Bahía Blanca | Lunes, 30 de junio

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Alejandro Navallo: “En la cancha, a veces me convierto en un personaje”

Uno de los técnicos con más títulos en Bahía, asegura que fue modificando su obsesión por ganar. Explicó por qué nunca aceptó dirigir Liga. Y contó que una dura lesión lo fortaleció como jugador.

El Colo en el Manu Ginóbili, donde volvió a los trabajos presenciales. Fotos: Emmanuel Briane y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   Entre aquel Alejandro Navallo que se destacaba como jugador de Estudiantes y este entrenador, temperamental y ganador, pasaron 40 años. En medio, el Colorado sufrió una lesión que le cambió el foco, no la ambición.

   “Hice de todo por seguir jugando en el mejor nivel”, reconoce.

   Sufrió mucho. Aunque el tiempo le dio revancha.

Estudiantes, ganador del CBB 1983. Parados, Sergio Pettorosso, José Velasque Íbalo, Claudio Severini, Jorge Faggiano, Darío Buzzo y Alberto Cabrera. Abajo: Alejandro Navallo, Flavio Serra, Norman Habib, Fabián Andreu y Mario Habib.

 

   Disfrutó de ser jugador profesional hasta que, a los 29 años, tomó la decisión de colgar la camiseta.

   Tras jugar en Villa Mitre, Estudiantes, Huracán de Tres Arroyos, Gimnasia de Comodoro, Olimpo y Unión de Río Colorado comenzó otra etapa, la de técnico.

   Pasó por Velocidad (ascendió en 1992), continuó en Olimpo (campeón de Primera y Cadetes en 1993 y en 1994 ganó en Sub 22 y Juveniles), para anclar -¿definitivamente?- en Bahiense del Norte, donde lleva nada menos que 26 años.

   "Tengo más de 50 títulos y entre 25 y 30 subcampeonatos", resume, contabilizando también algunos a nivel selección de Bahía y hasta un Sudamericano de Cadetes con Argentina.

   —¿Algún año te costó ponerte de acuerdo con la dirigencia de Bahiense?

   —Los primeros años en los que nos estábamos conociendo y renovaba cada dos o tres. Aunque nunca llegamos a un momento de tensión. En noviembre ya vamos viendo qué hacer. Me parece que calzamos justo: yo no soy de molestar y ellos tampoco. Las dos partes cumplimos y tenemos una relación muy profesional. También, más allá de que no los pongo sobre la mesa, hubo años que algunos buenos resultados ayudaron a la continuidad. Todos los años voy buscando alternativas como para reciclar y ofrecerle más al club. 

   —¿Bahiense prioriza resultados o desarrollo de jugadores?

   —La realidad es que cuando llegué en el ‘95, Bahiense estaba en Segunda. Me retiré joven como jugador profesional y venía con la impronta de entrenar mucho y ganar. Y me encontré con una camada muy buena de cadetes que tenía a Sureda, Pizzo, Canutti, Faure, Dómina… Y a los dos años propuse participar en la Liga Juvenil. A partir de ahí se fue construyendo una filosofía de entrenamiento, de trabajo...

   —Y de resultados.

   —Sí. Hay gente que, por ahí, ensucia la cancha (sic) opinando que ganamos pero no sacamos jugadores. Creo que Bahiense es uno de los clubes que más sacó, hasta teniendo jugadores en selecciones o pre de Argentina. Después, si priorizan el básquet local se quedan, sino buscan otro nivel. De todas maneras hoy Bahiense prioriza formar, más que sacar resultados.

   —¿El formar y proyectar a un jugador te garantiza el éxito colectivo?

   —Creo que va de la mano. Lo que pasa que una buena camada, bien formada individualmente, te va llevando al resultado como equipo.

   —¿Para vos el éxito está directamente relacionado al triunfo?

   —Te voy a ser honesto: yo fui cambiando; a los 58 años no soy el mismo entrenador que cuando empecé en Velocidad. Es cierto que me gusta ganar, trato de mejorar al jugador en todo sentido y buscando el triunfo, aunque a veces también me ha conformado una campaña sin haber ganado.

   —¿Si es necesario resignás el resultado inmediato con tal de formar a un jugador para más adelante?

   —Antes priorizaba más el resultado, ahora prefiero ir llevando al jugador en su crecimiento y desarrollo. Sí entiendo que cuando se juega mucho no se puede entrenar demasiado.

   —La mayoría avala el trabajo de los técnicos a partir de los triunfos. ¿En tu caso, con tantos títulos, pudiste sacarte esa mochila y te ayudó a cambiar un poco la filosofía?

   —Totalmente. A veces un campeonato lo puede ganar cualquier técnico, porque tiene un equipo que se potenció. El tema es mantenerse. Mi trayectoria tiene que ver con lograr resultados y, después, con formar jugadores o hacer buenas campañas con equipos que tenían desventaja, como nos pasó en el Federal.

A la altura

   —¿Te sentís más cómodo dirigiendo jugadores petisos que altos?

  —Siempre me gustaron los equipos versátiles, corredores, de pases, con jugadores que puedan ocupar todos los puestos. Mientras tuve a un interno desequilibrante como Franco Pennacchiotti, por momentos busqué jugar a partir de él.

   —La mayoría de los jugadores han llegado a insultarte por lo que les decís, por cómo reaccionás y demás, pero siempre terminan destacándote. ¿La sicología que aplicás figura en algún libro? ¿Cómo es tu método para llegarle al jugador más allá del trabajo diario?

   —El método Navallo, je. 

   —Me imagino que ese método generó más de un vestuario picante.

   —He tenido vestuarios picantes, je. Pero los prefiero, ¿eh? No digo que se te planten, pero sí que te contesten. O, inclusive, con dos jugadores que discutan y haya que intervenir. Es peor cuando no pasa nada. Igual, soy de hablar bastante los primeros días, explicando los objetivos y la forma de trabajo. Mi temperamento ha cambiado mucho. Es más, lo he ido hablando con sicólogos deportivos, porque no a todos los jugadores se les llega de la misma forma. Sí exijo compromiso con el equipo.

¿Qué harías si...?

   —¿En estos 26 años te llamaron de algún otro club del torneo local?

   —Nunca hubo un llamado formal. Sí alguna vez me preguntaron qué haría. Me identifican mucho con Bahiense, donde puedo desarrollar lo que quiero. Habría que ver si en otro lado me lo permitirían.

Alejandro, en familia, junto a María Sol, Sandra y María Belén.

 

   —¿Priorizaste la estabilidad económica por sobre lo deportivo las veces que te ofrecieron dirigir Liga Nacional?

   —Siempre prioricé estar cerca de mi familia (su esposa Sandra Santucci y sus hijas María Sol -33 años y vive en Brasil- y María Belén, de 28), que son la base de mi felicidad. Para mejorar mucho la parte económica hay que tener el bolso armado y viajar, viviendo solo, lejos… Además, ejercí como profe de educación física durante 24 años en una escuela Primaria (Nº47). Tuve ofrecimientos, básicamente en los ’90, de Estudiantes, Quilmes y Peñarol. En 2005 volvió Estudiantes, aunque nunca fueron ofertas económicas que me movilizaran. Aparte, Bahiense me daba seguridad económica y profesional.

Antes y después de MG

   —Viviste el antes y el después de la explosión de Manu. ¿Notaste que esto hizo que más gente a nivel mundial ponga los ojos en Bahiense?

   —Me pone contento que, por ejemplo, Bahiense figure entre las canteras más importantes del mundo, por lo que vi en una revista. Creo que los logros de Manu hicieron que tengamos más ojos mirándonos. Durante varios años muchos jugadores querían venir a Bahiense a hacer base. De todas maneras, la realidad es el trabajo diario y cómo vamos tratando de mejorar, porque no dejamos de ser un club de barrio.

El jugador que fue

   —¿Qué tiene el Navallo entrenador del Navallo jugador?

   —Antes de romperme la rodilla (izquierda) era un jugador importante, al menos es lo que decían todos, de hecho, le jugaba mano a mano a Marcelo Richotti.

Bahía, campeón Provincial '79. Parados, desde la izquierda, Carlos Sola, Omar Toranzo, Alfredo Carreño, José Phordoy y Jorge Faggiano. Abajo, Alejandro Navallo, Néstor De Battista, Carlos Loimil, Ricardo Feser, Alejandro Corradini, Marcelo Dorby e Ignacio Barga. Dirigió Carlos Spaccesi.

 

   —(Interrumpiendo) Bueno, llegaste a ser capitán de Bahía y Provincia en juveniles.

   —Claro, jugaba Marcelo, el Chueco Haile, Severini, el Bocha Calvo… En el ‘82 me rompí la rodilla (en Olavarría) jugando al lado de (Beto) Cabrera y (Juan Carlos) Merlini. Esa lesión me hizo muy fuerte de la cabeza. Pude desarrollar la carrera de profe y seguir jugando a nivel profesional, a mi ritmo, siendo solidario, sobrio, temperamental, altruista, jugador de equipo. Y todo eso lo transmito como entrenador. 

El Colo se dio el lujo de compartir equipo con Hernán Montenegro.

 

   —¿A nivel profesional el techo lo tuviste en Villa Mitre y Comodoro?

   —Villa Mitre me recibió con su gente, la tribuna y el fanatismo. Y, por mi temperamento, como que caí muy bien. Viví años maravillosos.

   —Abro un paréntesis. ¿Después de Bahiense, en estos años Villa Mitre hubiera sido tu lugar indicado para dirigir?

   —Totalmente. Villa Mitre está dentro de mí. Siento un cariño especial. De hecho, cuando me casé los chicos me armaron el cordón en la iglesia. Como también siempre recuerdo al Estudiantes de mis inicios.

Tan cerca de la A

   —¿No haber ascendido a la A con Villa Mitre significó un gran dolor?

   —Sí, porque estaban las condiciones para llegar a la Liga. Pero tuvimos partidos malos; un doble que nos metió (Charles) Parker (Echagüe) en cancha de Alem; un partido con Caja Popular (Tucumán)… Y de visitante, a veces nos terminábamos peleando. Éramos muy aguerridos, jugábamos bien aunque, por ahí, estallábamos. Era otro básquet.

En medio de la zona -en cancha de Alem y ante Vélez-, Alejandro abre el juego. Lo doblan Claudio Villanueva (el 13, hoy representante de jugadores) y Roberto Leveau. Más atrás Mario Scola (padre de Luis).

 

   —¿Era difícil repartir juego en ese equipo o todo lo contrario?

   —No. En Villa Mitre me encontré como jugador. Me llevó Huevo (Sánchez), después estuvo Paquito (Alvarez), una transición corta Sergio Hernández y más tarde Daniel Allende, el Flaco Lista y (Oscar) Brúa. Siempre fui el base del equipo. Logramos el campeonato del ’85 y subimos a la B, donde hicimos una gran campaña.

   —Después de quedar a las puertas del ascenso con Villa Mitre tuviste revancha con Gimnasia.

   —Sí. Es el club ajeno a la ciudad con el que me identifico. El año pasado cuando fuimos con Bahiense hubo gente que me paró en la calle para recordar aquellos años en los que tenía pelo, je, je…

El ascenso con Gimnasia. Parados, desde la izq.: Carlos García (K), Juan Torres (encargado estadio), Jorge Ferrini, Martín Ipucha, Román Pérez, Eric Ross, Levan Macharashvilli, Guillermo Iñiquez, Norberto Cifuentes (U) y Daniel Allende (DT). Abajo: Alejandro Navallo, Carlos De Battista, Gustavo Kochowit, César Maurino, Gustavo Rollan y Jorge Nieto.

 

   —¿Sentían presión de ascender?

   —No. Lo manejó muy bien Daniel Allende para no generar expectativa, porque fuimos con la idea de solo hacer una buena campaña. Con Martín (Ipucha), con quien vivíamos juntos, desde un primer momento pensábamos que se podía lograr más que mantener la categoría. Estaba el Zurdo (De Battista), Román Pérez, Macharashvilli y nos potenciamos cuando llegó Eric Ross. Ahí encontré un muy buen nivel. Era la primera temporada de Gimnasia en la B. Todo nuevo. Inclusive, los primeros partidos aplaudían los dobles nuestros y los de los contrarios, je.

   —La primera temporada en la A les fue bien.

   —Sí. Hicimos una buena temporada y yo también en lo personal, aunque no tuve un buen playoffs contra Independiente de Neuquén. Se había lesionado Marcelo (Richotti) y la verdad que (Gabriel) Darrás me pintó la cara. Jugaba bárbaro. Al año siguiente fui a Olimpo.

Con mucho pelo y la camiseta de Olimpo, el Colo atacando a Dwayne Bryant en el clásico ante Estudiantes.
 

  —Tite Boismené, que te dirigió esa temporada, ¿fue un poco tu espejo?

  —Saqué mucho de él, también de Carlos Danussi, quien me llevó a Estudiantes en el ’88, una excelente persona,  tranquila, que planificaba muy bien los partidos. La temporada con Tite, en Olimpo, me lesioné mucho, pero me contuvo. Seguí una relación de mucho afecto con él. De hecho, Scooby Scolari me dice el mini Tite.

   —Tal vez por algunas similitudes, je.

   —Sí, je. Lo miraba mucho cuando dirigía. Y cuando lo tuve, época en la que ya me proyectaba como técnico, volvía a casa y anotaba frases como “sigamos desarrollando nuestro juego a partir de los entrenamientos” o “seamos compinches en la cancha”... Y así varias.

   —¿La esencia del básquet es la misma que cuando empezaste en Estudiantes y lo que cambió fue la metodología de enseñanza?

   —Desde mi punto de vista la esencia es la misma. Lo que cambió es el método y cómo se juega. Algunas cosas que decía Beto (Cabrera) hoy se utilizan, solo que con otro vocabulario. Él se encargó, junto al Pato (Héctor) Maidana, mi primer técnico, de formar un muy buen grupo de entrenadores cuando yo tenía 15 años.

   —Llevás más años dirigiendo de los que jugaste. ¿Qué elegís?

   —La lesión que sufrí fue como un punto de inflexión que no me deja evaluar eso.

   —Insistís con la lesión. ¿Te frustró?

   —Y... Me puso un techo a mi carrera. Imaginate una operación que me dejó 30 puntos en la pierna, cuando ahora te lesionás un ligamento cruzado y en dos o tres meses volvés a jugar. Por suerte ya en Villa Mitre volví a sentirme el Navallo que de chico jugaba en Estudiantes. Pero la lesión me hizo fuerte de la cabeza, duro y pienso que siempre se puede más. Eso es lo que trato de transmitir.

   —¿Todo lo que se te ve de cabrón no condice con tu personalidad fuera de la cancha o me equivoco?

   —Es como que, en cierta manera, en la cancha a veces me convierto en un personaje.

   —¿Notás que así lo entiende el ambiente y por eso jugadores, árbitros y público te bancan más de una reacción?

   —A veces me desconozco, je. Pero hablo mucho con los jugadores, aconsejo y hasta he pedido disculpas.

   —¿Te olvidás a veces de algún exabrupto que tuviste durante un partido?

   —Sí, sí, totalmente. Muchas veces me olvido. Inclusive, no traslado nada a mi casa. Si nos fue mal puedo entrar directamente sin hablar una palabra, pero tengo una familia hermosa que me conoce. Mi señora, con la que llevamos 38 años juntos, no va a la cancha porque no la seduce y, también, porque por ahí me gritan algo y se siente mal.

   Así es el Colorado: intenso, obsesivo, apasionado, temperamental... Así se ganó el respeto y la consideración, a fuerza de trabajo y títulos... ¡Muchos títulos!

   Navallo, ese personaje que te lleva por los extremos y, también, el técnico que te garantiza resultados...

 

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