“El carbono es como el agua y el oxígeno. Sin él, no hay vida”
En medio de un debate (casi concluido), se ratifica que la gestión eficiente del C es clave para el desarrollo de la producción.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
¿A qué nos referimos cuando hablamos del carbono (en la agricultura y, por ende, en la producción de alimentos)? Se trata de componente clave de la estructura del suelo, de la salud de los cultivos, del intercambio de nutrientes, de la actividad microbiana y de la sostenibilidad ambiental. Inmerso en este ecosistema, es la base de todas las macromoléculas esenciales, ya sean proteínas, lípidos, ácidos nucleicos y carbohidratos.
Una definición concreta y directa acerca del tema la ofrece el Dr. Jerry Hatfield, quien fue director del Laboratorio Nacional de Agricultura y Medio Ambiente del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA): “El carbono es como el agua y el oxígeno. Sin él, no hay vida”.
Fue más allá cuando amplió la opinión —en una publicación de Maclaren Krueger y Carlos Peterson en Soil Health y No-Till Farmer— acerca de la potencial energía: “Sin carbono, el suelo sería sólo arena, limo y arcilla, sin ningún componente vivo. Es la fuente para toda la actividad microbiológica del suelo. Somos carbono y lo procesamos. De ahí proviene nuestra energía”.
Así se concluye que el ciclo del carbono puede revolucionar el suelo y, además, multiplicar tu productividad, pero sin dejar de entender que la agricultura forma parte de un sistema ecológico complejo que se debe aprender a gestionar con inteligencia.
Por definición, los cultivos —a través de la fotosíntesis— capturan energía solar, transformándola en azúcares y compuestos de carbono que circulan entre el suelo, la atmósfera y las plantas. Los exudados de las raíces alimentan a los microbios del suelo, los cuales, a su vez, sostienen una compleja red de vida subterránea.
“Se estima que entre el 64 y el 86 % del carbono de los sistemas radiculares se convierte en dióxido de carbono, mientras que sólo entre el 2 y el 5 % se transforma en materia orgánica estable en el suelo”, dice Hatfield.
Respecto de la materia orgánica, sostiene que se trata de una inversión continua. Y que por eso se recomienda evitar la labranza entre cosechas para reducir la pérdida de CO2, conservar la humedad y proteger el hábitat microbiano. Así lo explica: “Cada vez que cultivamos en primavera perdemos agua del suelo. No sólo enfrentamos un problema de carbono, sino también de agua”.
En tal sentido, ¿cuáles son los indicadores clave para saber si un suelo es saludable?
—Mayor actividad microbiana.
—Incremento de materia orgánica.
—Mejor disponibilidad de nutrientes.
—Estabilidad de los agregados del suelo (léase mejor estructura).
—Mejor infiltración del agua.
—Mayor almacenamiento y disponibilidad hídrica.
En cuanto a la agricultura del carbono —según europarl.europa.eu— se concluye que puede aportar beneficios colaterales a los agricultores y a la sociedad pero, al mismo tiempo, plantea riesgos que deben gestionarse con cuidado.
Para el apartado de las fortalezas se asegura: “Las prácticas agrícolas que trabajan con los procesos naturales pueden tener beneficios para la biodiversidad, el agua, la salud del suelo y el bienestar animal. Los agricultores también pueden beneficiarse de mejoras en la productividad, en la reducción de costos y de una mayor resiliencia de las explotaciones agrícolas”.
De todos modos, en cuanto a las eventuales debilidades hay que considerar que: “Algunas prácticas de agricultura del carbono pueden tener efectos negativos y dar lugar a contrapartidas; por ejemplo, para la salud del suelo, la biodiversidad o el bienestar animal. Para maximizar las situaciones beneficiosas para todos y evitar las contrapartidas, la agricultura del carbono debe diseñarse con salvaguardas e incentivos que promuevan acciones con múltiples beneficios”.