntegro de proteínas).

La carne aviar creció exponencialmente desde 2002, pero parece encontrar un techo, al menos por estos años años, en los 46 k/h/a; otro tanto sucede con los porcinos.

“Sin embargo, este proceso de sustitución que se fue dando paulatinamente en los últimos años no se asocia en forma exclusiva a un efecto ingreso, sino que involucra, además, una tendencia a la incorporación de carnes alternativas en respuesta al fuerte crecimiento registrado en la producción y en la comercialización interna de estas otras carnes”, dice Aiassa.

“Lo que resulta curioso observar, en una primera mirada, es la inelasticidad general que ha presentado el consumo en los últimos dos a tres años frente a un proceso de fuerte deterioro real de los salarios. En este sentido, a pesar de los aumentos sostenidos en los precios el consumo de carnes no sólo no cayó, sino que se incrementó ligeramente”, agrega.

La investigadora del Mercado Ganadero detalla que, en el año 2023, el aumento general de 111 a 113 kilos per cápita se explica —casi íntegramente— por un aumento en el consumo de carne vacuna, ya que el resto se mantuvo estable. “Pero, analizando de manera detenida los números, si medimos el gasto promedio mensual destinado al consumo de carnes en nuestro país, y descontando la inflación acumulada a diciembre del año pasado, vemos que, lejos de crecer, el gasto total en términos reales ha disminuido ligeramente en los últimos tres años”, concluye Aiassa.

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