Leche hervida: ¿por los cambios de hábito o por el (menor) poder adquisitivo?
El consumo promedio sigue en caída en el país. Las razones del fenómeno más allá de la billetera.
Del Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Trabajó en la revista Encestando (1985-2000). Actualmente, desde 1987 es redactor de la sección La Ciudad del diario La Nueva Provincia. Es periodista especializado en el sector agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios (Abopa). Responsable página web de la Asociación de Ganaderos (AGA).
De acuerdo con las cifras oficiales, el consumo de leche en la Argentina sigue con una tendencia descendiente. Tocó un pico mágico en el año 1999, con el equivalente a 232 litros por habitante por año. La caída se inició en 2002 (197 litros) y, tras una remontada, en 2015 se ha lanzado en tobogán hasta los 188 litros de este 2022.
Como se comprenderá, y al igual que el consumo de carne vacuna, la razón es multicausal pero, en este caso y como en otros que apreciamos cuando recorremos alguna góndola, existe un común denominador: el cada vez menor poder adquisitivo de los consumidores. En otras palabras, es una cuestión de billeteras.
Sólo a modo referencial: el costo de un litro de leche se comercializa, a fines de este mayo, desde los 220 pesos hasta los $ 340.
Una visión sobre el tema ofrece José Iachetta, director periodístico de todolactea.com.ar
“Los lácteos tienen una relación muy fuerte, tal como cualquier producto de la canasta básica que aumenta de forma consistente en coincidencia con la incapacidad de compra de la población. Es una cuestión económica. ¿Si se prolongará? El segundo semestre (de este año) será más complicado, excepto que exista un mecanismo que ponga plata en el bolsillo de la gente”, explica.
Una salvedad ineludible, en esta Argentina (en desarrollo) agobiada por la coyuntura, es que la informalidad sigue cobrando espacios relevantes. Es decir, puede entenderse que aquellas cifras oficiales amortigüen, en parte, una caída que no se detiene (y que podría interpretarse que está cerca de los 200 litros, equivalentes, por habitante).
Un fenómeno, íntimamente relacionado con la cuestión de precio, se observa a poco de diferenciar los espacios destinados a las variedades de un ícono de la mesa de los argentinos relacionado con la leche: el queso.
“Ha aumentado el número de aquellos productos de menor valor en la góndola; es decir, se hacen más quesos de alta humedad, como los cremosos, y menos de cantidad del tipo duro, que son los más caros”, describe Iachetta.
Ahora, en este análisis no puede soslayarse el cambio de hábitos de consumo que se están produciendo en la población mundial, desde una mayor atención a las cuestiones relacionadas con el cuidado de la salud hasta las virulentas (en algunos casos) manifestaciones de los representantes del vegetarismo o del veganismo.
“Salvo por las manifestaciones de algunos fanáticos, y más allá de una moderación de consumo por la incorporación de sodio y de grasa, el lácteo no posee contraindicaciones. Es un producto bien visto y por eso no tiene barreras que le impidan ingresar a la mesa”, amplía Iachetta.
Algunos de los cuestionamientos de la vereda de enfrente están basados en el denominado plant-based, una elección dominada por influencers y celebridades para cambiar a una alimentación con eje en plantas, granos y legumbres, todos con base en proteínas vegetales.
Para Ximena Díaz Alarcón, especialista en brand marketing y e investigación de mercado, tendencia, innovación y planning estratégico, existe una explicación.
“Hay sectores, como los que pertenecen a los niveles socio-económicos más bajos, que no cambian sus hábitos de consumo porque no tienen el paladar, ni el bolsillo, para volcarse a otras alternativas. Para ellos, la proteína láctea reemplaza a menudo a la carne, que es todavía más cara. Sin embargo, fuera de esos sectores vienen creciendo otras tendencias, especialmente en los jóvenes de niveles socio-económicos más altos y, en especial, de las mujeres. Y, lamentablemente para la cadena láctea, todo está bastante ideologizado. Se habla de los ‘venenos blancos’, por la leche, el azúcar y las harinas, lo que redunda en un notable impacto en la percepción de la gente”.
La problemática, alejada ya del precio corriente y de la inflación que nos corre el arco en forma permanente, tiene otra arista.
“Estamos atravesando un mundo del ‘nicho de uno’, que se adapta a cada persona en particular, a su estilo de vida, ideología y preferencias. En la actualidad, el consumidor considera al bienestar desde una perspectiva más integral, que tiene que ver con el empowerment, con la decisión y la posibilidad de encontrar un producto que respete las condiciones que busca”, dice Díaz Alarcón, en la previa a la presentación de un estudio cualitativo —bajo la metodología de focus group— que se realizará el venidero 14 de junio, en el Congreso Lechero CREA denominado Ver, Sentir, Hacer, que se desarrollará en Puerto Norte, Rosario.
En cualquiera de los casos, es inevitable regresar al punto 1): el poder adquisitivo de los argentinos es el que pone las condiciones (de compra, o de venta). Esto es, la mirada excede al consumo de leche.
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