Bahía Blanca | Miércoles, 23 de julio

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Los atlantes del banco Nación: una presencia mitológica de singular carga simbólica

Son cuatro figuras ubicadas en lo alto del edificio de Moreno y Estomba, su simbolismo fluctúa entre una condena eterna y la protección del dinero.

Fotos: Andrea Castaño - La Nueva.

 

 "Atlas el funesto conoce las profundidades de todos los mares y solamente él sostiene sobre sus hombros los altos pilares que mantienen el cielo y la tierra aparte". Homero, Odisea 1.52 

Miran la ciudad desde lo alto desde hace más de un siglo. Quietos, serenos, robustos. Para verlos es necesario levantar la mirada hacia el monumental edificio de Estomba y Moreno que desde 1921 ocupa el banco de la Nación Argentina, hoy en proceso de restauración.

La referencia es a los cuatro Atlantes que colaboran con el sostenimiento de la cornisa que corre por todo el frente del edificio, apenas por debajo del conjunto de cúpulas y mansardas que remata el edificio.

La puesta en valor de la fachada, afectada por el incendio sufrido por el edificio en julio de 2018, permitió redescubrir estas figuras que ahora han dejado el color blanco para recuperar su terminación símil piedra original.

Es el único inmueble esa entidad en el país que posee este tipo de esculturas, poco habituales y siempre llamativas, singulares por su concepción.

Atlas, el titán

Atlas y su destino celestial

El nombre de Atlantes de estas estatuas deriva de Atlas, Titán de la mitología griega condenado por el Dios Zeus a sostener el mundo. De allí que siempre cumplan esa función, la de sostener un peso, a veces funcionando como un elemento estructural, otras como mera decoración, pero siempre en postura de sostener algún componente de la obra.

Los del banco Nación parecen combinar esas dos funciones. Su puesta en valor ha permitido verlos de cerca y verificar que se trata de piezas con una estructura interior de hierro, construidas en hormigón y armadas por partes. Para darles la tonalidad miel se los recubrió con una veladura color miel que cubre el gris original.

Tres romanos, un mapuche

Sobre calle Estomba se ubican dos atlantes. Ambos tienen el perfil de un hombre griego o romano. Uno de ellos tiene un brazo extendido hacia arriba, sosteniendo la cornisa, y el otro a un costado del cuerpo. El segundo, en cambio, ocupa los dos brazos en esa tarea.

Ninguno expresa en su rostro estar realizando un gran esfuerzo, se los ve serios y concentrados, con la mirada levemente dirigida hacia abajo, vestidos con una tela a la altura de la cintura que incluso los amarra a la pared.

Con una de sus piernas adelantada y levemente flexionada, imitan la postura de las famosas Cariátides –su equivalente femenino—del templo Erecteion, en la Acrópolis de Atenas.

Sobre calle Moreno se ubican los otros dos Atlantes. Con una singularidad: uno de ellos representa a un poblador originario, de cabello largo, vincha, vestimenta mínima y brazos cruzados.

La cornisa apoya sobre su cabeza.  No hay en el país, y muy pocos en el mundo, un atlante resuelto con esta característica de recurrir a un modelo autóctono, propio.

El segundo atlante repite la figura de los dos brazos hacia arriba. Tampoco muestra signos de esfuerzo físico, simplemente es una presencia, un estar a tono con su destino.

De la condena eterna a la seguridad del dinero

“El mundo se derrumbará antes de que a los valores aquí custodiados les pueda pasar algo. Mientras estos hombres resistan, el banco perdurará. Sin embargo, recuerde que está ante un símbolo de la venganza eterna o de la justicia severa”. La fachada que nos mira, Juan Pablo Zurdo.

Desde siempre el hombre ha decorado los edificios.  En particular durante los distintos períodos históricos –clásico, gótico, renacimiento—, cada uno con características propias. Cariátides, Atlantes, Gárgolas, quimeras, animales, rostros, figuras diabólicas, flores, dibujos abstractos, guirnaldas, follaje son algunos de esos motivos ornamentales.

En el caso de las cariátides y los atlantes se ha instalado una suerte de primera “interpretación” de su existencia, la cual conlleva una fuerte carga simbólica.

El responsable de esa lectura fue Marco Vitruvio Polión, arquitecto romano que publicó en el siglo I a.C. sus libros De Architectura. En ellos planteó la importancia de que los arquitectos tuviesen una amplia formación cultural, la cual debía incluir, entre tantas cosas, conocer cual es el simbolismo de estas estatuas.

"En las partes ornamentales hay muchas cuya idea subyacente debe explicarse. Por ejemplo, las estatuas de mujeres llamadas Cariátides del templo Erecteion de Atenas tienen la siguiente explicación: La ciudad griega Caryae, en la antigua Laconia, se alió con los persas en su guerra contra Grecia; cuando los griegos ganaron esa confrontación tomaron la ciudad, mataron a todos los hombres y se llevaron a sus esposas como esclavas. Cuando los arquitectos de la época diseñaron edificios públicos hicieron las columnas con la figura de estas mujeres, de manera que soportaran una carga para que el pecado y el castigo del pueblo de Caryae pudieran ser conocidos y transmitidos a la posteridad".

Las Cariátides del templo de Atenas

La explicación de Vitrubio sobre este “castigo eterno” fue ensayada 400 años después de haberse construido ese templo, con lo cual no necesariamente fue la idea original que tuvieron los griegos. Pero ese concepto se arraigó y en el caso de los Atlantes muchas veces aparecía descrito como un moro o alguien de otra etnia, recogiendo esa tradición, en este caso, mostrando al enemigo bárbaro sometido.

Si se acepta el simbolismo sugerido por Vitruvio, el indígena de banco Nación podría tomarse como el “salvaje vencido”, la víctima de la Conquista del Desierto, mencionada en la desaparecida estrofa del himno bahiense: “Tú quebraste la flecha del indio, humillando su hirsuta cerviz”, condenado por los siglos de los siglos.

Sin embargo, a partir del siglo XIX, cuando la ola historicista de la arquitectura recuperó modelos del pasado, hubo un cambio en esa interpretación, acaso porque se haya tenido cierta compasión por esos condenados a una tarea perpetua, por “la admiración por su dignidad estoica al sostener las consecuencias de sus actos” o simplemente buscarle un sentido moderno a su presencia en las fachadas.

Desde que empezaron a proliferar, sobre todo en algunas entidades bancarias, se dice que su presencia busca transmitir “un valor de solidez y seguridad” a estos edificios que manejan el poder económico. Los atlantes sostienen de pie esa institución, dan cuenta de su solidez y persistencia en el tiempo, se suman al concepto del “Banco Cofre” que con tanta claridad muestra la sucursal local del banco Nación.

En este contexto, acaso lo más sensato sea pensar que los cuatro atlantes bahienses han sido elegidos como elementos decorativos, tres de ellos verdaderos Atlas y ese cuarto quizá como un reconocimiento a los primeros habitantes de estas tierras.

Están para ser admirados, por su estética, historia y cambiante simbolismo, todos aceptando con hidalguía su peculiar destino.