Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Faggiano regresará con respuestas a las preguntas que le surgieron durante 13 horas de vuelo

Con 32 años, Lucas se dio el gusto de completar una temporada en la exigente élite de España, más allá que Gipuzkoa no pudo evitar el descenso. Habló de los cuidados y cambios de hábitos que permiten su vigencia. Quiere quedarse en Europa, mientras tanto, se proyecta e invierte en Bahía.

Lucas, al momento de llegar a España. Fotos: @gipuzkoabasket

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota publicada en la edición impresa)
 

   Para poner en contexto dónde jugó Lucas Faggiano, solo basta con mencionar a Facundo Campazzo, Gabriel Deck y Luca Vildoza, tres argentinos que esta misma temporada saltaron de ahí, la ACB (élite del básquetbol español), a la NBA.

   El balance colectivo fue malo, aunque previsible, porque Gipuzkoa no pudo mantenerse en la categoría: “No me sorprendió, porque desde la pretemporada sabíamos dónde estaba parado el equipo, máxime en una liga tan poderosa como esta, donde no hay muchos secretos”, aclaró.

   En cuanto a su nivel individual, el bahiense rindió por encima de lo esperado: “Estoy muy satisfecho, porque si bien confiaba en mí, llegar a la ACB con 31 años me generaba cierta incertidumbre”, admitió.

   Esto se traduce en 24m31 de promedio, 7,7 puntos y 3,4 asistencias en 36 partidos.

   —¿Cuánto te ayudó esta experiencia a crecer y reafirmar tus condiciones?

   —La verdad que no esperaba promediar tantos minutos. Pero, por diferentes situaciones del equipo y personales me fui ganando cada vez mayor participación. No sabía con qué iba a encontrarme y cómo reaccionaría; podía pasar que no me salieran las cosas y que no me adaptara. De todos modos, pude estar a la altura y competir en esta liga, que no es poco.

   —Si bien habías tenido experiencia en la universidad en Estados Unidos y la anterior temporada en Brasil, ¿en España descubriste algo nuevo?

   —La incertidumbre era si estaba a la altura de poder competir en la ACB. Esas cosas que uno piensa durante las 13 horas de vuelo que nos separan de Argentina, je.

   —Dónde voy, je.

   —Claro… En la previa te preguntás un montón de cosas. Después, fui charlando con otros que habían estado, como para ir haciéndome una idea, pero la realidad hay que vivirla.

   —¿Y...?

   —Y, en la cancha se nota el gran talento que hay: mucha diferencia de ejecución, de físico, de envergadura, de altura… Cuestiones a las que me costó acostumbrarme. Me llevó un período de adaptación y después lo fui tomando como algo más natural. Con el correr de los partidos me sentí a tono con la competencia.

   —¿El cambio lo sufriste más defensivamente u ofensivamente?

   —Defensivamente fue complicado hasta el último partido, por el talento que hay, porque todos los partidos me encontraba con un base de primera línea. Y a veces me tocaba defender a los escoltas, porque el equipo confiaba en mí defensivamente, lo cual era peor. Pero donde más lo noté fue en ataque.

   —¿En qué puntualmente?

   —En el tiro de tres puntos. Si ves los porcentajes en mis primeros partidos eran bajos, porque no tenía tiempo para armarlo (el tiro) a la velocidad que estaba acostumbrado; es medio segundo. O cuando jugás un pick and roll, pensás que entra el pase y no, porque acá el pivot mide 2m15 y salta. Después me fui acomodando.

   —¿Te benefició tener como técnico a otro argentino como Marcelo Nicola?

   —En principio me benefició, porque no es fácil que alguien de Europa mire para Argentina o en mi caso a Brasil. Charlando con él, sé que siempre tiene un ojo mirando lo que pasa en Argentina. Y en el día a día, siempre respetando la relación jugador-entrenador, tuvimos un buen vínculo. Además, yo era el base del equipo, y siempre la relación con el entrenador es más fluida. Y, quieras o no, teníamos a la Argentina como tema en común, para hablar no solamente de básquet. No lo conocía personalmente, pero me gustó.

   —¿Cómo asumiste la pérdida de categoría? 

   —El equipo estaba recién ascendido y por temas burocráticos no se sabía si iba a subir o no, por eso, finalmente hubo que armarlo en tiempo récord y todo eso significó correr de atrás. El club tenía poco presupuesto, nunca se salió de su idea y fue el único equipo que no sumó jugadores, al contrario, se cortó a uno y no vino nadie. No se iba a salir del presupuesto, lo cual es rescatable; no salen a prometer cosas que no pueden cumplir. Más allá de eso, duele, porque uno intentó mantener la categoría. Luchamos hasta la fecha 38, lo cual no es poco, cuando muchos nos daban como que íbamos a descender mucho antes.

   —Es decir, en general lo asumieron bien.

   —Dentro de lo que es la situación se puede decir que sí. También, la realidad es que acá el descenso no se vive como en Argentina, básicamente como en el fútbol, que parece una desgracia. Culturalmente se vive diferente. Además, el club en los últimos nueve años ascendió y descendió cuatro veces. No consigue mantenerse en la ACB, pero cuando baja sube rápido.

   —Como que para LEB está muy bien y la ACB le queda un poco grande.

   —Pareciera que sí. Presupuestariamente no hay secretos, es la realidad. Eso hace que la situación haya sido un poco más normal de lo que se pudo ver desde afuera.

   —¿Cuál es tu idea a los 32 años? Me imagino que no evaluás retroceder, más allá del descenso del equipo.

   —Mi vínculo terminó y es momento de esperar. Vengo de jugar en la ACB, pude llegar y quiero mantenerme, aunque sabemos que esto es más difícil que llegar. Habrá que ver qué sucede. Si no surge ninguna posibilidad de ACB, me gustaría quedarme en Europa, esa es la realidad. Y con el tema de la edad no me anticipo a nada, porque no te creía si a los 25 me decías que con 31 iba a llegar a la ACB.

   —Detrás del jugador está lo personal. Más allá de lo económico, ¿te seduce Europa por estilo de vida, por lo deportivo o es un combo?

   —Deportivamente es un gran desafío poder estar en Europa. Y me gustan mucho las experiencias de vida fuera de la cancha en diferentes lugares. A mi novia (Bernardita Grippo Harrington), con quien estoy viviendo acá, le gusta España y, afortunadamente, nos tocó una ciudad increíble como San Sebastián. A medida que pasan los años, uno empieza a poner más cosas en la balanza, como calidad de vida, estabilidad, cuestiones que a los 20 o 22 años uno no las piensa porque tiene otros objetivos, y está bien.

   —¿En el avance de la carrera van surgiendo preguntas respecto del futuro?

   —Deportivamente no. Estoy bien.

   —¿Y en lo extra deportivo?

   —Fuera de la cancha uno va proyectando, tengo mis cosas, muchas inquietudes; me involucro en distintos temas porque necesito tener la cabeza ocupada y me gusta. Cada vez más, después de entrenar cuido más mi físico, pero cuando termina ese momento del día, uno necesita poner la cabeza en otra cosa que no sea básquet.

   —¿Tenés algo consolidado o por ahora se trata de proyectos?

   —Tengo algunos proyectos que estamos armando en Bahía, referidos al rubro inmobiliario. ¿Quién te dice que a futuro no sea ese el camino? Pero uno nunca sabe dónde vamos a terminar, aunque la idea es estar en Bahía.

   —Digamos que hoy el destino te marca que, finalmente, aterrizarás en Bahía Blanca. 

   —Sí. Porque tanto mi novia como yo tenemos mucho arraigo. Y nos tira. Hoy los dos tenemos la cabeza y el corazón en Bahía.

   —¿Cómo se vivió en España tanta movida argentina hacia la NBA?

   —Primero se sorprendían un poco con las salidas, porque fueron tres a la NBA en medio de la temporada, algo que no es normal, pero más allá de eso, les sigue llamando la atención el momento de la Argentina, la cantidad de jugadores… Más allá del salto que dieron Facundo (Campazzo), Luca (Vildoza) o Tortu (Deck), a quienes conocen igual o más que nosotros. Pero, de repente, apareció Bolmaro, fue draftedo y mete de a 20 puntos; o ahora Fausto (Ruesga), que firmó con Andorra por cuatro años, más Juampi Vaulet o Nico Brussino que la está rompiendo en Zaragoza. Ellos se sorprenden de la aparición de nuevos talentos, porque está la generación que fue a China, pero atrás viene otra y quién dice que no sea mejor…

   —¿Qué lectura hacés vos de este fenómeno?

   —Creo que son varias cuestiones, una, que la Liga sigue permitiendo que se desarrollen jugadores, con sus buenos y malos momentos; en Sudamérica se mira con mucho respeto la Liga Argentina. A la vez, hay una bajada de línea en cuanto a los hábitos, valores, formas de entrenamiento y respeto de la Selección, entonces, a medida que van llegando los menores adquieren todo esto y, a una temprana edad, permite un salto grande de calidad en muchos jóvenes. Así, con 20 o 21 años, ya saben qué tienen que entrenar, cuánto tienen que hacer o el entrenamiento invisible que es el descanso, por lo cual, se da un conjunto de factores, sumado al talento individual.

   —Vos fuiste casi contemporáneo con la generación dorada y tu papá fue jugador profesional. ¿En quién te viste reflejado para tomar ejemplos?

   —Lo que mi viejo me transmitió como profesional viene más por el lado del comportamiento, de la perseverancia y la constancia, pero la realidad es que muchos hábitos alimenticios y formas de entrenamiento que se implementan hoy no se conocían entonces, ni tampoco cuando yo tenía 18 años. Los adquirí de más grande. Y a los 26 o 27 empecé con cambios alimenticios, con pre y post entrenamiento, a lo que cada vez le doy una vuelta de rosca más porque creo que es el camino. Y eso me ayudó a dar un salto en mi carrera. Obviamente me hubiese gustado tener estas herramientas a los 18 años, pero bueno, el avance es así, tendría que haber nacido 10 años más tarde.

   —¿Qué incluyen estos hábitos y costumbres que adquiriste?

   —Trabajo con la médica que está con la Selección y hace seis años que dejé las harinas, las carnes rojas, el azúcar, el alcohol... Desde hace tres años solo hago dos comidas: almuerzo y cena; no desayuno ni meriendo. Particularmente fue lo que más me cambió, más que los alimentos que dejé. Uno no pretende bajar línea, simplemente que tanto a muchos deportistas como a mí me funciona. Me siento bien.

   Pasó la primera temporada en España y, por encima del resultado colectivo, en lo individual se notó que sumando todas estas cuestiones, Lucas logró dar un salto de calidad impensado hace unos años.

   Sin dudas, un ejemplo de sacrificio y perseverancia. 

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