Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Néstor García, el técnico de la Selección, y su conmovedor recuerdo de las últimas palabras de su papá

Rafa, el padre del Che, vendió un auto para ayudarlo en su primer viaje. Fue el envión, a los 23 años. Hoy, a los 56, dirigió en 9 países, 30 equipos y disfruta un sentimiento que guardaba en lo más íntimo.

El Che tiene previsto llegar mañana al país. Antes, habló con "La Nueva". Fotos: archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota publicada en la edición impresa)

 

   Hilda era portera del edificio de Rondeau 56, allí donde vivieron los García, después de estar, primero en calle Bélgica, pasando la vía, y después en Malvinas 1024. Rafa, su marido, por la mañana era empleado del ferrocarril y a la tarde atendía la cantina de Olimpo. Dos laburantes que tuvieron un único hijo: Néstor Rafael. La mamá supo sobreprotegerlo. Para ella siempre fue el nene. El papá intentó ser más duro. Y el hijo, hizo siempre lo que quiso. Hoy, a los 56 años, se convirtió en el entrenador de la Selección Argentina de básquetbol.

   —¿El punto de partida, sin imaginarlo, claro, fue cuando tu viejo vendió el Dodge 1500 para ayudarte a pagar el primer viaje a Puerto Rico?

   —Hay un paso previo: mi raíz... Tiene que ver con Bahía Blanca y el club Olimpo.

   —Me atrevo a darte nombres propios: el japonés Santini (padre de Tito), Daniel Allende, Carlos Boismené y Julio Toro (el puertorriqueño que recaló en el club y lo adoptó como un hijo).

   —Sí, está bien. Y también el club Pacífico, que me dio la posibilidad de dirigir menores y ser asistente de la Liga, con dirigentes como el Cabezón (Ricardo) Montecchiari y cuando estaba Paquito Alvarez de técnico, más allá que me quedé poco tiempo. Pero sí, ahí empieza. Las sirenas de la policía se meten en la conversación telefónica con el Che, mientras él camina por el Central Park. Está en Nueva York y mañana domingo llegará a la Argentina. Así es su vida, nómade. Fue su elección, a los 23 años. “Lo más difícil en la vida, para mí, es elegir. Y elegir te da aciertos y errores; elegí ser entrenador y hacer mi carrera internacional”, recuerda. Y vuelve al punto de partida. “Mi papá vendió un auto para que me fuera –repite-, mi mamá lloraba porque yo dejaba de estudiar abogacía, de trabajar en Tribunales, me alejaba del club donde jugaba, de mis amigos, de la que era mi novia, dejaba todo... Ahí empecé a cortar el cordón umbilical, a construir lo bueno y lo malo; ahí pasé a ser otra persona, porque esto hace encontrarse o desencontrarse con uno”.

El Che y su padre adoptivo: Julio Toro.

 

   —¿Cómo está hoy tu cabeza?

   —Muy bien, con muchas cosas, compartiendo acá con mi hijo y con todo esto que me ha generado un movimiento interno importante y que me gusta mucho.

   —Tomás nació inmediatamente después que, dirigiendo a Estudiantes, perdieron la semifinal con GEPU. Esa vez dijiste “si no fuera por él, hubiera querido morir”. ¿Alguna vez te sentiste muerto dentro del básquet por no cumplir algún deseo?

   —El deseo, para mí, significa una línea muy delgada; cuando hay algo que se desea mucho, en ciertas circunstancias que no dependen de uno, no se te da y te genera un vacío o frustración. También está lo otro: cosas que uno ha deseado y consigue, y después no les da valor. Es una relación interna que analizo todo el tiempo.

   —¿Cómo definirías lo que estás viviendo?

   —Esto para mí es un sentimiento, que es diferente. Un sentimiento que ha estado dentro de mis proyecciones profesionales y personales. Lo sentía adentro, nunca se me salió ni intenté sacarlo. Me encuentra en un momento buenísimo. En la vida cuando vos aguantás el golpe, te reinventás y te reponés, cada vez te va aclarando más las cosas. Aunque no es fácil.

   —Para llegar hasta acá sumaste muchas cosas buenas. ¿Igual te arrepentís de las malas?

   —Soy de arrepentirme y tiene que ver con aguantar los golpes, hacer una introspección y saber que a través de las elecciones, que a veces no dependen de uno, elegir se convierte en algo muy difícil para los seres humanos. Eso me hizo corregir cosas y otras no, porque tienen que ver con la esencia de uno. Pasé mucho tiempo afuera y solo para auto hablarme. Con los diálogos internos uno va acomodando cosas, yo soy muy analítico de mis cosas, luché muchísimo para llegar adonde quería.

   —¿Qué te trajo hasta acá?

   —La adaptación. Se adaptarme donde llego porque ya tengo el chip, sé qué es lo que tengo que hacer, no estoy luchando con un sistema o un mundo exterior para imponer lo mío.

   —¿A qué vas a tener que adaptarte en la Argentina?

   —A no comer tantos costillares, je, je, je... Cuando estoy afuera, si no es un lugar de carne argentina, como lo que hay. Pero cuando llego a la Argentina me encanta comer; tendré que adaptarme a no meterle tres asados por semana, je, je, je.

   —¿Te sentís local después de haber vivido tanto tiempo afuera del país?

   —Sí y agradezco muchísimo a la gente que está a mi alrededor, al ambiente del básquet y al que no lo es también, por todo el apoyo que me dieron. Estos días eso me generó la sensación más bonita de todas.

   —¿Seguís pensando que los entrenadores tienen tres etapas? ¿Y si es así en cuál estás vos? Te recuerdo tu pensamiento de hace unos 20 años:

   1) “En la primera, no sabe nada y toda jugadita que ve por televisión, que le cuenta fulanito o descubre por ahí la anota. Cree que será con la que resolverá el próximo partido”.

   2) “En la segunda etapa es cuando el entrenador hace y consigue algo importante y se cree en condiciones que nadie le puede enseñar, que ya llegó y que tiene la clave. Todos los entrenadores pasan por esta situación, algunos la superan, otros la saltan y el resto, lamentablemente, se queda y no puede salir más”.

   3) “La tercera es donde el entrenador ya hizo un montón de cosas, consiguió muchos lauros y ya no le importa contar todo. Intercambia información en forma desinteresada y apoya a los más jóvenes”.

   —Después de tantos años, diferentes lugares y relaciones, siento que estoy en la tercera. Estoy en la etapa que comparto información, pregunto, en la que supuestamente el que está en un puesto que enseña, es el que más aprende, y más con todos los cambios comunicacionales de hoy, la inflación y cómo ha cambiado el mundo para los jóvenes. Cuando empecé mi carrera era más joven o igual que casi todos mis jugadores y eso fue hasta los 40 años. Ahora son más jóvenes que yo, pero siempre les digo que somos hombres y no son más jóvenes, porque hacen la misma vida que yo, viven de esto, tienen su casa, su auto, cobran por mes, andan por el mundo, es decir, una vida similar, la diferencia que ellos son jóvenes. Siento que estoy en esa etapa.

   —¿Este cargo que ocupás hoy es el de mayor exposición de tu carrera y qué tendrá de diferente para Néstor García entrenador?

   —Cuando sos entrenador y dirigís una selección de otro país no es fácil. Ahora, quizás sea un nombramiento más significativo desde el sentimiento, porque es mi país, son mi hijos, mis amigos y mi gente. Dentro de este proceso de Selección, para Fabián Borro (presiente de la CAB), a quien le agradezco muchísimo, o el Gringo Pelussi, del consejo directivo, fue la primera elección que les toca de un entrenador. También agradezco a Claudio Villanueva, mi representante, a Pepe (Sánchez), que es una fuente permanente de consulta...

Sergio Hernández y Néstor tienen una excelente relación, lo cual suma en esta "entrega de mando".

 

   —¿En qué te considerás parecido a Oveja, más allá de la ciudad de origen?

   —Siento un cariño y un respeto enorme por él. Siempre tuvimos un muy buen trato. No nos vemos mucho, pero cuando coincidimos, en un ratito nos decimos cosas significativas. Podemos parecernos en el buen trato a los jugadores, por tener claro la participación de los staff y que tiene que ver con cómo debe comportarse un líder dentro de un grupo. Siento que lo aprendimos en todo el camino recorrido. Venimos de la misma ciudad, donde entendemos el básquet por salir de nuestras raíces. Después de desarrollar cada uno la carrera internacional, por distintos lugares, siento que vemos muy parecido el básquet.

   —Sos un entrenador divertido, de generar buenos ambientes de trabajo. ¿Ese perfil podés sostenerlo en selecciones, donde el jugador está más de paso y con quien no siempre llegan a conocerse completamente?

   —Sí, sí, lo mantengo, incluso puede ser hasta más cómodo, porque es menos el tiempo de convivencia. A la vez, sabemos las presiones que hay cuando representás a una selección, por eso tiene que haber humor, buen trato y diversión; hay que tratar de amenizar los momentos, porque después, son grandísimas las cargas que uno tiene en este mundo moderno del deporte. Hay cosas entretenidas, inclusive pelearte por teléfono durante un año con tu novia, en cambio lo divertido no se acaba. Las cosas en la vida se mantienen porque son divertidas.

   —¿Eso puede confundirse con falta de seriedad?

   —(Silencio)... ¿Qué es para vos ser serio, tener cara de culo con tus compañeros de trabajo? No. El “¿cómo estás?”, no enunciado a modo de saludo sino como pregunta profunda, vale oro... Y eso se acompaña con una sonrisa y buen trato, descontractura, yo siento que es así.

   —Se te define como un técnico de gran capacidad resolutiva, rápido, intuitivo, motivador, etc. etc. ¿Considerás que de alguna manera así se subestima en parte el trabajo previo a la propia competencia?

   —Agradezco a los que me alagan, porque en la cancha es donde aparece el miedo escénico. Y yo nunca tuve miedo a ganar o perder, sí a decir: “No di todo”. Entonces, pregunto, está bien, que digan lo que quieran, pero, ¿cómo hacés para estar tantos años en 9 países, 30 equipos y recorriendo el mundo, si no hacés un poco de todo? Y no digo de hacerlo todo bien, sino como un complemento, de ir aprendiendo cosas que a uno lo hacen mejor. Soy una persona que creo en tomar riesgos y los riesgos te hacen crecer muchísimo, que no tiene nada que ver con la suerte. Yo sé todo lo que tuve aprender y a lo que debí adaptarme. De todos modos, ¿quién ha estado conmigo trabajando toda la semana para decir eso? El deporte, nuestro trabajo, es un trabajo público, y te pregunto, ¿para vos cuál es el deporte número 1 del mundo?

   —Y... va en el gusto de cada uno.

   —No coincido con vos. Para mí el deporte número uno del mundo, que lo practican en las casas, en la calle, con calor, frío, en diferentes horarios y demás, es hablar del otro. Ahora, hablar del otro, bien o mal, ya es un deporte para la gente. Y así lo tomo, que la gente hable bien o mal.

Néstor, en su primera experiencia como entrenador jefe de Argentina, fue campeón Sudamericano.

 

   —¿Qué riesgo tomás estando al frente de la Selección?

   —Al tomar la Selección estoy teniendo una de las satisfacciones más grandes de mi vida, a nivel profesional y personal. En este caso serían los riesgos deportivos, con lo táctico, estratégico, los nombramientos y cómo vamos a jugar. Pero a cualquier entrenador de la Argentina y de afuera también le encantaría dirigir la Selección. Por eso, para mí es un orgullo y un honor.

   —Sin mucho tiempo de trabajo, ¿podrás dejar tu impronta?

   —Para noviembre el rol será de seleccionador, porque no hay tiempo de entrenar. Más adelante, para la Copa América, quizá de entrenador, porque haremos una preparación más extensa, aunque no sea en la cancha, pero sí con información, videos, ideas basquetbolísticas, así uno también está entrenando.

   —En proceso de recambio ya sin Scola, ¿hay que apretar F5 o se puede mantener el formato y la línea?

   —En esta etapa donde fue quedando Luis, otros jugadores fueron creciendo en sus clubes. La selección se ha mantenido en una escala privilegiada dentro del básquet Fiba y este ranking, que dentro de todos los análisis que hago es el que más tiempo me está llevando, porque son ecuaciones matemáticas, hay que mantenerlo. La Selección viene de procesos largos y las cosas buenas vamos a mantenerlas. Después, veremos qué le vamos agregando a este nuevo ciclo, donde tendré que compaginar jugadores de la Liga, viendo cuándo pueden sumarse los de la NBA y Europa. Más allá de lo económico, hay que entender muchas cosas con la pandemia, las restricciones y demás. Me gustaría citar jugadores jóvenes que vayan creciendo, porque mañana, este virus tan traidor y escurridizo, contagia y capaz que te obliga a rearmar el equipo en pocos días. También es una nueva vida para todos.

   —¿Estás en tu mejor momento, equilibrado?

   —Estoy bien. Con mis cosas personales, con muchísimas ganas de aprender y progresar. Estoy muy agradecido a Dios por todo esto, me parece que fue una decisión de él, que yo disfruto.

   —También, lo ayudaste...

   —Soy muy creyente y siempre traté de entender la voluntad; siento que Dios me dijo “acá está, lo tenés, disfrutalo”. Siento que viene por ahí, de verdad.

Néstor y su amor incondicional por Hilda, su mamá.

 

   —¿Cómo le hubieras dado la noticia a tu papá y qué le dijiste a tu mamá?

   —Te cuento, estaba en Puerto Rico, caminando a la mañana, y cuando volví tenía unos mensajes de Julián Mozo (jefe de prensa de la CAB). Al día siguiente me venía para Nueva York y él me preguntaba qué tiempo tenía para dar unas entrevistas, lo llamé y le pregunté: “¿pero cuándo van a publicar lo mío?”. Y me respondió: “Acabo de darle clic”. Ahí mismo empezaron a caer mensajes. Le pedí un ratito para responderle, porque me emocioné mucho.

   A pesar de tanto recorrido, con triunfos, derrotas, alegrías, tristezas, todo lo que carga este reconocido entrenador, el sentimiento en ese preciso momento lo llevó hasta el inicio del viaje.

   “Me agarró algo distinto, estaba solo”, rememora.

   “Llamé a mi vieja, que siempre fue fanática de su hijo; quienes me rodean saben cómo está ella, le conté y me dijo: “Qué alegría hijo, qué noticia”, y empezó a nombrarme gente que no conozco y a contarme dónde estaba, je... Pero igual disfrutamos, a nuestra manera, este momento que estamos viviendo como mamá y como hijo. Y, también, claro, me acordé de mi papá, porque, como vos dijiste, vendió su autito para que yo inicie mi carrera”, destaca.

   Rafa, que parecía duro por fuera, se derretía por dentro con cada logro de su hijo. “Él era muy recto conmigo. El día antes de morirse, viajé desde La Rioja a Bahía para verlo, y en el Hospital Español me dijo: “Te voy a decir algo que nunca te dije, si te portás un poquito mejor, vas a ser el técnico de la Selección de tu país”.

   Los padres, generalmente tienen razón. Y esas palabras hoy le retumban más que nunca a Néstor, otro hijo de Bahía Blanca, cuna de tremendos jugadores y grandísimos entrenadores, como él.

   Rafa, desde algún lugar, lo estará festejando.

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