Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Un imperativo impostergable

"Entiendo que la certeza y la previsibilidad se pueden lograr únicamente con una democracia representativa y un  capitalismo equilibrado." Escribe Ernesto Tolcachier.

Con toda seguridad, mis opiniones políticas han de molestar a muchas personas con las que deseo vivir en amistosas relaciones. Pues bien, he considerado la redacción de este trabajo como un deber ineludible, dados mi edad y mi fuerte compromiso con mis ideas.
En estas circunstancias, quien todavía dispone de tiempo en la tarea de escribir puede tener derecho para advertir sobre los temores de las tendencias actuales.
La pérdida de las libertades y el progreso del totalitarismo constituyen mi gran preocupación. Es que esta constitucionalidad diluida en los tres poderes del Estado no es una abstracción ni tiene efectos neutros en la vida de la sociedad. Encadena una serie de consecuencias que deriva en la  pobreza de cada vez más personas, la afectación de libertades individuales y económicas, la inestabilidad del derecho de propiedad, la desconfianza para invertir, la dificultad para generar trabajo digno y eficiente. De no comprender la gravedad de la   situación, será una utopía revertir la pobreza y sus consecuencias, la falta de cloacas, de red eléctrica, de comunicaciones, de trabajo, de higiene, de salud y educación.  Se priorizan intereses individuales y corporativos por sobre la comunidad a la que representan y deben servir. Expropiar una empresa privada, ideas más precarias y facilistas para distribuir una riqueza inexistente y el silencio más notorio cuando llega el turno de las propuestas para generarla.  Nos topamos con legisladores atrapados en la ignorancia, la indiferencia y el voluntarismo ineficaz. Eso sí, se votaron leyes para declarar emergencias: social, ocupacional, alimentaria, pero ninguna que orientara esfuerzos y que ofreciera las condiciones necesarias para  impulsar la actividad privada, aquella que genera la riqueza imprescindible a fin de resurgir de las emergencias declaradas.  El mayor desafío de los legisladores es convencernos de que valen lo que cuestan. 
La pobreza creciente en la Argentina ha dado cifras escalofriantes: desde 1985 el índice ha oscilado entre  el 25 y el 35% de la población, y la desintegración social acelerada por la pandemias, elevaran esta cifra de manera creciente. Mientras tanto, una nueva clase privilegiada se apropia de los fondos del Estado.
Una dolorosa certeza: los argentinos de mi generación hemos vivido equivocados. Nuestros padres y abuelos, laboriosos inmigrantes o descendientes de ellos, nos educaron para el esfuerzo y el progreso.Así nos explicaron que debíamos estudiar, y que ahorrar era virtuoso, buscar la excelencia una  necesidad, hacer méritos en el trabajo una obligación, invertir en ladrillos un sueño, respetar las reglas un proyecto indiscutible, ser honestos una religión. Algunos intelectuales aseveran incluso que reivindicarla hoy es ser literalmente un neoliberal.  
 Mientras tanto la clase media productiva es víctima de este saqueo a través de impuestazos y expropiaciones. Entiendo que la certeza y la previsibilidad se pueden lograr únicamente con una democracia representativa y un  capitalismo equilibrado bajo las siguientes consignas: república, libertad, división de poderes, respeto a la propiedad privada y castigo para delincuentes y corruptos. Esta última es fundamental, ya que rara vez se termina condenando al jefe máximo de la organización que parece gozar de una garantía de impunidad.

Ernesto Tolcachier vive en Bahía Blanca.