Una tragedia humana que marcará para siempre la historia de la ciudad
Las 13 víctimas fatales convierten al temporal en un desastre sin precedentes.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
La gravedad del temporal del último domingo no se mide por la cantidad de árboles caídos, ni por la cartelería que se voló ni por la cantidad de chapas faltantes en una vivienda.
Tampoco por el corte de los servicios, que tarde o temprano volverán a la normalidad, y mucho menos por la falta de señal en los celulares o el cierre de los comercios.
El elemento que perdurará para siempre y que deja en claro la magnitud de esta tragedia son los 13 fallecidos en el club Bahiense del Norte, como consecuencia del derrumbe de una de las paredes del gimnasio donde estaba a punto de desarrollarse un festival de patín.
Para encontrar en el tiempo una tragedia local similar hay que remitirse a lo ocurrido hace 38 años, en Ingeniero White, con la explosión del Silo 5 la noche del 13 de marzo de 1985. Una inesperada acumulación de polvo, la elevada temperatura de un noria y una explosión en cadena le costó la vida a 22 personas. Cada 13 de marzo la ciudad recuerda ese acontecimiento. Hay plazas y espacios con el nombre de los fallecidos y un dolor que persiste. Esas muertes conforman la verdadera medida de la magnitud del suceso.
El temporal del domingo, que todavía no tiene nombre –tornado, turbonada, huracán-- quedará en la memoria de todos, por su singularidad, por el dantesco espectáculo apocalíptico de las calles, los árboles caídos, los cables y todo un panorama desolador. Se podrá discutir si el alerta amarillo, rojo o azul realmente fue el adecuado, o si por habitual nadie tomó en cuenta.
Pero son los 13 fallecidos lo que lo convierte en una verdadera tragedia, en un suceso verdaderamente luctuoso y lamentable, el de mayor magnitud de la historia local. Porque un automóvil aplastado, un portón caído, un paredón a reconstruir son componentes que con el tiempo cada cual revivirá en su memoria o en las fotografías, casi como un hecho anecdótico. Pero estas muertes, inesperadas, inexplicables y dolorosas, convierten al suceso en una jornada cargada de tristeza y dolor.
Los tres días de luto y las banderas a media asta responden a esas muertes. Lo material se reconstruye. Una pérdida humana conforma una pena que persistirá para siempre.