Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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El celular en clases: el corralito que crece

Dejar el celular ayuda a que los estudiantes estén más concentrados y atentos al tiempo de incrementar sus lazos sociales.

Ya son varias las ciudades y provincias que han establecido una reglamentación que obliga a los alumnos a dejar su teléfono celular apenas ingresan al establecimiento educativo.

El uso de celulares en el aula sigue siendo un tema de debate, máxime cuando es muy alto el porcentaje de estudiantes que lo utilizan en clases sin un sentido pedagógico.

Incluso hay escuelas locales donde ya se instrumentó el retiro del celular al ingreso, su depósito en una caja y su posterior devolución, lo cual también implica una responsabilidad por parte de la institución.

Las instituciones discuten la disyuntiva de su prohibición o dedicar tiempo al aprendizaje de su uso, con responsabilidad y en relación a lo que se está estudiando.

Lo cierto es que los especialistas no dudan en señalar que el teléfono tiene efectos distractivos y perjudiciales, tanto para los alumnos como para los docentes que deben dar sus clases.

Porque además la mayoría de los estudiantes nunca desactivan las notificaciones y se sienten presionados por responder mensajes.

Es cierto que puede haber determinadas actividades que ameritan el uso del celular como computadora, casos que debieran ser justificados y que igual exigen determinado protocolo.

Países con restricciones al uso de celulares en las escuelas tienden a tener menores niveles de distracción, aunque esa acción potencia la denominada “turbulencia psicosocial” de los estudiantes “por el miedo a perderse algo”, lo cual lleva a altos grados de ansiedad y desconcierto.

No se puede negar que un celular puede ser un recurso educativo cuando se utiliza de manera regulada y complementa las estrategias pedagógicas y el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Por otra parte, no parece razonable que los alumnos estén en clase cada uno con su teléfono, atentos de videos, mensajes, juegos y ciento de distracciones, lo cual configura además una falta de respeto al docente.

La experiencia de aulas sin celulares ha sido muy positiva. Los alumnos charlan más entre ellos, sociabilizan, se concentran más y se ubican en tiempo y espacio. Sin dudas un uso controlado es una medida adecuada y esencial.