Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El estrés y sus consecuencias en la vida sexual

   Mucho se habla sobre el estrés y sus consecuencias en la salud. Las presiones laborales, preocupaciones económicas, el cuidado de los hijos, la incertidumbre por el futuro o la angustia y la ansiedad afectan notablemente a nuestro organismo provocando un estado de estrés continuo. 

     Los cambios producidos en los últimos tiempos, el uso de las redes, la manera en que manejamos la información y los compromisos sociales, entre otros factores, también inciden en la calidad de vida, provocando un aumento sostenido del nivel de estrés.

   Pero las manifestaciones del estrés van más allá de la irritabilidad, la sensación de nerviosismo, la tensión muscular, acidez, pérdida de memoria o impaciencia excesiva, entre otros síntomas. También afecta y altera nuestra vida sexual.

   Este no es un fenómeno nuevo. Algunos estudios afirman que ya en la prehistoria existía un estrés momentáneo, que aparecía y desaparecía muy rápidamente. En cambio, en la actualidad nos enfrentamos a un estado de estrés sostenido o que suele ir en aumento.

   El modo en que el estrés incide sobre nuestra sexualidad es similar al de las otras áreas de la vida. Sin embargo hay una diferencia y es que no solemos darnos cuenta. 

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   A veces, cuando nos percatamos de su incidencia puede ser tarde, ya que puede transformarse en una disfunción sexual asociada al estrés. Por ejemplo, la falta de deseo, la anorgasmia, eyaculación precoz o disfunción eréctil.  

   Algunos especialistas manifiestan que el aumento de cortisol disminuye la producción de hormonas como la progesterona y la testosterona, ocasionando una disminución del deseo. 

   Incluso, este aumento de cortisol puede provocar, en algunas mujeres, que su ciclo menstrual altere el ritmo o directamente desaparezca.  

   También puede ocasionar problemas de pareja si tenemos en cuenta que durante el acto sexual la demanda de entrega plena es casi imposible en una persona con altos niveles de estrés.

   Sexualidad placentera y estrés no suelen ir de la mano. Por el contrario, no es recomendable utilizar los encuentros sexuales para reducir el estrés, porque podría terminar siendo frustrante y ocasionar un problema mayor con el transcurso del tiempo. 

   Como siempre, lo mejor es fortalecer la comunicación con la pareja, sin culpas ni vergüenzas. El contacto de los cuerpos, las caricias o abrazos, sin la obligación de terminar en el coito puede ser mucho más terapéutico para disminuir el estrés que forzarse a una relación sexual insatisfactoria.

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   Para los especialistas es muy importante tratar de reconocer cuándo estamos transitando un período de estrés elevado, ya que es un problema que puede superarse si se detecta a tiempo. 

   Existen técnicas terapéuticas que pueden contribuir a mejorar la calidad de vida y por carácter transitivo, la vida sexual.

   Entre ellas podemos mencionar los ejercicios de relajación o el mindfulness, también llamado atención plena o conciencia plena. La meditación también ayuda a identificar las emociones negativas y los signos de estrés a través de la terapia cognitiva.

   Pero, fundamentalmente, se debe redimensionar la importancia de la vida sexual para que el estrés no se convierta en un enemigo que impida el disfrute.