Bahía Blanca | Lunes, 25 de septiembre

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"No la estoy pasando bien", reconoció el entrenador Andrés Iannamico

Su realidad no escapa a la que atraviesan la mayoría de los entrenadores. A las dos actividades que desarrollaba le sumó otra muy diferente durante la pandemia. Habló de su relación con los jugadores, su amor por Argentino y más.

La familia unida. María Emilia, Paula, Andrés, Genaro y Mateo, disfrutando otro día en casa. Fotos: Emmanuel Briane y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota publicada en la edición impresa)

 

   Andrés va y viene; sale o se encierra, como todos, dependiendo de la fase en la que esté Bahía.

   Su estado de ánimo varía, no logra estabilizarse, le falta algo, lo que más lo moviliza: “quiero volver a entrar al vestuario, disfrutar", suplica.

   "Volvimos un ratito, pero fue como un reflejo”, se lamenta.

   A sus tradicionales actividades que desarrolla hace años, al frente de su gimnasio y dirigiendo en el básquetbol local, Iannamico le sumó una alternativa que se le presentó durante la pandemia.

   “En mayo del año pasado empecé a trabajar en el restaurante de mi suegra (Stella Maris), en el Puerto. El sueño de ella –asegura- es que alguien de la familia se involucre. Y hoy me toca a mí”.

   —¿Qué hacés?

   —Menos cocinar hago de todo, je. Estamos viviendo una situación rara y estoy atento para intentar seguir manteniendo las tres fuentes de ingreso. Cuando pase la pandemia evaluaré, aunque así estoy cómodo y puedo manejar los tiempos.

   Andrés está casado con Paula Barbieri, ex basquetbolista de Argentino, y tienen tres hijos: Genaro (10 años), Mateo (7) y María Emilia (6).

   —¿Te ayuda como entrenador que tu mujer haya sido jugadora?

   —Somos muy parecidos en la forma de pensar; crecimos muy juntos porque éramos jóvenes cuando empezamos a salir; disfrutamos y nos conocimos con esto. Sabemos los silencios de cada uno, aunque ella agarró mi peor etapa, cuando empecé a dirigir y no teníamos hijos. Ya cuando nació el primero, entendí que los problemas del básquet tenía que dejarlos afuera de casa. Me costó mucho, pero pude lograrlo. Hoy los chicos juegan en Argentino (la nena también practica hockey) y los disfrutamos.

   Antes del entrenador que estuvo vinculado a selecciones bahienses durante 18 años y algunas de Provincia, Andrés dejó su huella como jugador de Argentino, Liniers, Bahiense, Banco Provincia (en Buenos Aires), 9 de Julio, Pacífico y Sporting, además de defender en diferentes torneos las camisetas de Bahía y Provincia.

   —¿Cuándo te transformaste de jugador a entrenador?

   —En 2005, que tuve un muy buen año como jugador, en Argentino estaban Cecchi, Paletta, Susbielles y realmente me costaba llevar el ritmo de esos chicos. Llegaba cansado a entrenar y el Cola (Colamarino, el DT) rezongaba conmigo. Hasta que me pregunté: “¿qué estoy haciendo? Si a mí lo que me gusta es dirigir”. Y dije: “hasta acá llegué”. Después jugué medio año en Pacífico y en Sporting de Punta Alta, pero prácticamente retirado.

   A este entrenador de 45 años, ya consolidado a nivel local, hablar un rato de básquet le permite meterse imaginariamente nuevamente en la cancha. Así lo siente. El corazón vuelve a latirle fuerte: “Yo dirijo por pasión”, resalta.

   Admitiendo, claro, que si no cobrara a esta altura no lo haría: “Es que también significa un trabajo, pero no deja de moverme la pasión, sin lugar a dudas. Me encanta lo que hago –asegura-, y no la estoy pasando bien, como el resto de los entrenadores”.

   —¿No la estás pasando bien más allá de lo económico?

   —Y... Gracias a Dios estoy en un club como Pacífico que me ha cumplido, no tengo más que palabras de agradecimiento. Pero va más allá de la plata. El primer partido de este año lo sentí como cuando debuté siendo entrenador. Aunque el tiempo que jugamos fue todo medio raro, porque no íbamos al vestuario y no disfrutábamos del folclore que habitualmente rodea al partido. Así y todo me encanta entrenar, aunque estemos sin jugar.

   —¿Entrenar para ganar el próximo partido o para desarrollar al jugador?

   —Entreno para desarrollar y mejorar al jugador.

   —¿Por encima de la edad?

   —Sí, a toda edad. A un grande le intentás mejorar otros factores que pueden influir y van más allá de lo técnico, aunque eso también es un laburo. Y al más chico sí, desde lo técnico. De todas maneras, cada entrenador tiene su librito.

   —¿Alejandro Navallo es un poco tu manual de estilo?

   —¿Quién no toma como referente a Navallo? Lleva casi 30 años en un club (Bahiense del Norte). Es un espejo en cuanto a la estabilidad y cómo trabaja el día a día. Me transmitió la pasión de disfrutar el entrenamiento.

   —Él y Juan García, en El Nacional, son casos aislados en cuanto a continuidad en un club. De todos modos, ¿por qué acá en Bahía es difícil la permanencia de los entrenadores a través del tiempo?

   —A Juan no lo había nombrado, pero también es un referente. Respecto de la pregunta, en mi caso cada vez que me fui consideré que había cumplido un ciclo y en lugares excelentes, como Argentino, Pueyrredón y 9 de Julio.

   —¿Qué incluye cumplir un ciclo?

   —En Argentino estuve muchísimo tiempo y es difícil dirigir siendo hincha, porque la derrota se sufre doble, al menos es lo que me pasó. Aunque podría haber seguido.

   —¿A tu papá lo condicionaba como dirigente que vos fueras entrenador del club?

   —No, para nada. Mi papá (Guillermo) se metió en el club cuando empecé a jugar. Se hizo muy amigo de Víctor Paletta, el hermano de Jorge. Y yo con Jorge tengo relación desde que era chico. Mi viejo, junto con él, durante mucho tiempo llevaron el club adelante. De mi parte no di motivos para que sufrieran encontronazos por mí. 

   —¿De Pueyrredón y 9 de Julio por qué te fuiste?

   —En Pueyrredón veníamos de luchar dos promociones y había un desgaste personal desde lo emocional. Me encontré con dirigentes excepcionales. Y bajé a Segunda para pelear por otro objetivo. Ascendimos con 9 de Julio, tuvimos dos años maravillosos y consideré que era el momento de cambiar. Y ahora, de Pacífico mucho no puedo hablar, porque solo jugamos cuatro partidos.

   —¿Para el entrenador tiene un plus ser hincha del club que dirige?

   —No, en mi caso puse en todos lo mismo. Yo siempre soy hincha del equipo que dirijo y de mis jugadores. Le meto pasión a todo.

   —¿A veces te juega en contra?

   —A esta altura no, porque al tener más experiencia te vas serenando. Algunos hoy me dicen “estás más tranquilo”. Y sí, porque estoy más seguro.

   —¿Estar más seguro se vincula con no tener que demostrar nada?

   —No. Yo le tengo que demostrar a los jugadores que soy cada vez mejor y que pueden confiar en mí, nada más. Después, no tengo que demostrarle nada a nadie. Si en diciembre los dirigentes me dicen “tu trabajo no nos gusta”, me tengo que ir. El jugador que dirijo va a poder decir que trabajo; lo más difícil es demostrarle que cada día pueden confiar más en mí.

   —¿El jugador confía en el entrenador en la medida que se dan los resultados o reconoce, a veces, que el técnico más no pudo hacer?

   —Esto te respondo de lo que vivía como jugador: creo que siempre esperás cosas del entrenador que te ayuden a mejorar. En este sentido sé que hablan bien de mí, pero capaz que es un porcentaje bajo el que llega a mis oídos, je. Por ahí de los otros no me voy a enterar...

   —¿Qué te molesta y qué valorás del jugador?

   —A nivel local, lo que valoro es el sacrificio, la entrega, las ganas, el compromiso... Algunos vienen de laburar y le meten todo para estar bien. Y los defectos, en mi caso no he tenido jugadores que no me respondan. Con el tiempo fui aprendiendo a formar grupos que entiendan cómo entreno y se comprometan. El que no aguanta el ritmo se va solo.

   —¿Qué exigencias ponés al momento de arreglar en un club?

   —Que sea un trabajo a largo plazo. Yo siempre arreglo por cuatro años. Y que haya vínculo con las categorías formativas. Pienso que es una pirámide y los chicos son los jugadores que voy a agarrar yo en unos años.

   —¿Por qué no dirigís divisiones más chicas?

   —Uno ya tiene el rótulo de dirigir mayores, pero creo que dirigir divisiones formativas es un cable a tierra. He agarrado alguna categoría U13, U15 y hasta Mini. El chico te lleva a bajar un poco. La realidad es que los entrenadores de divisiones mayores tienen la presión del resultado y de la posición. En cambio, las divisiones formativas son más para disfrutar.

   —¿Dirigir mayores es gratificante solamente si ganás?

   —Disfruto ganar, lo cual a veces tapa errores, aunque no soy de festejar. Pero también aprendí a asimilar la derrota, porque me hace pensar, me mueve a trabajar más para corregir cosas y mejorar. En definitiva, disfruto del trabajo y de entrenar…

   —¿Ganar está emparentado con jugar bien y perder con hacerlo mal?

   —No me parece. Sí me pasa de ganar y no siempre quedarme conforme. Soy un convencido de que el triunfo es de los jugadores y las derrotas de los entrenadores.

   —Frase que suena bien.

   —Pero lo siento así, ¿eh? Y es un respaldo hacia los jugadores. Perdimos, bueno, acá hay uno que intentará resolver para la próxima. Y cuando no me pase esto, la verdad que para mí se perderá el sentido de dirigir.

   —¿Dirigir las selecciones de Bahía se disfruta o se padece por momentos?

   —Yo lo disfruté muchísimo. Lo que padecía era cuando tenía que dejar alguno afuera en divisiones menores. Sufría más eso que perder un partido o un torneo. 

   —¿Alguna vez quedaste afuera siendo jugador?

   —No. Pero siendo entrenador, antes del corte ponía como ejemplo una anécdota que me había pasado siendo jugador: en Infantiles quedé en la Selección y cortaron a Pepe (Sánchez) y Manu (Ginóbili).

   —¿Cómo la llevás con la vista y tu dificultad para ver?

   —Ya me acostumbré. En la cancha, el reloj tiene que estar muy lejos o la luz ser tenue para no alcanzar a verlo. Aparte tengo discromatopsia, se me mezclan los colores. Pero no me afecta. Sí mis asistentes tienen que estar sumamente atentos y el profe también, por si a mí se me complica.

   —¿Hoy sabés qué colores defendés?

   —¡Sí, hoy soy del verde!. Lo veo bien, je.

   —¿Qué añorás?

   —Añoro volver a pisar una cancha y que todos disfrutemos de este deporte. No te olvides que para Bahía el básquet es una religión. Es bravo que hoy no estemos picando la pelota y que no haya gente en la cancha. Es una situación que veces me quita el sueño.

   Relajate y dormí tranquilo Andrés. Ya volverá el tiempo que te permita disfrutar a pleno de tu pasión.

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