Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Hernán Jasen: “Sufro más sentado afuera que cuando estaba adentro de la cancha”

Pancho y su ida y vuelta con España. Aquel jugador que priorizó regresar a Bahía, renunció a los afectos y, con otra función, se fue nuevamente a Estudiantes de Madrid.

Todo ok está para Pancho. Fotos: Estudiantes y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   La puerta de Estudiantes de Madrid había quedado abierta cuando Hernán Jasen y su familia decidieron reencontrarse con los afectos y las raíces, volviendo a sentirse bahienses.

   Fue toda una decisión, después de 10 temporadas en las que su figura superó la del propio basquetbolista.

   A su regreso, Pancho disfrutó de todo lo que se privó durante tantos años, retirándose en casa, jugando por Bahía Basket y en su querido Leandro N. Alem.

   Una vez que el jugador definitivamente le dio paso al ciudadano terrenal, invirtió su tiempo y conocimientos en Alem, aunque siempre atento a lo que pasaba en su otro club.

   “Sabía que regresar a la Argentina me daría un montón de satisfacciones, como el contacto familiar, con amigos y volver a mis orígenes, algo que siempre tuve en la cabeza, pero sabiendo que seguiría vinculado a Estudiantes”, cuenta Pancho.

   Pasaron siete años y la conexión, cercanía, preocupación y deseo de sumar en un mal momento le hizo armar nuevamente la valija y regresar a España.

   “El cambio es grande –admite-, pero estoy hasta en la misma casa donde vivía, conozco todo más allá del club. Lo más difícil es alejarme de mi familia, a la que disfruté varios años, pero hago la lectura al revés: agradezco haber tenido la posibilidad de jugar ahí, con mi familia y estar cerca de ellos durante esos siete años”.

   —De alguna manera cumpliste tu deseo.

   —Durante el tiempo que jugué se me hizo más fácil la vida cotidiana, pero cuando dejé, las mismas experiencias que viví afuera me llevaron a querer hacer más cosas a nivel de club.

   Pancho trabaja actualmente como director deportivo de Estudiantes. Allá está junto con Joaquín, su hijo mayor, mientras que su mujer y sus otros dos hijos viajarán en diciembre.

   “Al que pudimos adaptar más rápido fue a Joaquín, que tenía siete años cuando volvimos para Argentina. Extraña la vida de club, porque acá no existe tanto eso, pero se siente bien y feliz de jugar en Estudiantes”, contó Pancho.

   “Para estar acá renunciamos a los afectos, algo que es muy difícil –agregó-, pero en la balanza pesa darle lo mejor que uno puede a sus hijos”.

   —¿Cómo surgió la posibilidad?

   —Se dio cuando en las últimas fechas el equipo estaba jugando por la permanencia (ACB, la elite del básquetbol español). Me comunicaba, los animaba y lamentablemente no se pudo mantener la categoría. Me escribí con el manager general del club para ponerme a disposición y ayudar, sin perspectiva de quedarme a trabajar, solo colaborar. Me dijeron que viniera y al cuarto día me preguntaron si no me veía trabajando acá. Me tomé unos días y decidí aceptar.

   —¿Tu función es más bien de saco y en la oficina o de pantalón corto y en la cancha?

   —A mí no me contrataron para estar con saco, sino, más que nada para tener llegada a los jugadores, cuerpo técnico y hasta empresas, porque el deporte genera muchos hábitos y consigue ese vínculo entre los sectores para trabajar en conjunto. Disfruto de todo, más allá que me atrae mucho más cuando bajo a la cancha, ayudo y aconsejo.

   —¿Con qué club te encontraste?

   —En el momento que se consumió el descenso, a partir de ahí miramos hacia adelante, hay una ilusión renovada y se respira otro aire. Dar este paso hacia atrás nos va a permitir volver a los orígenes y con más fuerza a la ACB, que es nuestro objetivo principal. De todos modos, somos un club muy de cantera y tenemos, dentro de la estructura, la parte competitiva y social. A eso hay que incluirle gente que trabaja con grupos de capacidades diferentes.

   —¿Cómo está Lucas Faggiano?

   —Está feliz en el club, se siente muy cómodo y adaptado. Sé que nos dará profesionalismo y compromiso. Poco a poco irá creciendo, porque también es una liga nueva para él.

   —Y tienen otros dos argentinos.

   —Claro, Melisa (Gretter) y Lucas Giovannetti, uno de los jugadores con más proyección a futuro, que jugó el U16. 

   —¿El club de qué consta?

   —Tenemos casi 2 mil chicos vinculados en categorías menores. Es la cantera más numerosa de Europa y tiene casi 200 entrenadores.

   —¿¡Doscientos!?

   —Claro, porque en las algunas categorías se trabaja con dos o tres entrenadores. Tenemos básquet masculino, femenino.

   —Ahí en Estudiantes fuiste ídolo y salvador en más de una oportunidad siendo jugador. ¿Hoy la gente se entusiasma con tu vuelta y, a la vez, para vos significa una mayor responsabilidad?

   —La responsabilidad siempre la tuve cuando me tocó asumir estos roles; soy autocrítico y me exijo demasiado, pero me deja tranquilo que cuando uno hace todo lo que está a su alcance tiene que disfrutarlo, más allá que después salgan bien o mal, que se reduce en meter o no la pelota en el aro.

   —¡Algo que ahora no pasa por tus manos!

   —Sí, de todos modos no podemos definir una temporada por meter o no la pelota, sino por no traicionar los valores que tiene la institución, y es lo que quiero. Estudiantes era un club de cantera, con jugadores jóvenes, sentido de pertenencia, de lucha, de compromiso y eso es lo que estoy buscando. El que pretenda resultados se equivoca, porque también dependen del rival. Igual sufro más sentado afuera que cuando estaba adentro de la cancha, pero me da mucha responsabilidad tratar de ser consecuente con mis ideas.

   —Los que regresan al país, como en tu caso, llega un punto en el que pareciera que acá encuentran su techo en el desarrollo personal. ¿Pasa por ahí la necesidad de abrirse nuevamente al mundo?

   —Sí, porque la incertidumbre te genera ansiedad. Es malo no saber lo que vas a hacer de acá a dos años, porque hoy estás proyectando y mañana te cambian absolutamente todo. Y en Argentina nos pasa mucho de cambiar en poco tiempo, es un poco nuestra idiosincrasia, la vida política, económica, social. Argentina se maneja a corto plazo. Vivimos de esa forma, algo que acá no pasa. Podés proyectarte a trabajar con jóvenes de 16 o 17 años y sabés que tenés el 99% de las posibilidades de hacerlo vos, más allá que puede venir un club y llevarlo, pero pasa poco.

   —¿Se puede hacer acá?

   —Yo creo que se puede en clubes de formación y que tengan esa identidad. Por eso aplaudo el ejemplo de Bahía Basket, porque es algo distinto y se tiene en claro lo que se busca, con un trabajo que va más allá del resultado. Pero faltan muchos más lugares que puedan hacer lo mismo.

   —En Alem estabas intentando desarrollar algo. ¿Qué dejaste?

   —Dejé una idea, un concepto, dejé en claro que para progresar debíamos entender que, quizás, no podíamos competir con los presupuestos que se manejan en Bahía para ser campeones. Sí debe apuntarse a ser un club distinto en otros aspectos y darle oportunidad a los que surjan, no cortarles la carrera. El ejemplo es que dos de nuestros chicos, como Valentín Forestier y Lautaro Cavero se fueron a Bahía Basket. Y estoy orgulloso, porque si ven que trabajás bien te abre un montón de puertas. En el básquet está todo inventado, no hay varita, se necesitan espacio, horas, herramientas, materiales y entrenadores. Nosotros pusimos dos por categoría, para poder trabajar en grupos y eso es una inversión, no un gasto.

   —¿Qué considerás que se puede mejorar en el básquet local?

   —Creo muchas cosas. Primero, para mí, y lo hago a modo de autocrítica, se tendrían que abrir más todos los ámbitos de Bahía para tratar de aprovechar a un montón de gente que tenemos en la ciudad y tiene un amplio conocimiento del básquet. En este caso se me ocurre nombrarte a Juan Espil. No se aprovecha del todo y me ha pasado que, salvo en Alem, no tuve la oportunidad de transmitir nuestras ideas. Las cosas innovadoras hay que tomarlas y todos saldrían ganando. Es abrirse un poco más y vincular gente.

   —Como que cada club mira su propio ombligo.

   —Por eso creo que debe hacerse, porque el bien común es por el básquet de la ciudad. Y me parece que de esa forma ganarían todos. Pienso el día de mañana en Lucio Redivo, que puede trabajar en Pacífico y transmitirlo a otros. Nosotros, los que fuimos jugadores, somos abiertos.

   —¿Te quedó pendiente desarrollar algo más acá?

   —Disfruté muchísimo y es constructiva la mirada que tengo de lo que considero debería hacerse, a futuro, para que aprovechemos las oportunidades. No muchas ciudades tiene la cantidad de jugadores que vivieron otras experiencias. Y la transmisión de valores es fundamental para crecer. Por eso, la oportunidad que dan acá en España es clave, porque en Argentina hay muchos jugadores con experiencia en las mejores ligas europeas y todavía no encuentran su lugar en las distintas organizaciones.

   —¿Puede pasar porque los clubes no tienen los recursos ni el profesionalismo que se necesita para abrirles las puertas?

   —Hay que hacer un replanteo interno y ver qué se hace. Yo soy muy respetuoso con los profesionales de carrera, un abogado, un constructor o quien sea. Y la figura del director deportivo creo que es tan importante como alguna de esas; hay cosas que no se estudian, sino que se aprenden de acuerdo con la dinámica de los planteles, cuerpos técnicos y frente a las victorias o ante las derrotas en una temporada. Todavía está el folclore que opinamos todos de deporte, pero hay que dejar trabajar a la gente con experiencia.

   En eso está Pancho, buscando su lugar en el mundo, nuevamente lejos de la cortada Azara y cerca del mejor nivel, ahí donde puede volcar todo lo que incorporó durante tantos años como jugador.

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