Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

Camiones descartan comida en mal estado en una zona cercana a la estación de trenes

Ese y otro punto estratégico de la ciudad sirven para acaparar los residuos. Mucha gente con necesidades se acerca a buscar productos.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Lo que hasta hace unos días era un prolijo terreno baldío situado a poco más de diez cuadras del centro bahiense, ahora se transforma en un basural de paso, un punto no oficial para descargar los desechos de las arterias principales inundadas de Bahía Blanca.

El escenario es impactante. Un camión volcador ejecuta la tarea con celeridad y la gente con necesidades se apresura en recoger. No se trata de seleccionar, sino de ganarle al vecino, de acopiar todo lo que se pueda lo más rápido posible.

El camión descarga y se aleja. Son bolsones enormes cuidadosamente cerrados con comida en mal estado. Si no están vencidos, están al límite. Lo preocupante son aquellos productos provenientes de heladeras donde se cortó la cadena de frío.

"Esto está frío, tocalo", desafía uno de los que arremeten con furia para cargar un par de hormas de queso de grandes dimensiones.

Lo mismo ocurre con los fiambres envasados. El sello característico de una marca conocida se observa con nitidez entre los brazos de una persona joven que se aferra con ganas a un jamón cocido. 

La escena se repite con otros fiambres y quesos; envases con salchichas, sachets y cajas de leche, bidones con jugo de distinta índole y productos no perecederos de las marcas más conocidas.

El baúl de un auto está listo para recepcionar sin reparar en el orden. "Hay que apurarse, porque en un rato no queda nada", dice quien, asegura, es el propietario del vehículo. 

"Es mi segundo viaje y para esta noche, a las 20 (por ayer) estamos esperando que nos traigan carne", afirma, con total soltura, ilusionado con poder abastecer a su barrio, según contó, en inmediaciones a la Terminal de Ómnibus.

La bici y un par de motos también sirven para escapar rápido del lugar con algunos productos. Y un carro, de los que recogen cartones, maderas, plásticos y vidrios, esa vez le dio paso a un tesoro más preciado. 

La otra movida es más tranquila. Mujeres dialogando por un par de rollos de tela que están manchados por el barro.

"Los lavamos y quedan como nuevos... La negra es recuperable, la tela clarita es más difícil, pero va a quedar bien", asegura, sonriente, una madre que tiene a su hija apostada sobre un pequeño colchón donde se divierte de cara al sol.

El resto, los menos, cargan bolsos y mochilas. Hasta los bolsillos son aliados para determinados productos.

En pocos minutos el sitio retoma su forma original. Una pila de residuos asoma a lo largo de todo el baldío sobre una de las arterias. En el otro extremo hay palas cargando camiones de empresas que tomaron la decisión de colaborar.

"Son de las empresas dando una mano, todos nos pusimos el overol", dice Sandor Aguilera, encargado de organizar la carga.

La basura llega por un sector y sale por otro -lo mismo ocurre en otro punto estratégico ubicado en inmediaciones al cementerio- con destino al relleno sanitario.

Los camiones hacen fila y la gente también. Lo que para uno es basura, para otros se transforma en alimento.