Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Raúl Chaves: "Al deportista en un Juego Olímpico le aflora el amateurismo, creo que se humaniza"

El Colo estuvo en Atlanta '96 y Sidney 2000. Llegó a dirigir una final femenina y una semifinal masculina.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva y Gentileza Carlos Jones

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   El almanaque le marcó a Raúl Chaves que se cumplían 25 años de su primera participación en un Juego Olímpico.

   Coincidentemente, es una semana especial para quienes llevan los “anillos en la piel”, porque ya se encendió la llama en Tokio.

   “Me apasiono hablando”, admite el Colo, tras 40 minutos de charla. Es lógico. Más allá de su retiro como árbitro de básquetbol, hace ya 12 años, él mantiene el fuego sagrado. En realidad, nunca se apagará.

   A miles de kilómetros de donde hoy está centralizado el espíritu deportivo y a 21 años de su segunda participación en un Juego, Raúl hace un alto en su oficina de la empresa que funciona en el parque Industrial, deja los papeles de lado y se vuelve a sentir un atleta.

   “Para la carrera de cualquier deportista un Juego Olímpico es el punto máximo al que se puede aspirar. Más allá de la profesionalidad, es algo especial. Todos quieren vivir la experiencia. En mi caso, que sigo el deporte a diario, siempre está el recuerdo. Lo disfruté al máximo, no solo desde mi tarea arbitral, sino observando el resto de los deportes”, asegura.

   Raúl continúa siendo el árbitro argentino con más experiencia internacional a lo largo de la historia: dos Juegos Olímpicos (Atlanta ’96 y Sidney 2000), cuatro mundiales (2 Sub 22 y 2 de Mayores), una final Europea, Panamericanos, Premundiales y Preolímpicos, entre los más destacados.

   —¿En los Juegos notaste un espíritu diferente a cualquier otra competición internacional?

   —A diferencia de los otros torneos en los que participé, noté que al deportista en un Juego Olímpico le aflora el amateurismo, creo se humaniza, más allá de su nivel de profesionalidad.

   —Los hace más terrenales.

   —Claro. Los egos bajan a su mínima expresión, a pesar de que después van a competir al máximo. Se abren mucho más, conversan y se ve un comportamiento diferente, más allá que nosotros no estábamos dentro de la Villa Olímpica.

   —¿Los árbitros siempre están apartados?

   —Sí. En mi caso pude ingresar en Atlanta y después me sacaron, porque no debía estar ahí.

   —¿Qué momento te quedó grabado?

   —Siempre es muy importante para un árbitro el trabajo en el primer partido. Y me tocó Yugoslavia-Brasil...

   —Mal no te fue, porque en Atlanta llegaste a semifinales.

   —Claro, dirigiendo Estados Unidos-Australia. Lo que pasa que era mi primer Juego y se trataba de un mundo desconocido. Como antecedente tenía el Mundial Sub 22 de España y era el único torneo de referencia a nivel FIBA.

   —¿De referencia para quienes te estaban observando?

    —Exacto. En el Mundial de España, me ven Nar Zanolín, quien después fue director técnico de FIBA y fue quien me llevó. Porque los nombramientos para mundiales y olimpiadas venían directamente de FIBA Mundial.

   —¿A Sidney ya fuiste más tranquilo?

   —Fui en la plenitud de mi carrera. Con casi 40 años y una experiencia importante. Después del primer Juego Olímpico estuve en la final Sub 21 en Australia 97, en el Mundial de Atenas 98 y en el Preolímpico de Puerto Rico, en el 99. Es decir, la gente de FIBA me conocía; me fue bien, pero ya tenía encima torneos importantes, algo que es muy importante para confiar en tu trabajo.

   —¿Se trató de un torneo políticamente complicado para el arbitraje?

   —Sí. Fue el momento de quiebre de FIBA Europa con la Euroliga. No fue un torneo fácil para los árbitros europeos; estaban con una sobrecarga emocional, porque terminaban los Juegos, empezaba la competencia y no sabían qué decisión iban a tomar.

Final femenina, Estados Unidos-Australia, con Chaves como árbitro.

 

   —¿Te favoreció no ser parte del grupo de árbitros que no sabían qué sería de su futuro?

   —Dirigí ocho partidos, algo que no es normal en un Juego Olímpico. Si te va bien dirigís cinco o seis. Me tocó la medalla de oro femenina y el día anterior había dirigido la semifinal masculina. Fue un poco de eso y, también, que era uno de los cinco árbitros neutrales, invitado, porque Argentina no participó. En cambio, en Atlanta estuve porque Argentina había clasificado.

   —¿Tiene más valor la invitación?

   —¡Sí! En ese momento se arbitraba de a dos, por lo que estaba más acotada la cantidad: 18 y 5 invitados. Y que te inviten desde Argentina, significaba que estabas haciendo bien el trabajo. Máxime que todavía a nivel equipo no estaba tan bien posicionada.

   —¿Influye directamente las posibilidad para un árbitro respecto de la posición que ocupa y el nivel del equipo de su país?

   —Para el nombramiento sí, porque está mejor considerado. De todos modos, ahora con tres árbitros es más fácil ir a un Mundial o un Juego.

   —¿En ese momento siendo dos árbitros se daban cuenta los sectores de la cancha que no alcanzaban a cubrir?

   —El básquet avanza técnicamente y tácticamente. Antes dirigíamos dos y cuando los grandes empezaron a revertir el balón hacia afuera al tirador, se nos complicaba muchísimo observar los contactos.

Chaves pitando a Estados Unidos, en Grecia '98.

 

   —¿En el básquetbol actual, a nivel internacional habría muchas dificultades para dirigir de a dos?

   —Muchas, porque habría cantidad de situaciones que no serían observadas. Además de dirigir de a tres, ahora está el instan replay, que ayuda a tomar decisiones, a pesar de que, por ejemplo en el fútbol, la tecnología está bastante cuestionada. El básquet lo tiene bien utilizado, porque, a diferencia del fútbol, el instan replay lo va a ver el propio árbitro que está dirigiendo. Si la imagen del monitor no le demuestra lo contrario que pitó, mantiene su decisión. Pero la decisión es personal, no depende de un tercero.

   —¿Hoy tienen más facilidades para ser mejores árbitros?

   —Al arbitraje lo divido en dos: el talento y el adoctrinamiento.

   —¿Cuál era tu talento?

   —Yo era un árbitro que, por filosofía, arriesgaba adentro del campo de juego.

   —¿De qué manera arriesgabas?

   —El árbitro a veces duda durante una milésima y yo, en ese caso, dejaba seguir. Prefería equivocarme por no sancionar algo que pasó, que apresurarme y sancionar algo que no había sucedido. Eso me hizo mucho mejor. ¡Ojo! Esto me llevó un tiempo, no fue de un día para el otro.

   —Imagino que eso lo fuiste desarrollando a medida que sumaste experiencia y espalda.

   —Sí, claro. Aparte vas aprendiendo de los que te anteceden. En Bahía tuvimos a Rodolfo (Gómez), un árbitro que estuvo 30 años adelantado y fue un manual para quienes supimos compartir mucho tiempo con él.

   —¿En qué no puede fallar el árbitro?

   —Hay tres o cuatro situaciones por partido en las cuales no podés equivocarte.

   —¿No siempre son al final?

   —No. Puede haber una decisión en los primeros minutos del partido, por la cual vas a marcarle la cancha a los jugadores. Y la otra es que hoy los árbitros están adoctrinados.

   —No dejan su impronta.

   —Bueno, y eso es malo para el arbitraje. Debés respetar tu trabajo, pero en algún momento para tomar decisiones tenés que ser vos y saber hacia dónde vamos dentro del partido... Otra cosa que veo actualmente es que no hay diálogo fluido entre jugadores, entrenadores, árbitros... Defiendo al árbitro en su esencia, sin ser rebelde, pero sin perder su forma de ser.

Raúl, junto a su maestro: Rodolfo Gómez.

 

   —¿Eso fue lo que te permitió marcar diferencias, más allá de la seriedad y línea que te bajaban?

   —Sí. En los Juegos Olímpicos de Atlanta me presentaron a Stankovic y él no sabía que era de Bahía Blanca: “¡Ah! Entonces usted es de la misma ciudad que el pato loco”, me dijo. “Pero usted es totalmente diferente”, me comparó. Y me pidió que le transmitiera algo a Rodolfo (Gómez): “Esto nunca se lo dijimos, pero le pido que le exprese que, entre los años 70 y 80 fue el árbitro más confiable que tuvo la FIBA, pero haciendo todo lo contrario de lo que nosotros decíamos”. Eso se llama talento.

   —¿Influye, como en el jugador, el tiempo que pasa un árbitro cuando es chico en una cancha o en la calle?

   —Totalmente. Eso es vivencia. Tiene que ver por cómo te desarrollás. Nosotros vivíamos en la calle. Pasábamos 7 u 8 horas en el club. Un día fui a dar una charla a Rafaela y vi mucha gente joven, entonces les pregunté: “¿Alguien sabe cómo robarle una naranja al vecino?”. Y todos me miraban. “Bueno, aprendan, porque los entrenadores y los jugadores van a querer robarles”, les dije. Entonces, empecé a desarrollar el tema y entendieron. Por eso creo que a las generaciones actuales, sin decir que son mejores o peores, cualquier peligro los afecta. A nosotros no nos pasaba. Estábamos curtidos para resolver situaciones que, con mayor o menor gravedad, las habíamos vivido, como que te tiren piedras, te caguen a trompadas en el barrio o te insulten por alguna macana que te habías mandado.

   —Te permite estar más alerta.

   —En un partido de básquet siempre tenés que estar en alerta, porque cuando el reloj de 24 segundos queda en 10 algo va a suceder. Ahí nada puede sorprenderte. De lo contrario, estás fallando a tu trabajo.

   —¿Alguna vez te arrepentiste de haberte retirado?

   —Me retiré con 48 años. Y a los 50 tenés que irte, por una rotación generacional. Hay una cuestión ética y cronológica, más allá de que puedas sentirte bien físicamente y de la cabeza, pero estás siendo un tapón para las nuevas generaciones.

   —¿Cuál es la edad de plenitud del árbitro?

   —Entre los 40 y 45 años. Mi mejor momento fue en Sidney 2000 y lo mantuve hasta el final, inclusive, contratado para dirigir Euroliga. Los años en Europa me sentí excelente. Después tuve una meseta.

   —¿Alguna anécdota de tus dos Juegos?

   —El famoso técnico a Karl Malone, en Atlanta. Vi una sombra muy grande a mis espaldas, je.

   —¿Al Dream Team lo dirigiste con naturalidad o en este caso fue diferente?

   —Cuando uno toma determinaciones dentro de un partido no mide quién es el jugador o el color de la camiseta. Por supuesto que se analiza el partido y los jugadores, pero una vez que la pelota fue al aire uno es el mismo árbitro de siempre. Fijate que para mantenerme en forma, antes de los Juegos Olímpicos estaba arbitrando el torneo local y el último partido fue 9 de Julio-Pacífico. Tomar con seriedad todos los partidos es lo que lo hace confiable al árbitro.

   Raúl Chaves tuvo capacidad para jugar con el reloj y asumir a tiempo que había llegado la hora del retiro.

   Fueron 30 años de una exitosa carrera, en la que el Colo tomó cada partido con seriedad y respeto por encima del nivel que fuera, pero lo más importante fue que, a su manera, disfrutó del "juego".

   Por eso, y mucho más, fue dos veces olímpico... 

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