Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Gabriel, La Tordilla y una aventura por todo el continente

En moto, unirá su Mayor Buratovich con Alaska. Serán casi 40 mil kilómetros y unos 15 meses de viaje.
Gabriel Olivieri, tomando unos mates en La Nueva., antes de comenzar su travesía. Foto: Facundo Morales - La Nueva.

Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com

   Gabriel Olivieri es de esas personas que reciben el mate y se olvidan que lo tienen en la mano; no lo suelta. Habla, cuenta cosas, se entusiasma, se ríe, y el mate continúa en su mano; toma aire, da un último sorbo con ruido, lo devuelve y sigue hablando, a la espera del siguiente.

   Va de un lado al otro: de las Rocallosas hasta Tierra del Fuego; de la pobreza de Haití al magnetismo del sur yanqui y la mítica ruta 66; de su amor por la supervivencia, a cocinar tortafritas o empanadas en cualquier pueblo perdido de Latinoamérica para poder seguir camino.

   Nacido y criado en Mayor Buratovich, rubio, ojos claros, 32 años, reconoce a regañadientes que esa condición lo ha ayudado a abrirse paso en sus viajes a través de la América Extrema, ese continente en el que conviven por doquier las contradicciones, los contrastes, la solidaridad y la naturaleza salvaje.

   Hoy, esa misma América es la que lo vuelve a llamar: la que en su momento recorrió casi entera de norte a sur en un viejo Nissan junto a un sobrino y dos sudafricanos, y que ahora quiere conocer partiendo desde su punto más austral, en Ushuaia, para llegar a Alaska, la denominada frontera final del continente.

   Serán un año y tres meses de viaje en moto, a bordo de una Honda Tornado 250cc -La Tordilla, para los amigos- modificada para soportar los avatares de 40 mil kilómetros de un trayecto que, más que para ser terminado, es para ser disfrutado.

   A los 10 mil kilómetros ya recorridos por el sur de nuestro país y Chile entre noviembre y diciembre pasado, en los próximos meses se sumarán la Mesopotamia argenta, la costa atlántica brasilera, el Amazonas en ferry hasta su nacimiento, Colombia y el paso hacia Panamá en barco, la América Central sabrosa e insular (¡chico!), las costas mexicanas del Atlántico y del Pacífico, y el invierno estadounidense en Colorado. Ya en la primavera del hemisferio norte llegará la parte final del recorrido, con lo que queda del oeste de Estados Unidos, Canadá y, por fin, Alaska. Allí se terminan las certezas: todo puede pasar.

   “En el viaje voy a tratar de desarrollar al máximo la colaboración entre países y personas. Por eso no hay que limitarse. Esa es la idea de América Extrema: aventura y viajes con los recursos que puede tener cualquiera y la colaboración de la gente que uno va cruzando por el camino”, cuenta.

   Según Gabriel, hay dos cosas principales a tener en cuenta en este tipo de cruzadas personales: viajar es un proceso educativo alternativo y complementario a lo convencional -”lo que se aprende en la ruta no está en los libros ni lo dicen en las aulas”- y “todo el mundo tiene ganas de ayudarte con tu sueño”.

   Para él, los Zapp, la familia trotamundos por excelencia de nuestra región, son un claro ejemplo a imitar: quien quiera viajar debe hacerlo, sin dejarse vencer por los recursos o el tiempo; la calidez y el amor que se recibe de los demás durante el trayecto hacen el resto.

   “Ellos salieron de acá con poca plata y antes de los 100 kilómetros se les rompió el auto... Y ya llevan 17 años recorriendo el mundo”, resume.

   ¿Por qué Alaska? Porque antes de lanzarse a recorrer el resto del planeta, Gabriel siente que tiene que conocer su continente; porque es la zona más agreste y salvaje del territorio, donde se encuentran los animales más grandes; y porque, en definitiva, es el fin de América, la última frontera hacia el norte.

   “Lo que venga después, se verá. Puedo dejar la moto allá, venir un tiempo a Mayor Buratovich y después volver para seguir viaje hacia Kamchatka y Asia; o traer la moto, volver allá, comprar otra moto y arrancar de nuevo a través del estrecho de Bering. Todavía no lo decidí”, reconoce.

   Los tiempos del viaje son por demás extensibles y permanentemente sujetos a modificaciones. Cualquier excusa es válida para estar un día más en cualquier punto recóndito y olvidado por Dios y, por supuesto, todo viajero que se quiera sumar al recorrido es más que bienvenido.

   En La Tordilla, su compañera de viaje, casi no queda lugar libre: sobre el volante hay un soporte para poner los dos celulares/GPS/cámara/mp3/radio y demás que usa en el viaje, además de un protector frontal; se reformó la parte trasera de la moto para poner el equipaje, las herramientas y otros bártulos; sobre el motor se soldó un soporte para poner y descansar las piernas; y el asiento tiene rellenos extra y con abrojos para soportar mejor los kilómetros por venir.

   La carga es variada, y suma unos 100 kilos: hay repuestos para la moto, cocinita con gas, conservadora, alimentos, olla, sartén, jarro para calentar agua, equipo de mate, bolsa de dormir, carpa, funda para la moto, hamaca paraguaya, bidón con combustible extra y dos cámaras de repuesto, como para empezar a contar. ¿Ropa? Lo justo y lo necesario, nada más.

   El dinero es toda una cuestión. Los cálculos de Gabriel estiman un gasto mensual y -bien- gasolero de unos mil dólares, siempre dependiendo del lugar y del país en que se encuentre.

   La idea es ir trabajando en distintos lugares para recaudar algún extra: en la Fiesta del Surubí, en Corrientes; en Bogotá, junto a uno de los amigos que lo va a recibir; en un fishing resort en México, y en la temporada invernal en Estados Unidos. En resumen: donde sea necesario.

   El alojamiento en cada punto del viaje es variado: se puede armar la carpa en algún lugar; quedarse con amigos en una ciudad; conseguir donde pernoctar a través de la red de hospedaje Couchsurfing (www.couchsurfing.com); o puede buscar un hostel. El problema es dónde dejar la moto, sobre todo a resguardo de manos peligrosas.

   “Ese es prácticamente el mayor problema. El alojamiento normalmente no se paga, pero hay que colaborar con la comida o tener algún gesto para aquel que te recibe. Muchas veces, te las arreglás con dos árboles y la hamaca paraguaya”, cuenta.

   Con toda América por delante, Gabriel no quiere adelantarse ni pensar en supuestos ni proyectar un “¿qué pasaría si..?”. Tiene fechas tentativas, visa en orden y la idea de estar en Estados Unidos antes del invierno del norte; pero ni siquiera sabe si la política Trump lo va a dejar entrar. El 18 de febrero, cuando cumpla 33, planea estar en Colorado, rodeado de nieve.

   En medio de todo esto se encontrará con los sudafricanos con que viajó hace años hasta Buratovich y compartirá con ellos unos kilómetros; tratará de conocer las islas del Caribe -”principalmente Cuba, antes que la política cambie todo”- e intentará llevarse bien consigo mismo durante incontables kilómetros de ruta y soledad.

   “El viaje entero es una incógnita, y soy una persona que no planifica mucho -resume-. Tengo armado lo mínimo indispensable para viajar seguro y llegar a destino; pero no quiero adelantarme, porque es la primera vez que voy a hacer solo tantos kilómetros, y todo puede pasar”.

Una locura de seis meses en un Nissan '87

   No es la primera vez que Gabriel intentará una travesía así. En 2012 unió las Rocallosas, en Estados Unidos, con Mayor Buratovich a bordo de un viejo Nissan modelo 87, en poco menos de seis meses, junto a un sobrino y dos sudafricanos que había conocido trabajando en un hotel.

   Pero su pueblo no fue el punto final. Una vez en Buratovich, los cuatro viajeros siguieron viaje hacia el sur del país, por Bariloche, los Siete Lagos y Esquel. Desde allí, fueron a la Fiesta de la Cerveza en General Belgrano (Córdoba), siguieron de pesca por Entre Ríos y llegaron a Capital Federal.

   “En todo ese viaje le hice unos 30 mil kilómetros, además de los 20 mil que ya le había hecho en Estados Unidos. ¿Qué pasó con el Nissan? Se lo terminó llevando la grúa en Capital; hoy probablemente esté tirado en algún playón”, cuenta Gabriel.

   El auto se perdió, pero la gente no: su sobrino acaba de ser padre en Capital Federal; Russell, uno de los sudafricanos, es ingeniero y se encarga de reparaciones complejas en grandes embarcaciones; Ross se enamoró en Panamá, y después de terminar sus estudios, volvió allí para casarse. Los tres siguen en contacto, seguramente compartan algunos kilómetros en este viaje y piensan hacer una nueva travesía cuando se cumplan diez años de la primera.

   ¿Qué habían pensado todos cuando Gabriel había propuesto unir las Rocallosas con Buratovich? “Este tipo está loco”.

Para no perderse

En Facebook. Hace años, junto a un amigo Gabriel creó la fanpage América Extrema en Facebook, donde cuelga varias cosas de sus viajes, además de una suerte de bitácora para seguir la travesía de cerca.

Concepto. Sin embargo, América Extrema es un concepto que se refiere a las desigualdades climatológicas, económicas o políticas que puede haber en pocos kilómetros en el continente.

Dónde anda. Por estos días, Gabriel está recorriendo la Mesopotamia, más precisamente Entre Ríos. Después se dirigirá a Goya (Corrientes)para estar presente en la Fiesta Nacional del Surubí, y después seguirá a Cataratas.