Porcinos: cuando la transformación exige ir más allá de la tecnología
Si la intención es consolidar un crecimiento productivo en el país, se coincide en la necesidad de un cambio cultural.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
“El mercado del futuro no perdonará la mala gestión. Debemos estar disponibles y dispuestos a cambiar”.
El mensaje de Junior Salvador, director de Negocios de Agriness, una firma que brinda soluciones para la gestión de la producción en la industria porcina (también avícola y láctea en Brasil, y en el mundo), apunta al futuro del negocio en la Argentina.
Está claro de que la demanda por alimentos con alto contenido de proteínas, más allá de los cambios de hábitos de una importante franja de consumidores, se mantiene firme en todo el planeta, pero también en el mercado interno.
Al igual que en la ganadería bovina, que repite algunos parámetros desde hace décadas y la producción se encuentra estancada (con atenuantes, se admite), el sector porcino requiere de una nueva gestión, ya que debe entenderse —según el propio Salvador— que la transformación no sede ser solo tecnológica, sino (profundamente) cultural.
El asesor reafirma este concepto cuando sostiene que el foco debe ir más allá de la producción de carne como una forma de redefinir el propósito central de la actividad: “Producimos alimento, no solo cerdos”.
En tal aspecto, alude a las granjas como verdaderos centros de información, ya que una instalación con un promedio de 650 hembras genera alrededor de 20 eventos zootécnicos diarios.
No obstante, el valor de esta vasta información se ve comprometido por la tardanza en la digitalización. Mientras que las 50 mejores granjas cargan la información de un evento en 8 días (o menos), el promedio del registro de datos en la Argentina asciende a 16 días.
“Este retraso tiene consecuencias directas. Sin datos en tiempo real, la toma de decisiones se ve seriamente limitada”, admite.
Por otra parte, y pese al avance de la automatización en áreas como alimentación y limpieza, tareas esenciales como el destete, o el servicio, siguen requiriendo mano de obra humana. Por esta razón, se sostiene que la capacitación del personal para comprender la relevancia de cada dato y acción resulta esencial, ya que las personas son el eslabón más importante de la cadena.
Sobre el uso de herramientas avanzadas como la inteligencia artificial, que se perfila para analizar grandes volúmenes de datos, Salvador es categórico al establecer sus límites: “La IA no reemplaza al trabajo humano ni mejora por sí sola los indicadores; depende de la calidad de los datos y de las personas que los implementan”.
Está claro: si la productividad se encuentra en baja, la cuestión debe interpretarse a partir de un problema de gestión.
El análisis realizado sobre 200.000 hembras, que representa aproximadamente el 60 % del plantel nacional, confirma los desafíos críticos que marcan la agenda del sector, según resaltó Salvador en una charla de Provimi Cargill Nutrición Animal. Veamos:
—Productividad a la baja: en los últimos dos años (2023-2024), el promedio descendió a 28 lechones por hembra, una cifra muy inferior a las granjas de excelencia que alcanzan entre 38 y 41 animales.
—Altos descartes prematuros: el 44 % de las hembras son eliminadas antes de su tercer parto, cuando se requieren al menos tres para cubrir la inversión inicial.
—Vida productiva reducida: una hembra descartada (o muerta) produce en promedio solo 50 lechones en su vida (apenas cubriendo los costos básicos de alimentación).
—Ineficiencia operacional: la Argentina registra 20 días no productivos más por hembra que Brasil. Es decir, un claro indicador de ineficiencia.
Según el especialista, estas preocupantes cifras no se deben exclusivamente a problemas de genética o de nutrición, sino que tienen su raíz en problemas de gestión, como la presencia de hembras en servicio con cojeras, instalaciones y puntos de agua deficientes o la falta de espacio adecuado.
Ante este panorama, Salvador concluye que el sector debe definir —con precisión— los objetivos antes de invertir en tecnología, la cual corre el riesgo de volverse inútil sin una cultura de gestión adecuada.
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