Bahía Blanca | Miércoles, 25 de junio

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Clima: el gran desafío de la ciudad hacia el futuro

No son pocos los estudios que se refieren a un mayor incremento de los fenómenos meteorológicos extremos. En ese contexto, Bahía Blanca ha sufrido tres eventos en 15 meses.

Obras necesarias futuras serán decisivas para atemperar los eventuales daños de los fenómenos climáticos. / Fotos: Rodrigo García-La Nueva.

“Los cambios de temperatura están muy asociados al entorno con el que convivimos. Si a un entorno verde con determinado régimen de temperatura le agregás asfalto, sabiendo cómo reacciona con la radiación solar y, a la vez, le incorporás la actividad humana, eso impacta definiendo lo que conocemos como isla de calor”.

La declaración corresponde a la Lic. Natalia Gattinoni, investigadora del área de Agrometeorología del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar, y fue publicada por este medio en la edición del domingo 9 de febrero último, con el título La Bahía del calor: ¿cuáles son las razones del aumento de temperatura?

El artículo destacaba el intenso período de altas temperaturas que atravesaba nuestra ciudad, en coincidencia con un destructivo temporal de lluvia, vientos de 111 kilómetros por hora y granizo que cayó el domingo 2 de ese mismo mes, un evento que podría relacionarse con el alto registro.

El promedio de 31,6 grados centígrados del último enero, con picos extremos de 38,9º (martes 14) y de 20,1º (viernes 10), era uno de los más importantes de los últimos años, que se sumaba a otra cuestión colateral: sólo habían llovido 7,8 milímetros en esos 31 días, lejos de los más de 60 milímetros que acumula febrero en sólo 9 días.

El prólogo viene a cuento porque, ahora, un estudio de la organización World Weather Attribution comprobó que la tormenta se originó por un frente frío que, tras varios días de clima cálido y húmedo, generó condiciones ideales para un fenómeno como el vivido el viernes 7 de marzo último: poco más de 300 milímetros en alrededor de 7 horas.

“Las condiciones de temperaturas por encima de los valores normales estuvieron acompañadas por elevados niveles de humedad y, por ende, elevado registro de sensación térmica”, se indicó, antes de agregarse: “El evento de calor previo a las lluvias extremas no sólo fue más prolongado, sino también más intenso y la combinación de ambos puntos es consecuencia del calentamiento global”.

Una ola de calor sucede cuando se cumplen, por lo menos, tres días consecutivos con temperaturas mínimas mayores a 19 grados y las máximas mayores a 34,2º, según los datos de Bahía Blanca, ya que estos umbrales cambian de acuerdo a la región del país. Si la temperatura mínima —por la noche— se mantiene dentro de los 19º, pero la máxima se dispara a los 36º o 38º, se está frente a un evento de temperaturas extremas.

Un trabajo del Dr. Federico Farrelli, de la Universidad Nacional del Sur (UNS), concluyó que las modificaciones en el espacio urbano, junto a una mayor densidad de edificios, generaron cambios en las temperaturas de verano entre los años 1985 y 2014.

Asimismo, que los resultados demostraron —entonces— que el crecimiento de las edificaciones y el incremento de la población de Bahía Blanca modificaron la distribución espacial de la temperatura y la humedad relativa y generaron situaciones de disconfort.

Las temperaturas por encima de los valores normales estuvieron acompañadas por elevados niveles de humedad y elevada sensación térmica.

En ese tiempo, Bahía Blanca atravesó —el sábado 16 de diciembre de 2023— un tornado que provocó la muerte de 13 personas e innumerables daños materiales; el domingo 2 de febrero del corriente año la citada granizada —en algunos casos el tamaño de las piedras era de una pelota de tenis, con todas las consecuencias que ello conlleva— y la lluvia del viernes 7, que dejó 17 fallecidos y una beba desaparecida y daños materiales —en prácticamente toda la ciudad— calculados, hasta el momento, en más de 400 millones de dólares.

Nuestra ciudad no puede estar ajena al cambio climático. De allí la importancia de las medidas que se tomen en torno a obras vitales que puedan morigerar, al menos, los daños de eventuales fenómenos climáticos por venir.