Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Lechería: la sequía y el dólar soja II licúan a un sector ya deteriorado

El aumento de los costos de producción no se corresponde con lo que cobra el productor. La situación existía, pero ahora se ha agravado.

   Un cóctel combinado por una prolongada sequía y medidas coyunturales en apariencia ajenas al sector (léase dólar soja II) ponen de rodillas a la lechería argentina que, como sucede desde hace años, parece seguir sosteniéndose en la pasión y el amor del tambero que no se resigna a una suerte cambiada.

   Esto se suma a las complejidades del otro producto clave de la mesa de la argentinos que no se han corregido en el último tiempo y que, hoy, aparecen como potenciadas por una coyuntura de naturalezas climática y política.

   Empecemos por la primera condición.

   La sequía se extiende por tercera campaña pero ahora, en pleno verano y de manera virulenta, está haciendo estragos en todo el sector agropecuario.

   En el caso de la lechería, va más allá de la falta de pasturas adecuadas en tiempo y forma. ¿Reservas? Ya son parte del pasado.

   Está claro que la nutrición afecta de forma importante la cantidad, y la calidad, de leche que aporta diariamente cada animal. El dato no es menor: la cuestión provocará menos producción en momento clave de demanda.

   ¿Hay solución? Claramente: existe la suplementación en soja y en maíz, pero la otra pregunta es: ¿A qué costo? Hoy, los tamberos están desfinanciados, la mayoría de ellos por fuera del circuito crediticio, o eventualmente acceden con tasas apenas por debajo de la inflación, y debiendo apelar a un recurso dramático: el de corregir la situación con la venta de vacas lecheras a un precio notoriamente devaluado (por decirlo de alguna manera).

   La explicación está en el cada vez más importante número de animales que se envían a faena por el alto costo que implica mantenerlos en los campos con escasez de alimentos esenciales para la nutrición.

   Las predicciones de clima no son muy auspiciosas para los meses venideros, por lo que la foto de hoy podría agravarse aún más. ¿Esto recién empieza? No. Comenzó hace un rato, como se sabe, y la incertidumbre sigue siendo la misma: saber cuándo lloverá. Nadie tiene la respuesta.

   Los planteos derivados de la implementación del dólar soja II, en razón del éxito recaudatorio para el Estado en la primera edición (por la liquidación de poco más de 8.100 millones de dólares extra), impactan directo en la línea de flotación del sector lechero. Como si con la sequía no alcanzara.

   Con la tonelada de soja (un alimento clave para la suplementación) a U$S 230, a los tamberos los costos se les han ido por las nubes. A los consabidos gastos de infraestructura, personal, sanidad, combustible y demás hay que agregar un aspecto clave: el alquiler del campo cuya negociación, en casi todos los casos, se realiza al valor del quintal de la oleaginosa.

   Desde la Mesa de Lechería de la Federación Agraria Argentina (FAA) salieron a fijar posición sin medias tintas y apuntaron al Gobierno nacional: “Ya no creemos más en el relato de que no quieren más concentración y sólo pretenden ayudar a los pequeños productores. A esta altura nos están llevando a una concentración de todas las producciones pero, especialmente, a una sojización absoluta en la Argentina”.

   También dijeron que, a falta de respuestas a la crisis, se le sumaron los efectos negativos de la segunda edición del dólar soja: “Esto no hace más que profundizar los perjuicios económicos hacia el sector productivo tambero, que atraviesa el padecimiento no sólo de una sequía prolongada, sino que los Gobiernos provinciales no se hacen cargo y se obstinan en evitar declarar la emergencia climática. Qué fácil es imponer medidas con el sólo propósito de cumplir metas gubernamentales”.

    A la última semana, por el dólar soja II se habían recaudado 2.350 millones de dólares. La expectativa gubernamental era, hasta el cierre del año 2022, de U$S 3.000 M.

   La postura gremial se asienta en la tendencia del cierre de tambos de pequeños y medianos productores, más allá de una sostenida producción de 11.553 millones de litros en todo el año 2021, con incrementos del 4 % respecto de 2020 y del 11,7 % sobre 2019. Referencia: para algunos, esta estadística es una hazaña en el actual contexto.

   Desde la Cámara de Productores de Leche de la Cuenca Oeste de Buenos Aires (Caprolecoba) también hicieron cuentas: “En 14 meses, el diferencial de variación mensual entre el precio que paga el consumidor y al que vende la industria, alcanzó el 14 % en contra de los precios en salida de fábrica”.

   Ahora, ¿cuánto cobra el productor por el litro de leche que produce? Entre 60 y 63 pesos. ¿Cuánto debería hacerlo de acuerdo con el cálculo de sus costos? Alrededor de $ 90. A nivel de dólar real (no el oficial, que está a $ 182,5, este jueves 29) de $ 359 pesos, el lechero cobra U$S 0,16 por litro. Esto es mucho menos de la mitad respecto de un colega de Brasil o de los Estados Unidos. Información para el consumidor: en góndola, el sachet o caja de leche no se vende —a excepción de alguna oferta puntual— por menos de 180 pesos.

   ¿El futuro? Aún puede ser peor. No se descarta que el Gobierno decida el cierre de las exportaciones, que es una de las salidas para el productor más allá de la caída mundial del precio de la leche en polvo. Como se aprecia, se trata de una película (de género fácilmente presumible) aún en desarrollo.

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