Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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El día que el básquetbol bahiense se juntó para aplaudir a Tatita Laguzzi

Todo un referente de 9 de Julio y jugador de Selección. Un día como hoy, hace 35 años, colgó para siempre la camiseta.

Norberto Laguzzi dominando la pelota afuera de la cancha, como lo hacía adentro. Fotos: Rodrigo García y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_
(Ampliación de la nota publicada en la edición impresa)

 

   Semana por medio viajaba como visitador médico; volvía, entrenaba, jugaba... Las piernas, a esta altura, ya se lo recordaban al base rápido, de buen tiro y firme defensor.

   El básquetbol había dejado de ser prioridad. Se casó en el '81, dos años más tarde nació Leandro (después Julián). Ya tenía 31 años. Y tomó la decisión.

   “Me costó”, reconoce Norberto Laguzzi.

   El 24 de octubre de 1985 -hoy hace exactamente 35 años- Tatita tuvo sensaciones encontradas cuando, en el Néstor Damiani, el básquetbol bahiense se reunió para despedirlo.

   “Vinieron de todos los clubes y eso hay que valorarlo”, reconoce.

Muy bien acompañado en la despedida. Tatita, junto a Carlos Croceri (presidente de 9 de Julio), Atilio Fruet y Beto Cabrera.

 

   Tenía que ser ahí, en 9 de Julio, donde pasó gran parte de su vida.

   “Yo nací en Charlone 661. El club era mi casa”, asegura.

   Atilio Alberto, su papá -“fue el socio número 1”, apunta-, no elegía ir a verlo jugar, en cambio su mamá, Irma Espinosi era fiel seguidora y hasta se peleaba seguido según reconoce Tatita, cuyo apodo deriva de Tatá, como llamaban a Oscar, su hermano mayor.

   “Jamás se me cruzó irme a otro lado –asegura-. Aunque tuve oportunidades de afuera y, acá, me llamaron de Villa Mitre. Pero si te ibas... ¡Madre Santa! ¡No te saludaban más!”.

   Tatita fue campeón de Infantiles (1966), Reserva de Tercera (1970), Tercera (1970), Cadetes Menores (1970), Segunda (1972) y Cadetes Mayores (1972).

   Con 15 años debutó en el equipo superior (estaban en Tercera), bajo la dirección técnica de Alberto Cabrera.

   —Tuvieron una muy buena camada. ¿Considerás que el nivel lo adquirían por pasar muchas horas en el club?

   —Esa camada era toda del barrio. Nos criamos adentro del club. Aparte, yo tenía la llave y pelota. La cancha estaba libre para nosotros. 

9 de Julio, parados desde la izquierda, Rubén Dialuce, Horacio Traverza, Horacio Marziali, Darío Miranda, Horacio Noya y Alberto Facetti. Abajo: Norberto Laguzzi, Alberto Severini, Guillermo Noya, Horacio Pérez, Juan Carlos Borelli y Daniel Libardi.
 

   —¿Qué significó Elsio Tarabelli?

   —Fue muy exigente con nosotros y un adelantado con la presión 1-2-1-1, que sacó de un libro de (Joseph) Vancisin (DT estadounidense que visitó cuatro veces Bahía).

   —¿Esa exigencia y las innovaciones se respetaban o pensaban que estaba loco?

   —Lo respetábamos muchísimo. Éramos un equipo muy chico; no teníamos jugadas y Tarabelli nos hacía jugar dos horas con los aros tapados. Tirábamos y lógicamente no entraba. Además, en pretemporada, al menos una hora jugábamos con chaleco de arena. ¿Sabés lo que era eso?

   —¿Qué pensaron cuando les dijo que iban a defender zona presión?

   —Al principio parecía una locura. Nos llevó un año poder desarrollarla. Había partidos que le pedíamos que la cambiara, pero insistía. Y en el ’72 nos dijo: “Este es el año”. Y ascendimos a Primera. ¡Volábamos!

   —¿La cancha chica también los favoreció?

   —¡Sí, muchísimo! Eso sí, a los dos o tres años tuvimos que cambiar, porque nos habían agarrado la mano.

   —¿En qué posición defendías?

   —Adelante. Corría y robaba la pelota. Fue una revolución. Complicamos a Olimpo y Estudiantes. Pero teníamos una tremenda preparación con Raúl Richotti, el hermano de Marcelo. Corríamos hasta el canal, de ahí al parque de Mayo, hacíamos gimnasia y cuando volvíamos, subíamos las tribunas.

   —¿Es cierto que en el trayecto vos y algún otro como Fefo Facetti se escondían?

   —No, je, aunque reconozco que nunca me gustó la parte física.

Provincial juvenil de Punta Alta, 1970. Bahía, parados, desde la izquierda, Hugo Matrichuk, Adolfo Scheines, Héctor Maidana, Eduardo Diez y Javito Correa. Abajo: Carlos Ovejero, Luis Castro, Guillermo Faure, Norberto Laguzzi y Cosmas Boltsis.

 

   —¿Cuánto te benefició y en qué te perjudicó haber pertenecido a una época de muy buenos jugadores?

   —Entre el 70 y el 80 aproximadamente hubo muy buenos bases. Yo tenía mucho protagonismo en 9 de Julio y en menores fui capitán y sub capitán de Provincia. En Córdoba, jugamos la final...

   —Cuando te expulsaron.

   —Sí, le tiré un bidón de agua al árbitro.

   —Eras calentón.

   —Sí, era calentón... Pero me echaron tres veces en mi carrera.

   —Otra fue contra Villa Mitre.

   —Sí, je...

Laguzzi, con la manos menos hábil, camino al cesto.

 

   —Justamente en el torneo del 80 fueron el único equipo que no tuvo refuerzo extranjero. ¿Hicieron fuerza para sumar alguno?

   —No, porque no había plata. El único refuerzo era Esteban Frisón.

   —Igual zafaron del descenso.

   —En la primera rueda le ganamos a Villa Mitre sin Jimmy Hearns, en la segunda lo tenían y perdimos por paliza. Llegamos a la instancia final y dos fechas antes del final me echaron.

   —El árbitro puertorriqueño Otero.

   —Ese, je. Lo corrí por toda la cancha de Pacífico. Los árbitros pasaron el informe y ya después se fueron a su país. En esa época Canal 7 filmaba los partidos y los dirigentes pidieron la filmación, pero después de verla preferían que la escondieran, je. Me dieron tres partidos.

¿Tapa? Tatita exige a Ariel Medina. Atrás, Gerald Cunningham.

 

   —El primero lo perdieron.

   —Sí. Ese día se casaba Esteban (Frisón) en Monte Hermoso y no jugó. Me dijeron que el lunes estando presente en la Asociación podía firmar la sanción y jugaba automáticamente. La gente de Villa Mitre se enojó muchísimo cuando vio que jugaba. En el primer tiempo perdíamos feo; no podíamos parar a Jimmy Hearns. En el segundo lo agarró Horacio Noya, creo que metió tres puntos y ganamos.

Tatita se hace grande, intentando contener a Jimmy Hearns.

 

   —Y el tercero resolvieron fácil: 77 a 48.

   —Es que a Hearns le habían sacado los pasajes, porque se venían las fiestas. Y se fue. 

   —¿Tu temperamento te perjudicó?

   —No, porque sabía ubicarme. Quería ganar. Sí debo destacar la mujer que tengo (Silvia Gabellini), que me bancó la pasión y mi mal humor cuando perdía.

   —¿La herida más grande fue quedar afuera del Sudamericano juvenil de 1973?

   —Tengo dos heridas. Esa fue una, porque venía de jugar un muy buen Argentino en Córdoba. Junto con (Carlos) Raffaelli fuimos elegidos mejores jugadores del torneo.

   —¿Y por qué considerás que quedaste afuera?

   —(Abelardo) Dasso era el técnico y ayudante (Adolfo) Lista. Se jugaba en Bahía y yo venía de hacer un torneo espectacular. Fui con los ojos cerrados. Aunque quedaron los otros tres de Bahía: Héctor Santini, Daniel Zalguizuri y Daniel Allende. En el 76, con Lista tuvimos una charla, nos reconciliamos y jugué el Provincial en Chivilcoy.

Provincia de Buenos Aires. Parados, desde la izquierda, José Luis Pagella, Daniel Morando, Jorge Panisse, Héctor Santini, Marcelo Dalimier. Rubén Scandroli y Adolfo Lista (DT). Abajo: Cosmas Boltsis, Daniel Allende, Norberto Laguzzi, Luis Castro, Daniel Zalguizuri y Juan Carlos De la Vega.

 

   —¿Y la otra herida?

   —Jugando contra Olimpo, en cancha de Estudiantes las semifinales del Ciudad de Bahía Blanca; se armó una terrible gresca que hasta volaron sillas. El partido estuvo parado 25 minutos y cuando se reanudó, empatados y sin tiempo, tuve dos libres y los erré. Fuimos a suplementario y perdimos. Quedé traumado. Fue terrible. Era otro éxito para el club.

   —¿Alguna vez cobraste por jugar?

   —¿Cobrar? ¡Poníamos plata! Sí tuve la suerte de, como varios de los que nos hicimos conocidos por el básquet, entrar a trabajar en el banco (Odone).

   Norberto “Tatita” Laguzzi colgó la camiseta a los 31 años. De todos modos su carrera siguió en 9 de Julio, disfrutando y sufriendo como presidente; sonriendo y llorando desde afuera de la cancha; jugando a las bochas, trabajando y, fundamentalmente, compartiendo entre amigos, como aquel día del retiro, hace 35 años, en el club que lleva en el alma, el de su barrio...

 

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