Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Sequía: ¿Es utópico pensar que se trata de otra oportunidad?

La variabilidad climática ya no es sólo una amenaza. Los expertos coinciden en que se puede (se debe) producir de manera diferente.

La seca que se instaló en la región productiva de nuestro país, que requiere remontarse hasta 1975 para encontrar semejanza, está mostrando su cara más dramática a partir de las (escasas, o nulas en algunos casos) cosechas que se intentaron comenzar este verano.

Más allá de la consabida frase ante una crisis, una oportunidad, lo cierto es que la variabilidad climática —el peldaño superior al cambio climático— está demostrando que llegó para quedarse, por decirlo de un modo directo y no aportar los no pocos modelos predictivos que ratifican científicamente tal afirmación.

Este nuevo status quo no es menor para la Argentina, una nación con agroindustria que exporta 7 de cada 10 dólares que ingresan a las arcas del Estado. En otras palabras, una connivencia con la problemática puede ser la mejor manera de resolver el asunto (y el futuro).

Un adelanto a esta cuestión comentó Carlos Zotelo, del Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida (Cerzos) del Conicet, en una nota publicada por este medio en diciembre último.

“El escenario más probable para Bahía Blanca, y gran parte de la región, prevé una disminución en el total anual de lluvia. Será impulsado por una fuerte merma en la primavera, principalmente en septiembre, que no podrá compensarse por el leve incremento de febrero”, sostuvo.

“De ratificarse este escenario, implicaría la modificación de algunas prácticas de manejo en los sistemas agropecuarios de la zona para adecuarse a la nueva condición agroclimática”, añadió el licenciado en Ciencias de la Atmósfera.

El Ing. Agr. Gastón Puthod, especializado en ecofisiología por la UNS, fue un poco más allá: “En este contexto, serán fundamentales las prácticas de manejo que disminuyan el consumo de agua en la fase reproductiva, así como aquellas que permitan trasladar el agua disponible de la fase invernal/barbecho para ser utilizada posteriormente por los cultivos”.

El término manejo en ambientes particulares se empieza a emplear cada vez más, entendiendo que es una respuesta para zonas áridas, o semiáridas, tal como el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, pero que ahora alcanza otra repercusión por la incidencia en la denominada zona Núcleo, la de suelos más ricos de la Argentina.

Pero el tema no es nuevo; en tal caso, no se había visibilizado en pantalla gigante. En este sentido, el Ing. Agr. Carlos Alberto Frasinelli, de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA San Luis, en 2003 planteaba que la amenaza ya se había convertido en un problema.

“Para algunos es así, pero para otros sigue siendo una amenaza. Y, si mejoran las condiciones, no llegará a problema, o será leve. ¿De qué depende no haber llegado a problema? Básicamente del manejo realizado. Si las condiciones climáticas de las regiones áridas-semiáridas son altamente variables, sobre todo las precipitaciones, los sistemas de producción deben ser flexibles”, aseguró.

Se plantea aplicar tecnología de procesos, como seguimiento de la disponibilidad de forraje, condición corporal de los animales, carga adecuada, descanso de pasturas y aplicación del calendario sanitario regional y la mínima cantidad imprescindible de tecnología de insumos, como suplementos, herbicidas, semillas, combustible y demás.

También que, donde predominan los sistemas de cría, las vacas deben ser la última categoría en suplementar, o movilizar, frente a situaciones climáticas adversas.

“Esto quiere decir que si en una determinada zona, donde habitualmente llueven 550 milímetros (NdR: las cifras del SOB) y sabemos que con cierta probabilidad pueden ocurrir precipitaciones de sólo 300 mm., habría que diseñar un sistema con animales de cría exclusivamente basado en la cantidad de forraje que producen esos 300 mm.”, explicó Frasinelli entonces.

Está claramente expuesto de que el clima pone las condiciones y hasta las propias semilleras siguen aportando tecnologías que responden a las demandas por cada vez más producción y mejores rendimientos en contextos adversos. Y los propios productores están comprendiendo, en carne vida, el cambio de paradigma respecto de la producción agropecuaria. La crisis está, existe; la oportunidad también.

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