Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Brecha de rendimiento: que el árbol no tape el bosque

La falta de información sobre el suelo donde se siembra deja escapar alrededor del 40 % de la producción argentina. ¿Soluciones? Nutrición y manejo.

Producción agrícola en el SOB. / Fotos: Rodrigo García-La Nueva. / Pool de Periodistas

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com 

   La población mundial actual ronda los 8.000 millones de habitantes. Para el año 2030 se espera un registro de 8.500 M y para 2050 alrededor de 9.700 M.

   Con estas perspectivas, la demanda por alimentos se irá incrementando de manera (casi) dramática en las décadas venideras y los grandes países productores tendrán el doble estándar de proveer a los suyos y comercializar con un mundo cada vez más exigente respecto de los protocolos sanitarios y de la sustentabilidad ambiental.

   En este contexto, la Argentina continúa siendo el país de las oportunidades (como si ahora no lo fuera), aun considerando que cerca del 40 % del potencial rendimiento de su producción agrícola cae en saco roto. Se trata de la brecha de rendimiento en cultivos o, dicho de modo directo, lo que el productor deja de ganar por no aplicar manejos y estrategias adecuadas.

   La referencia es que, para la campaña 2022/2023, se aguarda una producción nacional (a esta semana, en sentido decreciente por la sequía) de 127,7 millones de toneladas, producto de la implantación de 34,5 M/H.

   Si de aquella brecha del 40 % contemplamos una reducción a la mitad, el país podría cosechar unas 153 millones de toneladas.

   La cuestión, que tiene un diagnóstico cantado, no es menor. La escasa nutrición y, por ende, un inadecuado manejo de ambientes —las claves de esta falta de desarrollo— están directamente relacionadas con la ausencia de información del suelo donde se siembra.

   El dato puntual en maíz, donde sólo el 22 % de este recurso pasa por algún estadio de análisis de laboratorio que precise sus fortalezas y debilidades, para luego actuar en consecuencia, es impactante. 

   El Ing. Nahuel Ignacio Reussi Calvo, investigador del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias, que depende de la Universidad Nacional de Mar del Plata, le puso nombre y apellido al fenómeno.

   “Se trata de una doble cita a ciegas”, dijo.

   “Por un lado se fertiliza el restante (casi) 75 %, pero sin saber qué hay en el suelo. Esto es, no existe un punto de partida, aunque se invierte mucho en eso”, añadió.

   El segundo punto sucede porque se asume que todos los lotes son iguales. Y que por esta razón no existe variabilidad.

   “No muestreamos ni ambientamos. Y en un año como el actual, cuando el recurso limitante es el agua, es necesario hacer foco en el punto de partida”, aseguró.

   Como un tema lleva a otro, es altamente factible que, de concretarse, las citas de referencia tengan una alta probabilidad de fracaso en la producción final.

   Otros estudios de organismos oficiales y empresas del sector plantean que, del total de los cultivos sembrados en la Argentina, sólo una de cada cinco hectáreas (20 %) posee información básica a los efectos de un manejo diferencial.

   También que en pasturas, las menos atendidas del complejo, sólo se analiza el 5 % de los lotes a sembrar, aunque en el caso del trigo y de la cebada los productores ponen una mayor energía: se tienen datos vitales del 35 % donde se sembrarán las semillas.

   ¿Sucede esto por eventuales altos costos? No parece el caso. Un análisis de suelo cuesta entre 2 y 3 dólares por hectárea y la referencia es la bolsa de semillas o de fertilizantes, que superan los 150 dólares. ¿En kilos? En el caso del maíz, es una inversión de alrededor de 9 kilos por hectárea.

   El Ing. Reussi Calvo confirmó que la información (adecuada) se genera desde muchos organismos de investigación, pero que al productor no le llega en tiempo y forma.

   “Hay una brecha de aplicación del conocimiento. Pero además de esa transferencia, debe existir el convencimiento y, para eso, el productor lo tiene que ver en el lote. Falta ese trabajo de extensión”, aseguró.

   Ciertamente, la brecha de rendimiento se explica en la falta de nutrición al suelo.

   “Hoy, para el caso del maíz, al productor se le escapa casi el 42 % de rendimiento. Y un factor principal es la nutrición. La dosis media de nitrógeno en el país es de 70 N por ha., cuando para cerrar un máximo de rendimiento alcanzable se debería tener el doble”, explicó el Ing. Reussi Calvo, en una conferencia realizada —esta semana— en la sede de Profertil, en Bahía Blanca, con la organización de Pool de Periodistas.

Ing. Nahuel Ignacio Reussi Calvo, investigador del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNMdP.

   De acuerdo con determinadas prácticas de manejo, el promedio actual de 7.000 kilos por hectárea de maíz podría llegar a casi 10.000 K/H con sólo ajustar la incorporación de nutrientes.

   “Con una nutrición balanceada se puede cerrar esa brecha del 42 % y, además, mejorar la eficiencia en el uso del agua, algo no menor en esta coyuntura de limitantes hídricas”, añadió.

   Definitivamente, saber qué sucede en el suelo es la base (nunca mejor expresado) para elaborar estrategias de nutrición complementaria y de fertilización variable. Sólo así se podrán alcanzar niveles óptimos de rendimiento. En nuestro país, ese camino aún está por recorrerse.

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