Cuando se apaga el fuego panamericano: crónica de mi última noche en Paraguay
Los Juegos cerraron su capítulo entre abrazos y festejos, con la satisfacción de haber sido hogar de un evento que unió deporte, cultura y celebración.
Periodista y técnica en Comunicación Digital. Desde 2022, integra el equipo de redacción de La Nueva., donde cubre eventos sociales y políticos a nivel local, regional y nacional para la edición impresa y digital.
El frío me sorprendió en Asunción. Un día antes habíamos soportado 40 grados con humedad, y de repente, la noche del sábado bajó a casi 10. Ese contraste acompañó la clausura de los II Juegos Panamericanos Junior, a la que llegué con abrigo justo y con ganas de vivir el último capítulo de dos semanas intensas.
La ceremonia comenzó con el desfile de delegaciones. Los argentinos Vicente Vergauven y Paulina Barreiro llevaron la bandera nacional tras conquistar ocho medallas en canotaje entre ambos. Sus sonrisas resumieron lo vivido en estos Juegos: esfuerzo y recompensa.
El himno local, interpretado por Jazmín del Paraguay, se combinó con fuegos artificiales, bailarines y una puesta coreográfica que dio color al arranque. "¡Viva el Paraguay!", gritó con entusiasmo Camilo Pérez López Moreira, presidente del Comité Olímpico Paraguayo, quien obvió el discurso protocolar y se lanzó a la improvisación.
Minutos más tarde, el audiovisual "Seremos Leyenda" repasó en imágenes las competencias, rostros y emociones de los días previos. Luego llegó el turno cultural con "Paraguay, Tierra del Encanto", donde el grupo Tierra Adentro, Susan Saldívar y bailarines folklóricos mostraron parte de la identidad local.
En su discurso, Neven Ilic, presidente de Panam Sports, agradeció la hospitalidad paraguaya y dejó un mensaje a los jóvenes atletas: "Si siguen trabajando y esforzándose, serán los más grandes del mundo. El secreto está en soñar".
La formalidad incluyó el himno de Panam Sports, el arriado de banderas y el traspaso de la sede. Aunque sin confirmación oficial de cara a 2029, en los pasillos se mencionaba con insistencia a México como posible próximo destino.
El apagado del fuego panamericano marcó el cierre solemne, acompañado por once bailarines contemporáneos que escenificaron la despedida. El silencio del público reforzó ese momento.
La música retomó el ambiente festivo. Rombai subió al escenario con algunos problemas de sonido, pero logró hacer bailar a los presentes. Más tarde, DJ Faro y más de sesenta bailarines urbanos le dieron un cierre dinámico. Las mascotas Tito y Tika aparecieron al final, generando sonrisas y distensión, como fue costumbre.
La cobertura no fue sencilla: faltó información oficial y, en muchas ocasiones, se trabajó a contrarreloj. Esa noche también hubo desorganización en horarios y accesos, lo que obligó a resolver varias situaciones sobre la marcha.
Al terminar, los voluntarios tuvieron su fiesta en el COP Arena (el escenario utilizado por el vóleibol). Yo, en cambio, terminé en un bar con colegas guaraníes, uruguayos y peruanos. Entre charlas y brindis, la madrugada pasó rápido y, a las dos de la mañana, ya estábamos rumbo al aeropuerto. Con escala en Buenos Aires, llegamos al mediodía a Bahía Blanca, cansados pero con la sensación de haber cubierto algo único.
Así se despidieron los Juegos Panamericanos Junior de Asunción: con calor humano pese a los extremos del clima, con jóvenes que demostraron que soñar en grande es posible y con una clausura que, si bien fue más discreta y breve que lo habitual, cerró otro capítulo importante del deporte continental.