“El plástico no será reemplazado, pero puede ser mejorado”
“La falta de acuerdo fue una mala noticia política, pero un mal acuerdo también lo hubiera sido”, sostuvo el Dr. Andrés Arias, investigador de la UNS-Conicet, quien asistió a la negociación donde se debatió el primer tratado mundial para controlar la contaminación.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
El fracaso de las negociaciones para establecer un instrumento global que ponga fin a la contaminación por plásticos no parece ser la peor noticia a la hora del balance del Dr. Andrés Arias, investigador de la Universidad del Sur-Conicet, quien participó de las reuniones desarrolladas en la ciudad suiza de Ginebra.
“Aunque políticamente fue un revés, desde el punto de vista científico no resultó tan negativo. Está claro de que un mal acuerdo que ignorara puntos cruciales también habría sido perjudicial, ya que los objetivos científicos esenciales están aún en discusión”, sostuvo.
“La intención era lograr el primer tratado global para controlar la contaminación plástica en el mundo. La fase estaba concebida como la ronda final para conseguir un acuerdo histórico y jurídicamente vinculante”, dijo Arias, en diálogo con La Nueva.
El experto indicó que el problema es el ciclo de vida de los materiales y que países como la Argentina, aunque no sean grandes productores, tienen un alto consumo y carecen de regulaciones adecuadas para la gestión de los residuos y del reciclaje.
“El objetivo científico es mejorar la sostenibilidad y la seguridad del plástico, no reemplazarlo por completo, sobre lo cual se trabaja, por ejemplo, en instituciones como la UNS-Conicet”, afirmó.
—¿Por qué no se llegó a un acuerdo en Ginebra?
—La experiencia resultó un fracaso a nivel de tratado e, incluso, así fue tildada por muchos medios especializados y por los propios países. Este proceso de generación de un instrumento global comenzó con un mandato de la asamblea general de las Naciones Unidas de marzo de 2022. Se establecieron cinco reuniones presenciales y la última sesión en Suiza (la 5.2, extensión de la quinta) se mantuvo en vilo hasta el último día.
“El problema principal fue el espíritu de negociación planteado por el presidente de las sesiones, el ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, que exigía una unanimidad total. Es decir, solo lo que contara con el consenso de todos los países quedaría en el texto definitivo. Eso no se logró y no hubo acuerdo”.
—Desde la óptica científica, ¿cuáles son los temas que resultaron más controversiales?
—Aunque la falta de acuerdo fue una mala noticia política, hay que decir que un mal acuerdo también lo hubiera sido, porque no contemplaría los puntos críticos necesarios para poner fin a la contaminación plástica, según lo que marca la ciencia. Dos de los artículos más polémicos y con menos acuerdo son, por ejemplo, el Nº 6, que tiene que ver con el abordaje de una producción sin límites o el modelo actual de plástico virgen, y el Nº 3, que trata sobre el universo de químicos utilizados en la elaboración de plásticos. Otro aspecto controversial es el artículo sobre Human Health, referente a los efectos de los plásticos en la salud humana.
—Más allá de la negociación política, ¿cuál es el objetivo que persiguen los científicos?
—Lo que se pretende es que el acuerdo global incluya lo que los estudios científicos mundiales plantean como necesario abordar para resolver la problemática. El tema es complejo y no solo de gestión de residuos, sino que tiene que ver con el ciclo de vida de los materiales: la forma en que se produce, cómo se gestiona su vida útil y cómo se desecha.
“La problemática en la Argentina se relaciona con la carencia de grandes estructuras de reciclaje, de gestión de residuos y de relleno sanitario”.
“Actualmente, la producción de plástico a nivel mundial es desenfrenada. Aunque existe una gran diversidad de producción entre países, el consumo está bastante igualado: los países llamados de Primer Mundo consumen alrededor de 80 kilos por persona por año y los menos industrializados, los de Tercer Mundo, consumen entre 60 y 70 kilos. Y con una tasa en aumento.
“El problema es que los mecanismos de reciclado no llegan a cubrir esta demanda. El dato es que seis de cada 10 kilos que se producen terminan siendo desecho, enterrados o depositados en vertederos a cielo abierto”.
—¿Cómo se posiciona la Argentina en este contexto?
—Nuestro país se ubica en esta descripción y, aunque no es un gran productor de plásticos, sí elabora algunas resinas y es uno de los primeros productores de Latinoamérica. Sin embargo, la región en general produce poco plástico en comparación con otros países.
“En cuanto al consumo, la Argentina y Latinoamérica se encuentran en una tasa de consumo de entre 50 y 60 kilos de plástico por persona por año, lo cual es un aumento dramático respecto a los 7 kilos que se consumían a inicios de la década del 80”.
—¿Cuál es la problemática nacional?
—Se carece de grandes estructuras de reciclaje, de gestión de residuos y de relleno sanitario. Por ejemplo, muchas aguas de efluentes urbanas terminan en cuencas acuíferas sin tratamiento, o con tratamiento insuficiente. Hay buenas intenciones, como erradicar los basurales a cielo abierto; sin embargo, la Argentina es uno de los países que menos regulaciones nacionales tiene en términos de distribución y producción de plástico.
“Aunque hay más de 80 regulaciones a nivel municipal, como la prohibición de sorbetes o bolsas, no resuelven el problema de fondo. Existen proyectos, como la responsable extendida al productor para recuperar botellas o esquemas de depósito para devolución de envases, pero solo hay una ley nacional, sobre fitosanitarios, que no es obligatoria. Un tratado global podría impulsar las regulaciones necesarias en la Argentina, ya que hoy nos encontramos detrás de los países vecinos”.
—¿Existe la intención de la ciencia para reemplazar el plástico? ¿O de buscar una suerte de plan B para reducir la producción?
—La intención, ni del acuerdo ni del espíritu científico, es reemplazar el plástico. Ahora, la premisa es que el plástico no va a ser reemplazado, pero sí puede ser mejorado a partir de producirlo de forma segura, con enfoque en la seguridad química para quienes estén en contacto y más reciclable de lo que es actualmente. El estado de confort actual y la demanda de la estructura industrial no plantean volver hacia atrás, sino avanzar de una manera más sostenible.
El sistema científico multidisciplinar de la UNS
“Desde la Universidad Nacional del Sur se trabaja en muchos aspectos respecto de la problemática del plástico. Se concreta a través de un sistema científico multidisciplinar”, admitió Arias.
Los aportes abordan:
—Producción y alternativas: el desarrollo de nuevos polímeros y la mejora del producto plástico en general.
—Reciclado: hay grupos trabajando en tecnologías de reciclado para hacerlas más eficientes, consumir menos energía y agua, y que sean más factibles de instrumentar a gran escala.
—Seguridad y distribución: se trabaja en ecotoxicología para medir cuán tóxico es un plástico y para determinar cómo está distribuido en diferentes campos, como el marino, agrícola y ganadero.
Actualmente, Arias se encuentra en Xiamen, provincia de Fujian, lanzando una cooperación científica entre la Argentina y China, en particular en el Instituto de Ambiente Urbano (UEI) de la Academia China de Ciencias (CAS).
“En esta alianza estamos investigando los desafíos de los plásticos y contaminantes orgánicos, estudiando su movilidad y propagación a través de partículas de origen biológico. Se trata de un paso crucial para entender y proteger nuestros ecosistemas”, aseguró.
Arias es investigador independiente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y profesor del Departamento de Química de la Universidad Nacional del Sur (UNS).
También es asesor en Naciones Unidas (PNUMA) para el Comité Internacional sobre Basura Marina y Microplásticos y miembro del Grupo de Trabajo 40 (Basura marina plástica y microplásticos) del Gesamp (Grupo Global Mixto de Expertos sobre los Aspectos Científicos de la Protección del Medio Marino).
Se especializa en temas océanico-ambientales, abarcando, entre otros, el transporte y destino de hidrocarburos, plásticos, microplásticos y otros contaminantes en el mar argentino e incluyendo su ingreso a las especies marinas (peces, aves y moluscos bentónicos).