Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Fernando Lliteras: “Averigüé si pueden secuestrar al Pollo Morán, pero es imposible”

Tras momentos personales complicados e invadido por la nostalgia, el Flaco cierra el año manteniéndose como el máximo goleador del básquetbol bahiense. Abrió el baúl de los recuerdos, de donde surgieron bromas y otro temas más serios. 

El Flaco, con la pelota y la camiseta de Pacífico en la cancha, la que tanta nostalgia le genera. Fotos: Pablo Presti y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota publicada en la edición papel)

 

   Al natural sube y baja anímico que genera acercarse a un cierre de año difícil, Fernando Lliteras le va buscando la salida, intenta ponerle una sonrisa y volver a disfrutar como lo hacía mientras jugaba.

   “El otro día –contó- volví a pisar una cancha de básquet y me generó mucha nostalgia. Extraño muchísimo”.

   El Flaco, con 54 años, se retiró hace 10, aunque mantiene el liderazgo de mayor cantidad de puntos en Primera (desde 1998), ayudado, claro, porque a Juan Pablo Morán, su firme perseguidor, la pandemia le impidió convertir esos 8 puntos que lo separan para igualarlo.

   Además, Lliteras es uno de los más ganadores del básquetbol local, con dos títulos en menores (‘79 y ‘81 con Pacífico), más seis de Primera (Liniers -2-, Pacífico, Bahiense, Comercial y Bahiense) y uno de Segunda (Olimpo).

Pacífico, campeón de Cadetes Menores, 1979. Parados, desde la izquierda, Richotti, Zufiaur, Castro, Lliteras y Petroni. Abajo: J. Danussi, Pirola, Quartarolo, Picarel y L. Danussi.

 

   —¿Cuánto hace que no jugás?

   —Tres años. Intenté jugar la Maxi Liga, donde me sentía muy bien, pero en una final se me salió la cadena y me dieron 39 partidos de suspensión, je. Ulises (Agulló, uno de los organizadores) me decía: “Me vas a arruinar el negocio”, je. Se paró la final en ese mismo momento. Me tuvieron compasión por ser veterano, porque podrían haber sido 99 años. Un papelón. Pero bueno, uno se divierte todo el año y cuando llega la final quiere ganar, como siempre. En ese sentido siempre fui bastante enfermo, nunca supe perder. Aunque ya cumplí, podría volver, je.

   —¿Qué diferencia hay entre ser ganador y no saber perder?

   —A mí me pasaban ambas cosas. Siempre fui muy exigente conmigo mismo, con la mentalidad de dejar todo. De todas maneras, el básquet es bastante lógico y te encontrás con rivales que te superan y no podés hacer nada.

   —Así y todo ganaste más de lo que perdiste.

   —Gracias a Dios tuve buenos resultados con equipos que no estaban en consideración y terminamos entre los primeros o siendo campeones.

Con Villa Mitre siente que le quedó una deuda pendiente.

 

   —¿Alguna deuda pendiente?

   —Salir campeón con Villa Mitre es una deuda pendiente. Cuando me fui (Jorge) Ledo (presidente de Olimpo) me pidió que me quedara, que pusiera un número y me hizo una comparación, muy cómica, con lo que cobraba Tweety Carrario. En ese momento Martín Ipucha había agarrado Villa Mitre y le dije a Ledo: “Mirá, voy a darle una mano a un amigo; para mí la amistad no tiene precio”. Él me respondió que me fuera, pero que supiera que no íbamos a salir campeones. Me fui y llevaron a seis jugadores de primera línea.

   —¿Te arrepentís de haberte ido?

   —No, porque creo que jugué en el club más pasional de Bahía Blanca. Por otro lado, si hubiera seguido en Olimpo volvía a salir campeón, pero ya había tenido cinco ascensos afuera de Bahía.

Se fue de Olimpo a pedido de su amigo.

 

   —¿El deseo y exigencia de ganar es algo innato en vos o lo fuiste madurando a medida que hubo plata y sentiste mayor responsabilidad?

   —Lo fui aprendiendo. Me fui de Pacífico con 18 años recién cumplidos. No sé si fue una buena decisión o no, pero en ese momento prefería ser cabeza de ratón y no cola de león, independientemente de lo económico. Creo que me vino bien, porque aprendí a tirar y a los 22/23 años metía de a 30 o 40 puntos. Pero no ganaba. Entonces, empecé a entrenar solo, a motivar y potenciar a mis compañeros; ese fue el inicio para empezar a ganar. También, como siempre fui bastante crítico conmigo mismo, lo era con mis compañeros, por eso, a veces me tornaba insoportable.

   —¿Esto fue acompañado con el cuidado personal?

   —Si bien me gustaba salir, tampoco los excesos me marcaron tanto en la vida. Siempre me acuerdo una nota con vos, que fue muy cómica, porque me preguntaste algo respecto de las drogas, yo era chico, y te dije que alguna vez me habían dado a probar un porro y el título fue “Lliteras fumó marihuana” (NdR: “Probé marihuana”), te quería matar, je.

   —Tiempos de juventud, je.

   —Sí, je. En realidad, tuve pareja muchos años, por lo que creo que fui prolijo. El único tema que a los 10 años yo ya era un desastre. Ahí me agarró Carlitos Spaccesi durante dos años y medio y a los 13 años creo que era uno de los mejores del país. Pero él se fue a Tres Arroyos y a los 17 años pasé a ser el jugador número 644.

   —Es clave el entrenamiento extra.

   —A mí me encantaría trabajar en perfeccionamiento de jugadores, más que ser técnico. Es más, sacaría un día de entrenamiento táctico y lo destinaría para perfeccionamiento, aunque, en realidad, tendría que ser todos los días. Cuando estuve en Pacífico lo hacíamos y uno de los que iba era Lucio Redivo. Creo que jugador de básquet se hace y de fútbol se nace.

   —Es un tema que lo hablamos hace poco con Iriburo, presidente del Centro de Entrenadores.

   —Los clubes tendrían que prestarle más atención a eso, porque los técnicos están obligados a hacer trabajos tácticos y no le dan tanta trascendencia a los fundamentos. En mi caso, por altura y físico metía muchos puntos, pero cuando me emparejaron, no tenía tiro, tampoco salto y no picaba la pelota, entonces, pasé a ser uno más del montón.

   Su primera salida fue a Huracán de Necochea. También estuvo en Unión de Río Colorado, San Martín de Sierras Bayas, Sol de Mayo de Viedma, Deportivo de San Antonio Oeste, Petrolero de Plaza Huincul y Espora de Punta Alta.

   —¿En el ’90, Petrolero marcó un antes y un después para vos?

   —Sí, ahí aprendí a tirar. Un día a la mañana. No me lo voy a olvidar jamás. Se me iluminó el tiro.

   —Hasta ahí te había dado de comer el ganchito.

   —Eso, además que era fuerte de piernas e inteligente para posicionarme, pero no podía tirar de más de dos metros. Ahí empecé a jugar hasta de tres. Ese año no me acompañó la suerte, porque estaba para dar el salto a la Liga, incluso, había hablado con Olimpo. Pero lo llevaron a Esteban Pérez, pidió que jugara el hermano (Darío) y quedé afuera. Considero que estaba preparado para hacer una buena Liga: jugaba de cuatro o de tres, con limitaciones para algunas cosas, pero venía de un buen torneo (Liga B).

El pescado “sin vender”

   —¿El sabor más amargo fue la final con Comercial, en el ’95?

   —Estuve once días sin salir de mi casa. Habíamos construido un pescado como de 20 metros, que no sé si todavía estará flotando, je. Ese año fue complicado, porque hubo un enfrentamiento con el Tribunal de Penas.

   —El que integraba tu hermano Fabián.

   —Claro. Hubo algunos fallos arbitrales raros. Quedó claro quién mandaba. Otro campeonato insólito que perdí fue con Liniers, que teníamos todo para ganar y un chico, en vez de retener fue a tirar una bandeja, le hicieron un penal (sic), no se lo cobraron, (Darío) Pratdessus cacheteó desde dos metros y la metió. Pero bueno, no siempre se puede ganar. Lo importante es ser protagonista.

Festejo y desahogo junto a Martín Ipucha.

 

   —Tu papá era un referente de Huracán. ¿Cómo era la convivencia familiar de los Lliteras mientras estuviste en Comercial?

   —Fue algo raro, porque la hinchada de Huracán fue a alentar a Comercial. Por primera vez en la historia un equipo de White pudo salir campeón de Primera. Igual, mi viejo siempre me dijo: “Hiciste salir campeón a estos gringos, je”. Él siempre iba a la cancha y cuando alguno insultaba tenía que separarlo.

Bartolomé "Chiquito" Lliteras

 

   —¿Qué extrañás de tu viejo?

   —La noticia de la enfermedad de mi hija y el fallecimiento de mi padre fueron con cuatro días de diferencia. Al estar trabajando juntos compartíamos mucho tiempo y lo que puedo destacar son sus principios. En un momento, si bien las cosas no estaban bien en el negocio, él traía jugadores y, obviamente, la plata salía del negocio. Y yo le decía que estaba loco, pero él se justificaba: “De esta manera saco 100 chicos de la calle”. Si bien era presidente de Huracán, un club cercano a empresas fuertes del Puerto, nunca sacó un beneficio personal, y todo lo hizo por el club de sus amores. Por eso mismo, hay tanta gente de Huracán que lo reconoce. Creo que la vida tiene que ver con dejar una marca en algún lugar. Y él lo hizo en su club.

   —Vos, con tantas camisetas que defendiste, ¿finalmente dónde dejaste tu marca, desde tus inicios en 9 de Julio?

   —Ese inicio es un secreto que no se dice, je. Estuve seis meses ahí. Después crecí en Pacífico, pero me fui muy joven. Fue mi club. También puedo hablar de Comercial, donde viví la mayor alegría y tristeza.

    —¿Fue el título que más disfrutaste?

   —Todos disfruté, aunque puedo destacar también los de Cutral Co y el de los 100 años de Pacífico.

De Selección

   El Flaco jugó nueve Provinciales por Bahía (5 títulos, dos subcampeonatos, un tercer puesto y un quinto). También integró la Selección de Provincia en 5 oportunidades (un título). Y fue subcampeón sudamericano con Argentina de un torneo que incluyó a jugadores de hasta 1m95.

Selección bahiense de Juveniles. Parados, desde la izquierda, Hernán Montenegro, Ariel Sarachaga, Mario Habib, Martín Ipucha, Fernando Lliteras y Sergio Pettorosso. Abajo: Rodolfo Tapia, Juan J. Poggi, Gabriel Barsky, Guillermo López, Jorge García y Flavio Serra.

 

   “Nunca falté a un llamado de la Selección de Bahía”, aclara, orgulloso.

   “Una vez, Daniel Allende –agrega- me llevó a La Plata con 40 grados de fiebre. Me dijo ‘vení igual, de última no te pongo’. Y entré a los dos minutos, je".

   —Y eso no era por plata.

   —No, por el prestigio de la ciudad. Me enojaba mucho con los jugadores que decían tener otra actividad. Y los comprendo, porque seguramente ahora están mejor que yo. Pero a Bahía se la defendía.

   —Adolfo Lista mientras fue presidente de la ABB siempre elogiaba tu actitud.

   —Para mí Adolfo Lista era un señor con todas las letras. Sabía que cuando me necesitaba contaba conmigo. Me hablaba antes de los torneos. Se reía mucho conmigo. En Tandil, (Carlos) Zulberti (DT local) declaró que habían armado un super equipo para ganarnos. Le dije al Flaco: “Mirá lo que salió en el diario”, lo recorté y lo pegué en el vestuario y en el hotel para que todos mis compañeros lo tuvieran grabado.

   —Eras de hacer esas cosas.

   —Sí. Tenía la costumbre de recortar los artículos y pegarlos en el vestuario. Cuando salimos campeones con Comercial, un colega tuyo nos había puesto séptimos, pegué el recorte en el vestuario y prohibí que lo saquen, así todos los días que entrábamos lo veíamos. Y era una motivación extra. En ese sentido era bastante intenso. El otro día me reía mucho porque Ulises (Agulló) me definía como el compañero más difícil y el más divertido. Tenía esa mezcla.

   —Hace un momento dijiste “seguramente ellos estén mejor que yo”. ¿Cómo estás vos?

   —Bueno, el año pasado fue doloroso, porque me sucedieron cosas familiares muy duras, básicamente, la enfermedad de mi hija que, por suerte, se va reacomodando. Por eso, lo que uno intenta es sacarse el estigma. Pero he cambiado un poco el enfoque. Tengo amigos, como el Flaco (Walter) Mele, con quien hablo de lo que tiene que ver con otro costado de la vida, con dar y concretar algún proyecto social. Y en algo de eso estamos, que no tiene que ver tanto con el dinero.

   —Algo más bien que te llene el alma.

   —Sí, yo esa parte la tenía un poco olvidada, por lo que me demandaba el trabajo con un horario amplio y ahora, tal vez, pueda darme esa caricia al alma.

   —¿Como que algunas situaciones fueron reconvirtiéndote?

   —Sí, porque hay cosas que te hacen ver el mundo con otra óptica.

Noche mágica

   —¿Te acordás del partido que se retiró Beto Cabrera?

   —Ese partido (16 de enero de 1984) tengo una anécdota: yo estaba en Monte Hermoso y los dirigentes me llamaron para que viniera porque era la despedida. Y les dije: “Con todo respeto, pero vayan ustedes, estoy en Monte Hermoso”. Mi inconsciencia de lo que significa la historia, ¿no? Hoy veo los videos y lo abracé al final. Aunque estuve a punto de perderme un partido histórico, por quedarme tomando sol. Pero a veces, cuando uno es chico, no alcanza a disfrutar de esos torneos, más allá de ganar o perder, sin darse cuenta que la vida activa es corta y hay que disfrutarla a pleno.

   —¿Hoy te arrepentís de no haber disfrutado algo?

   —No. Tal vez hubiera tomado distintos caminos en mi vida. Pero fue una consecuencia. Tuve a mis hijas (Florencia y Juliana) de muy joven. De lo contrario, tal vez hubiera sido más trotamundos.

   Los clubes de Bahía por los que pasó el Flaco fueron Pacífico, Liniers, El Nacional, Olimpo, Comercial, Bahiense, Pueyrredón, Villa Mitre, Estudiantes, Velocidad y Estrella.

   —¿Recordás tu debut en Primera?

   —A los 15 años, contra Estrella.

   —¡Mirá! Donde te retiraste.

   —Sí. Ese año fue un fracaso, porque armamos un equipo para ascender y nos fue bastante mal. La verdad que me hubiera gustado salir campeón. Pero fue el año más inexplicable de mi carrera.

Con la camiseta de Estrella, en un año para el olvido. Su último torneo oficial.

 

   —Volviendo, ¿y el debut cómo fue?

   —Me pusieron a defender al extranjero de Estrella (Jesse Hubbard); yo pesaba 73 kilos, je. En el segundo partido, contra Olimpo, agarré un rebote, giré y le di un codazo a Marcelo Allende. Se le puso negro un ojo. Torcía la boca como Stallone y me dijo: “No te mato porque conozco a tu papá”. Le pedía disculpas hasta en árabe. Yo pensaba, me agarra este y me destroza, je. Un párrafo aparte para Marcelo, a quien tuve como compañero y técnico. Pero en ese momento era más malo que una araña. Fue muy cómico.

   —Eras el pibe molesto.

   —Como yo no estaba muy cuerdo, en Pacífico me usaban para hacer poner nervioso a los americanos; me han querido matar; uno fue el de Asociación Española...

   —¿Thomas Wimbusch?

   —Ese. Me acuerdo que me dijeron que lo pusiera nervioso, en un momento la Pepa Arrigoni le corta una pelota al Zurdo (De Battista) y el negro agarró la pelota, encaró me planté para que me haga falta ofensiva y me estampó contra la jirafa. Tuve que volver en el colectivo tirado en un colchón, con una costilla fisurada.

El Casanova explota con Pacífico-Olimpo. El Flaco (14) lucha entre los grandes.

 

El equipo “ideal”

   —¿Alejandro Navallo fue el técnico con quien más te identificaste?

   —Con el Colorado fuimos compañeros de equipo, ascendimos a la B con Río Colorado y después me llevó a diferentes equipos. Tenemos una amistad; me divertía mucho como compañero y técnico.

   —¿Por qué con Martín Ipucha siempre estaban juntos en las fotos de equipo?

   —En su momento, Martín más que amigo pasó a ser parte de la familia. Es una de las personas que me hacía reír constantemente. Compartimos muchas selecciones menores y, también, muchas salidas.

Juveniles de Provincia. Parados, desde la izquierda, Rubén Ariel Scolari, Gabriel Barsky, Martín Ipucha, Fernando Lliteras, Julio A. Rodríguez y Esteban Pérez. Abajo: Gastón Carra, Guillermo López, Fabián Castillo, Raúl Merlo y Ricardo Lorio.

Sus elegidos

   —¿Qué compañeros de la época que más ganaste elegirías para ganar?

   —Ulises (Agulló) era un referente, muy seguro y físico; nunca jugué con Rodrigo Torre, pero con un tres como él seguramente no tendríamos problemas; tuve la suerte de jugar con Bichín Walter...

   —¡Pará! ¿Cómo harían para jugar Rodrigo, Bichín y vos juntos?

   —¿Y quién estaba abajo del aro...? Yo. Si no me la pasaban iba de cancha a cancha y la tiraba, je. Sería muy sencillo. Y de cuatro, el Flicu (Sánchez), jugador físico, inteligente... En su momento también estaba Juan Garayzar... Y más acá en el tiempo Bachi Allende, Victoria, y ni hablar el Pollo Morán.

Juan Pablo Morán, el firme perseguidor.

 

   —Justamente el Pollo te viene pisando los talones en la tabla histórica de goleadores. De acuerdo con los números del ingeniero Roberto Seibane, tenés ventaja de 8 puntos: 11.012 contra 11.004. ¿Hasta cuándo podrás sostenerlo?

   —Averigüé si se puede secuestrar al Pollo Morán, pero es imposible, je. Y yo no creo que pueda volver a jugar en Primera, je. No, hablando en serio, si hay un jugador que representa al básquetbol local es el Pollo, porque jugó toda la vida acá. Yo estuve muchísimos años jugando afuera. Obviamente me gustaría ser el goleador eternamente, pero él lo tiene bien merecido. Además, es una excelente persona y brillante jugador.

   El paso del tiempo es inevitable, aunque las estadísticas en este año de pandemia se detuvieron.

   Así, a pesar de llevar 11 años sin jugar en Primera, el Flaco vuelve a levantar la copa y brindar por la vigencia de una cifra que le permite continuar siendo el número 1, algo que se lo ganó hace tiempo.

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