Bahía Blanca | Domingo, 21 de diciembre

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Nuevo Sol: tres décadas de inclusión, trabajo y sabor en Bahía Blanca

El Taller Protegido y Panificadora ubicado en Italia 247 cumple 30 años formando y acompañando a personas con discapacidad intelectual. Con 25 operarios, maestros panaderos y un equipo de profesionales y voluntarios, la institución se ha convertido en un ejemplo de integración y compromiso comunitario.

Los chicos de Nuevo Sol con la producción de pan dulces. Fotos: Andrea Castaño - La Nueva.

La Panificadora “Nuevo Sol”, más conocida como “La Pani”, es hoy un símbolo de inclusión y esfuerzo colectivo en Bahía Blanca. Fundada en 1993 a partir de un curso de panificación impulsado por la Comisión Municipal del Discapacitado, se transformó en un taller protegido único en su rubro. “La Pani existe gracias a una necesidad, al esfuerzo de un grupo de personas y, por qué no, a la casualidad”, afirma su presidente, Alberto Rantucho, quien estuvo presente en los inicios y hoy continúa liderando la institución.

Alberto Rantucho y la gente del Taller

En su sede de Italia 247 funcionan tanto el taller como el local de ventas al público. Allí, 25 operarios con discapacidad intelectual se capacitan y desarrollan tareas de producción, pesaje, envasado y sellado de productos, bajo la supervisión de dos maestros panaderos y un equipo interdisciplinario compuesto por una trabajadora social, una coordinadora, una psicóloga y personal administrativo. A este plantel estable se suma un grupo de voluntarios cuya colaboración es vital. “Gracias a los voluntarios podemos desarrollar tareas que de otro modo no alcanzaríamos a hacer. El día del voluntario es para nosotros una fecha trascendental, porque tenemos un grupo muy interesante que trabaja determinados días de la semana”, destaca Rantucho.

Los productos de La Pani son reconocidos por su calidad y sabor. Entre los más destacados se encuentran las roscas y los pan dulces, elaborados en tres variedades: con chips de chocolate, con fruta escurrida, nueces y pasas de uva, y con frutos secos. “Son tres variedades que están a disposición en el local de venta o por encargo. En algunos años hemos llegado a producir hasta 6.000 pan dulces, lo que demuestra el esfuerzo y la capacidad de nuestros operarios”, explica Rantucho.

La trayectoria de la institución ha sido acompañada por empresas e instituciones locales que valoran sus productos y su misión social. “Nuestros productos son muy considerados por las instituciones y las empresas, y eso nos favorece. Lo que tratamos siempre es de difundir que en Bahía Blanca existen espacios de contención para personas con discapacidad, que lamentablemente escasean”, señala el presidente.

El origen de La Pani se remonta a la década del 90, cuando la Comisión Municipal del Discapacitado creó una subcomisión de salida laboral. El primer curso de panificación se dictó en la Capilla del Buen Pastor, y el entusiasmo de los alumnos y sus familias llevó a plantear la creación de un taller protegido. “No se conocían talleres que se dedicaran a la panificación, pero nada nos detuvo. Viajamos a conocer experiencias en otros lugares y decidimos apostar por este proyecto. Hoy podemos decir que fue la mejor decisión”, recuerda Rantucho.

Listos para salir a vender

A lo largo de tres décadas, La Pani se consolidó como un espacio de pertenencia y aprendizaje. “Aquí se crean hábitos y experiencias laborales que muchas veces derivan en oportunidades en otros ámbitos. No necesariamente se integran en panificación, pero sí adquieren herramientas para desenvolverse en distintos trabajos”, explica.

La mejor atención en Nuevo Sol 

La Comisión Directiva, integrada por padres y vecinos, junto con el personal y los voluntarios, sostienen día a día la misión de la institución: brindar capacitación, contención y oportunidades a personas con discapacidad intelectual. “Para muchos, La Pani es como una segunda casa. Y para la comunidad, es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando hay compromiso y solidaridad”, concluye Rantucho.

En este aniversario, el mejor homenaje es visitar el local de Italia 247, comprar sus productos y comprobar la capacidad y el esfuerzo de quienes hacen posible que cada factura, grisín o pan dulce sea mucho más que un alimento: sea también un símbolo de inclusión y esperanza.