Café Sorocabana
Fue uno de los sitios más convocantes del centro bahiense, un verdadero lugar de encuentro
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 77 años, en mayo de 1947, el café Sorocabana publicitaba en este diario las bondades del producto que ofrecía en su estratégico local de Chiclana 47.
“Cuando alguien habla de tomar buen café, enseguida se nombra a Sorocabana. Ello es una conquista valiosísima y un vínculo permanente entre Sorocabana y los buenos tomadores”.
De esta manera promocionaba la casa su producto, el cual había sido servido por primera vez en nuestra ciudad en noviembre de 1941, cuando la firma abrió su sucursal, que se sumó a las ya existentes en Córdoba y Rosario.
El nombre del negocio se relacionaba con la preparación de la bebida a partir de semillas provenientes de la localidad brasileña de Soracaba.
La ubicación del local era por demás ventajosa, frente a la plaza Rivadavia y vecino al bar Londres, con lo cual era habitual que ambas veredas estuviesen durante la mañana ocupada por decenas de vecinos que aprovechaban las bondades de la llamada “veredita del sol” para hablar de los temas de la ciudad, políticos, deportivos, sociales y, claro, el chusmerío propio de la ciudad.
El edificio que ocupaba el negocio tenía también su historia, ya que había sido ocupado desde 1910 por la sucursal del banco Provincia, que recién en 1919 se mudó a su local propio de calle Alsina, vecino al palacio Municipal.
El Sorocabana dio lugar en la década del 60 al Bandeirantes y finalmente al bautizado Café Nº 1, un espacio clásico de la ciudad, que se caracterizaba por su gran barra de forma ovalada con mesada de mármol, el aroma inconfundible al café y el ruido característicos de tacitas y cucharas golpeando. El lugar extendió su historia hasta 1997. Hubo luego un par de negocios repartidos en la planta baja y luego de algunos años cerrado se prepara para alojar una nueva propuesta comercial.