Bahía versus Sirio: una derrota de oro
El equipo bahiense le jugó de igual a igual a uno de los equipos más poderosos de la época
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 55 años, en septiembre de 1970, se jugó la revancha entre el Sirio de Brasil, flamante campeón Sudamericano de básquetbol, y el seleccionado bahiense.
No siempre es grato evocar derrotas deportivas, pero a veces merecen ser rescatadas porque incluso en esa condición conforman una actuación maravillosa que no merece olvidarse.
La noche anterior había sido de gloria para el local, que se impuso por 73 a 72 en el Casanova, con 17 puntos de Fruet y 21 de Ugozzoli. Alberto "Beto" Cabrera, que había tenido una noche modesta (9 puntos), anotó el doble del triunfo.
Pero la leyenda de Beto no se apoya en mitos, consciente de su bajo rendimiento, a primera hora del día siguiente estaba entrenado.
La revancha fue una noche de puro básquetbol, vibrante, emotivo, de juego y garra. Sirio salió dispuesto a revertir la historia luego de asumir que los "amistosos" no corrían en Bahía.
Con sus titulares en cancha y mucha altura, manejó el partido desde el inicio y sólo Cabrera logró que el marcador no fuera tan desventajoso. El primer tiempo dejó en claro las cosas: Sirio 41, Bahía 25.
En la segunda etapa, Bill Américo Brusa, técnico local, arengó al equipo y buscó revertir el resultado con marca personal toda la cancha. Creció Fruet en ataque, ayudó Ugozzoli y Cabrera no dejó de crear. Cuando Cortondo y Ojunián sumaron sus fuerzas, el equipo de Brasil fue desbordado.
Ahí estaban los nuestros escribiendo a puro oficio su historia. A segundos del final, Bahía se puso un doble abajo (58-60). Pero esta vez no alcanzó. El base brasileño, Mosquito, dribleó, fue y vino y se las arregló para retener la bola hasta el silbato final.
Ganó Sirio. Un cerrado aplauso saludó --como siempre-- la actuación de los locales.
Noches inolvidables del deporte de los cestos, que también con derrotas forjaron nuestra identidad.