Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La palomas, esa plaga

Las palomas conforman una plaga que genera severos riesgos en la ciudad.

   La ciudad está desbordada por las palomas, con una población de esas aves que se acerca al 50% de la de los habitantes, uno de estos animales cada dos personas.

   Con la circunstancia de que la mayoría de estas aves viven en el microcentro, una cada vez más invasiva presencia, simple de advertir en gran cantidad de edificios, sobre todo en los que están sin uso o desocupados.

    Algunos estudios dejan en claro lo peligroso de los excrementos de las palomas, que pueden transmitir, cuando se inhalan, hongos responsables de enfermedades como la infección pulmonar) y del sistema nervioso central.

   Esa excesiva presencia conforma un riesgo para la salud humana y también edilicia de las ciudades, ya que son animales que dañan las estructuras de los edificios, generando su deterioro y caída de materiales.

   Lo curioso es que las palomas estaban hasta no hace más de diez años protegidas por una ley de seguridad nacional, cuando en la década del 40 se las consideró “de utilidad pública” por sus servicios como medio de comunicación en cuestiones militares.

   “Sirven a la patria. No la mate”, decían algunos de los afiches realizados desde el Ministerio de Guerra para concientizar sobre su cuidado y preservación.

   Lo curioso es que existe un habitual rechazo a la declaración de la paloma como una plaga, por su papel romántico (la paloma de la paz), ser símbolo del Espíritu Santo, su uso comercial y, por último, de parte de las asociaciones proteccionistas.

   Sin embargo,  al igual que el ratón doméstico, el estornino, las ardillas y hasta el gorrión, las palomas (torcaza, turca, montera o doméstica) conforman un componente de riesgo para todos que exige medidas adecuadas por sobre cualquier cuestionamiento.