Bahía Blanca | Viernes, 26 de septiembre

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Jóvenes bahienses redefinen el trabajo: prefieren más flexibilidad e independencia

Un relevamiento local muestra cómo los nacidos a mediados de los años 90 priorizan el equilibrio personal, la autonomía y el sentido de sus proyectos por sobre los esquemas laborales clásicos.

Los jóvenes no se conforman con un sueldo si no hay sentido en lo que hacen. Fotos: Rodrigo García-La Nueva.

La Generación Z está transformando el concepto de trabajo y Bahía Blanca no escapa a esta tendencia. Un estudio de Belfiore Consultora, realizado con 150 jóvenes de la ciudad, revela que quienes nacieron entre 1997 y 2012 buscan caminos distintos. Prefieren emprender, desarrollarse por cuenta propia o dedicarse a profesiones técnicas, en lugar de depender de empleos tradicionales. Para 2030, se calcula que constituirán casi un tercio de la fuerza laboral argentina, marcando de manera evidente cómo será la relación de los jóvenes con su actividad profesional.

Actualmente, menos de la mitad participa activamente en el mercado laboral. Solo el 22 % tiene empleo formal, el 23 % trabaja de manera informal y el 13 % se desempeña como autónomo. Otro 5 % realiza pasantías, mientras que un 20 % no tiene ocupación y un 19 % nunca ingresó al ámbito profesional. 

La edad incide de forma notable: entre quienes tienen entre 26 y 30 años, la inserción en empleos formales alcanza el 38 %, mientras que siete de cada diez de entre 18 y 21 años no han trabajado o nunca tuvieron experiencia laboral. 

También se observan diferencias de género, dado que la mitad de las mujeres realiza alguna actividad económica, más que sus pares masculinos.

La formación académica sigue siendo determinante, aunque no asegura que los conocimientos se apliquen en el trabajo cotidiano. El 65 % de quienes se graduaron posee ocupación formal, mientras que la mitad de los estudiantes nunca tuvo contacto con un empleo remunerado. Entre quienes no cursan estudios, uno de cada dos se gana la vida de manera independiente, creando oportunidades donde puede. 

Sin embargo, muchos no aprovechan todo lo aprendido: la mitad utiliza regularmente lo adquirido, un 21 % lo hace de forma parcial y un 26 % afirma que su puesto no requiere habilidades vinculadas con su carrera. En este contexto, las pasantías funcionan como un puente entre la educación y la actividad profesional, aunque no logran cubrir a todos.

Quienes trabajan enfrentan sobrecarga y exigencias constantes. La mitad percibe que realiza demasiadas horas o tareas intensas, lo que afecta su salud física y emocional. Entre las mujeres con empleo formal, el 67 % reconoce que su labor les roba energía para otras responsabilidades o intereses. Esta situación refleja que, aunque jóvenes, muchos sienten la presión de un sistema laboral que todavía no comprende sus prioridades ni respeta sus límites.

Al mismo tiempo, buscan equilibrio, independencia y propósito. No se conforman con un sueldo si no hay sentido en lo que hacen. El 74 % prioriza la estabilidad financiera y el 70 % valora el tiempo libre y la calidad de vida. Más de seis de cada diez abandonarían un trabajo bien remunerado si las tareas no los motivan. Prefieren cumplir objetivos concretos y medir resultados, en lugar de ajustarse a horarios rígidos sin significado. Muchos aspiran a integrarse en organizaciones con impacto social, donde su desempeño contribuya a algo más grande que la ganancia económica.

En cuanto al liderazgo, la jerarquía pierde importancia. La mayoría valora a quienes inspiran, acompañan y toman decisiones claras, más que a quienes sólo imponen autoridad. El 76 % identifica a un líder con estas características en su entorno, especialmente entre quienes trabajan de forma informal. La resolución y la empatía son las cualidades más apreciadas, y siete de cada diez se consideran capaces de liderar, sobre todo en contextos académicos o proyectos propios. La autoridad formal deja paso a la coherencia, el compromiso y la capacidad de generar confianza.

El informe deja un mensaje contundente para las organizaciones. Para atraer y mantener a esta generación es necesario ofrecer flexibilidad, autonomía, oportunidades de desarrollo y espacios que promuevan el bienestar emocional. La Generación Z no quiere adaptarse a estructuras heredadas, sino construir nuevas formas de vincularse con el trabajo, combinando seguridad económica, libertad y sentido de realización.

Lo que hoy parece un quiebre generacional será, en pocos años, la nueva normalidad del mundo laboral.