Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

Una catedral escondida luciendo sus formas al cielo

Un cilindro de cemento ubicado en el centro de la manzana. Una obra adelantada a su tiempo que daba cuenta de la pasión que el basquet generaba en la ciudad.

En 1938 el club Estudiantes de Bahía Blanca, club de barrio fundado en 1910 por un grupo de alumnos secundarios, puso en marcha la construcción de un estadio como no existía otro en Sudamérica. “Es como el de River Plate, pero en miniatura”, publicó la revista El Gráfico al describirlo.

Varias rifas con premios excepcionales, una intensa conscripción de socios, aportes de simpatizantes, más rifas y el proyecto ad honorem del arquitecto Manuel Mayer Méndez se sumaron para concretar semejante emprendimiento.

El hormigón armado --material de avanzada para la época-- y la singular ubicación del estadio en el centro de la manzana delimitada por avenida Colón y O’Higgins, entre Santa Fé y Ángel Brunel fueron dos particulares componentes de la construcción.

Vista hacia la plaza Rivadavia, a la izquierda la avenida Colón.

Con el impulso del presidente de la entidad alba, el médico Osvaldo Casanova, la obra permitiría realizar en la ciudad una nueva edición de Campeonato Argentino de básquet, el torneo por excelencia de la época, que ganaría el representante de la Capital Federal.

La construcción se hizo en tiempo y forma, descubierta, con unas pocas luces para permitir el juego nocturno, piso de ladrillo molido y tableros de madera. A falta de baranda perimetral se colocaron bancos traídos desde la plaza Rivadavia.

A cancha llena, el estadio en su máxima expresión.
Las mujeres también pisaron el mosaico del estadio descubierto.

Veinte años después, en 1959, se construirá la cubierta, una maravillosa obra de ingeniería.

Se lo llamó Juan Domingo Perón a principios de la década del 50 y en 1956 se lo rebautizó como “Osvaldo Casanova”. Hoy es reconocido como la Catedral del basquetbol.

Inicio de las obras de la cubierta, 1958

Esta pequeña referencia histórica da cuenta de la primera etapa del estadio. Por entonces para jugar bajo techo se debían adecuar el Salón de los Deportes, de Soler 444, de medidas muy ajustadas y con los aros colocados en las paredes del galpón, o el salón Bariloche del club Olimpo, en la primera cuadra de calle Sarmiento, tampoco demasiado adecuado para el juego.

Alberto Cabrera refuerza a Olimpo en la improvisada cancha del Salón de los Deportes

Pero la meca era este cilindro de cemento, al cual las construcciones fueron poco a poco escondiendo a la vista y que desde la calle apenas se alcanza a distinguir parte de su cubierta.

Se ingresa por una modesta galería desde calle Santa Fe, la cual tiene un efecto por demás interesante, porque no insinúa su recorrido que derivará en semejante espacio, generando en los visitantes una particular sensación de sorpresa y asombro.

La obra en toda su magnitud