Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Dar hasta que duela

“A la madre Teresa de Calcuta le dieron el Premio Nobel con 192.000 dólares, que destinó a comida para los hambrientos.”

   Todos hablan de Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad. La miseria de tantos sufrientes, mal llamados vulnerables, le conmovieron rumbo a Darjeeling. Confesaba que Dios le había inspirado dedicar su vida a los más pobres entre los pobres. Años después, con la sabiduría que da el padecer junto con los que sufren, diría que “en estos días la enfermedad más horrible no es la lepra, ni la tubeculosis, ni el cáncer; es la sensación de desamparo, la de ser rechazado y olvidado por todos”, “enfermos y moribundos de los tugurios, educar a los hijos de la calle, hacerse cargo de los mendigos y dar refugio a los abandonados.” 

   Lo cumplió a rajatabla durante más de 45 años para con cientos de miles de indigentes, a raíz de lo cual contrajo muchas infecciones. Le otorgaron el Premio Nobel con 192.000 dólares que donó más las 360.000 coronas que destinó a comida de los hambrientos. Se quedó tan solo con un dinero para un hábito nuevo y un par de zapatos. Con ellos vistió sus 44 kilos y 1.55 de estatura, alcanzando  87 años. A sus monjitas les decía: “Dar hasta que duela”.

   En otro orden, nacido desde el resentimiento sublimado por el amor al prójimo -operativa mezcla de indignación y obras de amor con caras y llagas con nombres y apellidos- tuvimos una Santa Evita por los humildes de la Patria, ofrendando sus mejores años. Con la urgencia del que no podía esperar y pese a la maldad de los que desde sus guaridas rencorosas gritarían “viva el cáncer”. Más cerca en nuestros días, a Margarita Barrientos y a tantas como a ella les duele el hambre. Que ignoran los políticos argentinos sumisos a la Fundación “Open Society” de Soros de EE.UU, que en lugar de ampliar la mesa, proponen eliminar  comensales. En “esa” está la mayoría de la casta política de todos los colores financiados por la misma y única mano genocida de los centros del poder financiero mundial. Tengo todos los nombres de todos cuantos forman la runfla de los truchones de la muerte. 

   Un grupo de investigadores del Hospital Herzog Memorial de Jerusalem, dirigido por el profesor R. Ebstein, descubrió que detrás de las conductas solidarias esta el gen “arginine vasopressin”. Gen que sensibiliza los receptores de dopamina que le dan un estado de bienestar al cerebro fruto de gestos como faciilitar la alimentación, la meditación y la filantropía. La dopamina incrementa la frecuencia cardíaca y la presión arterial, así como la oxigenación del cerebro,y mucho más. En la Universidad de Michigan se estudió 10 años y se concluyo (Douglas Lawson) que las personas que habían realizado tareas comunitarias ganaban una tasa de mortalidad dos veces más baja que el resto indiferente. 

   La filantropía crea un espacio para nuevos amigos, eleva la autoestima, y esta, una mayor secreción del sistema autoinmune porque la dopamina que conlleva, segrega más aún el gen que oxigena nuestro cuerpo. Allí, incita en el ejercicio bondadoso del desprendimiento y del amor al prójimo, se previene y ahuyenta la ansiedad, la depresión y las adicciones. Aristóteles hablaba del acto de dar como agradable en sí mismo. Aquí todos los gobiernos olvidaron –amnesia selectiva en la que coincidieron desde 1955- que ya es hora de dejar de robar los fondos de sustentabilidad de los jubilados. 

   Esa omisión es una injusticia que clama al cielo. Otra más y van...