El Drago Center: la monumental obra perdida por una calle cerrada
Pensado para ocupar la segunda cuadra de calle Drago, el proyecto nunca logró disponer de ese espacio.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
El Drago Center Taberner fue el rascacielos más atractivo jamás construido en la ciudad, un proyecto que sumaba modernidad y diseño, impulsado por inversionistas de Madrid y Barcelona.
El intendente municipal Luis María Esandi fue el primero en recibir los planos de este complejo edilicio que parecía salido de Manhattan. Una gran estructura vidriada cuyo frente ocupaba casi 60 metros. Con una curiosidad: se ubicaba en una cuadra que todavía no existía.
La viabilidad de la inversión estaba atada a una obra que debía llevar a cabo la municipalidad y que llevaba años dando vueltas: la apertura de calle Drago, entre O’Higgins y Donado.
La decisión política estaba, pero había, como corresponde a este tipo de cuestiones urbanas, voces a favor y otras en contra, necesidad de expropiaciones y otras cuestiones burocráticas que exigían una gestión intensa y continua.
El emprendimiento era impulsado por la firma Taberner, que ya había construido dos edificios emblemáticos: el Taberner, de O’Higgins y Brown, y el Pizá Roca, de avenida Colón y Drago.
La apuesta ahora alcanzaba su pico máximo con la presentación de un rascacielos de 30 pisos y 95 metros de altura, junto con otro de 20 pisos, residencial, y una cochera subterránea.
Los impulsores del Drago Center estaban convencidos de que su proyecto podía ser la llave para acelerar ls continuidad de Drago, con la idea de empezar la obra en 1975 e inaugurarla en 1980.
Los pasos
Cuando el Drago Center se dio a conocer, sus impulsores tenían en marcha la compra de los terrenos necesarios. También tenían una respuesta por demás favorable de varios inversores de Madrid y Barcelona, en España, interesados en construir en nuestra ciudad.
La primera propuesta incluía la torre de 30 pisos con un uso mixto, un zócalo comercial, un restaurante en el piso 30 y un auditorio en el mismo nivel. La torre de 20 pisos, en una segunda etapa, mutó de residencial a hotel internacional. Debajo de ambos edificios una gran playa de estacionamiento para 150 vehículos.
Pero el dilema no estaba en la obra sino en la apertura de la nueva calle.
Esandi (Jefe comunal, 1966-1969) no logró avanzar con la situación. Su sucesor, Gustavo Perramón Pearson (1969-1971) tomó el testimonio, los planos, la idea, la necesidad pero tampoco avanzó. Los impulsores seguían presentando notas y telegramas colacionados, buscando una respuesta que no llegaba. Tampoco pudo avanzar Mario Monacelli Erquiaga (1972-1973), ni Víctor Puente (1972-1973) ni Eugenio Martínez (1973-1976). Abrir esa cuadra de Drago seguía siendo un tema irresoluble, dificultado además por los cambios de autoridades, la inestabilidad política, la burocracia, mal entendida y mal atendida.
Un argumento, el final
Para los inversores, el Drago Center era, más allá de un negocio, “un majestuoso símbolo de promisorio futuro” para Bahía Blanca. Empujaron el proyecto cuanto pudieron, durante siete años ante cinco intendentes. El golpe militar de marzo de 1976 puso las cosas en otro ámbito.
La realidad indica que esa espera se hubiese extendido por casi 20 años más. No fue hasta el 11 de abril de 1993, gestión de Jaime Linares, que se abrió la segunda cuadra de Drago.
El lugar que hubiese ocupado el Drago Center muestra hoy una estructura de hormigón de un proyecto jamás terminado.
La historia de una ciudad también se cuenta a través de su arquitectura, de la que está y podemos ver, pero también de la ausente y jamás concretada.