Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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De Buratovich al desierto de Colombia, pasando por Alaska

En su viaje de regreso desde Estados Unidos, el buratovichense Gabriel Olivieri realiza una cruzada solidaria por el continente, llevando filtros de agua potable a poblaciones casi inaccesibles y olvidadas.

Fotos: América Extrema Solidaria

 

Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com

 

   La Tordilla está encerrada y protegida del polvo del camino. Viaja en un carro cerrado y solo sale de vez en cuando para respirar, correr algunos kilómetros y volver a descansar. Su corazón Honda de 250 centímetros cúbicos soportó ya un recorrido de 60 mil kilómetros desde Ushuaia hasta el extremo de Alaska y ahora hace el camino inverso aguantando solo el traqueteo y los pozos de la ruta, casi sin esfuerzos.

   Unos metros más adelante y al volante de la camioneta, Gabriel relojea el espejo de vez en cuando para comprobar que el trailer que transporta a su compañera de viaje siga enganchado. Sentada junto a él, su novia Candela trata de actualizar las redes sociales en el celular y con un suspiro abandona por falta de señal; atrás, Andrew relaja su cuello, se deja caer sobre el respaldo y mira el techo.

   “¿A quién se le ocurre poner un desierto en Colombia?”, pregunta -entre broma y resignación- en un correcto spanglish.

   La nueva travesía del buratovichense Gabriel Olivieri tiene mucho de devolución, de aportar ínfimos granos de arena a solucionar eternas injusticias sociales que persisten y se niegan a desaparecer en esta América Latina y, si es posible, de contagiar un poco a los demás.

   Ya no es arriba de La Tordilla, la moto con que partió desde Mayor Buratovich en abril de 2017 y con la que llegó a Prudohe Bay (Alaska) a fines del año pasado. El camino, la aventura y él mutaron y se transformaron en una cruzada solidaria a llevar a cabo en el viaje de vuelta, devolviendo tan solo un poco de toda la solidaridad recibida de la gente durante el viaje de ida.

   Esta América Extrema Solidaria, evolución humanitaria de la América Extrema original, comenzó en febrero de este año pero había nacido mucho antes, como una reacción a todo lo visto durante sus dos viajes anteriores por el continente: pobreza hasta el punto que más duele, chicos bebiendo agua sucia, desigualdades sociales, hipocresía e indiferencia gubernamentales, y la lista sigue.

   Ahora, el viaje no lo hace solo ni con otros aventureros que, como él, buscaban acompañarse para llegar juntos a un destino determinado: es un equipo fijo, casi inamovible, en el que están Andrew González, un amigo estadounidense con quien llegó hasta Alaska en moto y con quien lanzaron esta campaña solidaria por todo el continente, y la argentina Candela Calomino, novia de Gabriel, a quien conoció en México durante el viaje y que voló hasta Colombia para integrarse al equipo. Durante varios kilómetros también se sumó Jorge Pineyro, un uruguayo que regresó a su país para pasar el Fin de Año junto a su familia.

   El proyecto es simple, al menos en las palabras: llevar filtros de agua potable a pequeñas localidades perdidas en cada uno de los países que recorren en su viaje hacia Argentina. Ya lo hicieron en México, Belice, Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Panamá, y ahora aparece América del Sur en el horizonte.

   Empezaron justamente por Colombia, después de cruzar en barco por el Pacífico, desde Panamá. Ahí, el destino elegido fue una comunidad wayuu, aborígenes que habitaban sobre la cordillera de los Andes y que fueron expulsados por las compañías mineras hacia el desierto De la Guajira, al norte del país, en la frontera con Venezuela, sobre el mar Caribe.

   “Todas estas comunidades tienen muchas necesidades, grandes niveles de pobreza y abandono de parte del estado. Por esta falta de infraestructura, no tienen pozos de agua de donde sacarla, así que los vecinos tienen que juntar dinero para hacer las perforaciones”, cuenta Gabriel desde Colombia.

   A través de algún contacto de ONGs de ayuda humanitaria, la camioneta, el tráiler y el equipo de América Extrema Solidaria puede –no sin complicaciones- entrar en estas poblaciones e instalar filtros de agua potable.

   La idea es clara: apostar a la salud de la gente, sobre todo de los chicos.

   “Cada uno de estos filtros se calcula para unas 200 personas y tiene una vida útil de cuatro años. Apuntamos a los niños, porque están en una edad en la que, si toman agua sucia, con bacterias, van a terminar creciendo con daños irreversibles en sus órganos; también tratamos de concientizarlos de este problema”, explica.

   Para esto, lograron el apoyo de la Fundación Waves4Water, que facilita filtros potabilizadores a proyectos independientes solidarios. El resto, como la comida, el combustible y demás, corre por parte de Gabriel y equipo. El alojamiento está asegurado: la camioneta está equipada con un camper con literas.

   En cada una de estas poblaciones se dejan alimentos no perecederos y se enseñan técnicas de reciclado para minimizar la contaminación y la producción de residuos.

   No hay sponsors oficiales ni gobiernos detrás de esta cruzada. Los recursos para seguir adelante pueden llegar a través de donaciones –existen cuentas bancarias y en PayPal para colaborar- o a través de trabajos que ellos hacen para reunir dinero y continuar.

   “El viaje es muy costoso y todo es a pulmón. No es fácil seguir adelante, pero decidimos hacerlo hasta el final. Y si es necesario, seguiremos parando y generando dinero para seguir avanzando”, asegura Gabriel.

   En estos once meses de misión solidaria, ya ayudaron a ocho comunidades en ocho países y unas 2 mil personas. En el horizonte quedan Ecuador, Perú, Bolivia, el sur de Brasil, Paraguay y, por fin, Argentina, con Mayor Buratovich como último destino.

   Si cuando viajaba hacia el norte en moto, Gabriel estaba apurado porque el invierno no lo alcanzara en Alaska, esta vez será una carrera contrarreloj hasta el 18 de febrero: quiere estar en el pueblo el día de su cumpleaños número 35, para festejarlo con los suyos después de casi tres años de ausencia.

   “Todavía tenemos un gran trayecto, pero queremos llegar a Argentina para fin de febrero. Hace mucho que no veo a mi familia ni a mis amigos, y ya estoy extrañando mucho”, confiesa.

   A partir de ahí, hay varias ideas: pasar tiempo con los suyos, recorrer algunos lugares del país junto con Andrew y habilitar un comedor comunitario para los chicos del pueblo con los recursos que le queden de esta cruzada

   “Soy un afortunado que tuvo la posibilidad de viajar y estudiar en la universidad, y voy a dedicar mi tiempo y dinero (y de quienes quieran colaborar) para abrirlo”, cuenta.

   El fin de 2019 encontrará al grupo en Mompiche, una playa en Ecuador; los primeros días de 2020, a bordo de la camioneta con rumbo a alguna población en Perú, para seguir con su cruzada solidaria. Todavía les queda mucha América Extrema por descubrir antes de llegar a Buratovich, y que la rueda vuelva a girar. 

   ¿O hay alguien que piense realmente que se van a quedar quietos?

 

Una plataforma de aventuras devenida en solidaria

 

América Extrema surgió hace años como una plataforma multimedia online para compartir experiencias de viajes, aventura, deportes extremos y naturaleza.

Pero conforme fue pasando el tiempo, Gabriel entendió que el propósito de la página era dar a conocer también la parte intestina de un continente lleno de desigualdades, contradicciones, gente solidaria a cada paso e historias que valían la pena contarse.

Para este regreso al país, se estableció un sistema de voluntariado, y también se ofrece la posibilidad de colaborar económicamente mediante una cuenta en el US BANK, 10368588976, o con PayPal en www.paypal.me/AXsolidaria.

Más información en América Extrema Solidaria, a través de Facebook o Instagram, o ingresar a  www.americaextremasolidaria.com. También se puede escribir a americaextrematv@gmail.com.

 

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