Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Verdad jurídica, verdad real

En medio de una gran exacerbación de la grieta, Cristina negó las acusaciones en su contra y apuntó a empresarios macristas como responsables de los actos de corrupción de su secretario de Obras Públicas, José López. Además: Larreta vuelve a Bahía apenas unos días después de la visita de su rival interna, Patricia Bullrich.

Cristina Kirchner, en su discurso de ayer.

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   La verdad jurídica no siempre se corresponde con la verdad real. Muchos procesos judiciales terminan con culpables liberados de culpa y cargo, o con inocentes condenados de manera injusta. La verdad jurídica se construye con pruebas. Si existe una acusación, alguien debe demostrar que el otro es culpable con elementos que resulten inequívocos para quienes juzgan. Así funciona un estado de derecho, más allá de que el proceso, por supuesto, no es infalible.

   En Argentina se volvió norma judicializar la política. A la complicación intrínseca de definir qué es verdad, se suma que a un lado y otro de la grieta abundan acusaciones que aseguran que el bando contrario solo se propuso llegar al gobierno para saquear al Estado.

   Contra el kirchnerismo, se apunta a la utilización del fraude en la obra pública para el enriquecimiento ilícito de sus funcionarios; contra el macrismo, se señala la generación de una deuda inédita para que se la fuguen los amigos del poder. Ese es el terreno pantanoso por donde se supone que debe avanzar el país.

   En el caso del actual juicio contra Cristina Kirchner, la discusión es si la expresidenta es culpable o inocente de corrupción. No obstante, existe un debate más específico, que plantean aquellos que no niegan la existencia de hechos de corrupción durante sus dos períodos de gobierno sino que señalan que es un espanto hablar de asociación ilícita como tipificación legal.

   No lo dijo directamente, pero algo de eso se desprende de las palabras del nuevo hombre fuerte del Ejecutivo, Sergio Massa. Tuiteó: "Es absurdo plantear que el Jefe de la Administración es responsable por cada uno de sus dependientes. Cambia el Derecho Penal y el encuadre del principio de responsabilidad. Estamos ante un peligroso antecedente para la política, empresarios y aquellos que tienen dependientes".

   Léase, la responsabilidad penal es individual. Si roba el de abajo (o el de arriba) el resto de la cadena no tiene participación necesaria o, en todo caso, hay que probarlo acabadamente. Lo que expresa Massa sobre esta causa no es lo que piensa el fiscal Diego Luciani, claro.

   Hábil en el uso de las palabras, el superministro no se desdijo del todo de sus pronunciamientos cuando participaba del sector anti K, ya que no negó que hubo delitos en aquellos años, sino que cuestionó el enfoque de las acusaciones. Sus palabras se pueden leer como un respaldo, tibio pero respaldo al fin, a CFK. Eso sí, no usó el hashtag #TodosConCristina ni dio sobradas muestras de amor.

   Esas muestras, así como las de repudio, se están viendo a raudales en las redes y en los medios. La grieta en su máxima expresión.

   Ahora bien, una verdad real, vista por todos los argentinos, es que José López, exsecretario de Obras Públicas de la Nación durante 12 años en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, manipuló bolsos con 9 millones de dólares producto de la corrupción a las puertas de un convento. No hay controversia sobre eso. Tan es así, que ayer Cristina volvió a admitir la culpabilidad de su subalterno.

   López, mano derecha del entonces ministro Julio de Vido --ambos también acusados en la causa Vialidad--, fue un funcionario corrupto ubicado en un lugar clave de la estructura de gobierno durante todo un proceso político.

   Nadie con medio dedo de frente puede suponer que los funcionarios cercanos a López, sobre todo sus superiores, no estaban al tanto ni participaban de los delitos que estaba cometiendo. Puede ser que en un juicio no se pueda probar este entramado o que el encuadre de la acusación resulte desacertado, y está fuera de dudas que el Derecho asiste a cualquier ciudadano a no ser condenado sin pruebas. Puede ser incluso que Cristina no estuviera de acuerdo con ese sistema y que, pese a que lo desaprobaba, no logró desarticularlo porque corría el riesgo de manchar la memoria de su marido.

   Sin embargo, eso no cambia los hechos: durante la era K hubo un aparato dedicado a robarle al Estado desde el propio Estado, una denuncia múltiples veces realizada en aquellos años y que Cristina solo empezó a reconocer luego del video de los bolsos, episodio ocurrido en 2016, cuando ya no estaba en el gobierno. Antes de eso no lo admitía ni en su mandato accionó sobre el tema.

   Que en el gobierno de Cambiemos hayan ocurrido irregularidades similares o que empresarios macristas como Nicky Caputo hayan delinquido en complicidad con López, como afirmó Cristina, no mejora las cosas. Al contrario, revela las turbiedades que entrecruzan a los grandes grupos de poder de nuestro país y potencia la noción cada vez más extendida de que la política es una casta cuyo fin principal es dedicarse al curro. En palabras menos coloquiales, es una reversión de la Ley de Hierro de la Oligarquía, donde una minoría se disputa y alterna el poder incluyendo sus mieles, mientras se aleja de manera persistente de las necesidades de las mayorías.

   Sugerir que la fortuna de Lázaro Báez es tan cuestionable como las de Caputo, Eduardo Gutiérrez o Juan Chediack no es un gran argumento. Con esas declaraciones, CFK busca amplificar la onda expansiva, pero la presidenta durante los años en que se cometían estos delitos era ella. Su responsabilidad política --jurídica lo decidirá quién corresponda-- es evidente. Es pura verdad.

Manifestaciones a favor y en contra de CFK frente a su departamento.

   En cuanto a la perspectiva política, uno de los puntos que expone el kirchnerismo es un presunto intento de proscribir a su líder. Aun si fuera condenada en esta instancia, Cristina tiene opción a diferentes apelaciones que le permitirán seguir habilitada a competir al menos en las próximas elecciones. Supuestamente elegiría postularse para una banca de senadora nacional por la provincia de Buenos Aires, aunque también podría liderar una fórmula presidencial o, quién sabe, tal vez busque asegurar al máximo su ingreso a la Cámara Alta compitiendo desde Santa Cruz, donde también se deberán renovar los tres cupos de senadores el año que viene. De ese modo mantendría los fueros.

   ¿Qué efecto puede tener este juicio sobre el electorado? Probablemente neutro. Quienes creen en su inocencia o en su culpabilidad ya tienen posición tomada hace años y no van a cambiar de opinión. Por esa razón tampoco es esperable que este proceso necesariamente la debilite o marque el principio del fin de algo. En agosto de 2018 arreció contra el kirchnerismo la causa de los cuadernos y, exactamente un año después, el Frente de Todos celebraba un holgadísimo triunfo en las PASO que prologó su regreso a la Casa Rosada. Un juicio no modifica el curso del humor social.

   El problema más grave para Cristina y su grupo político, en términos electorales, sigue siendo la volatilidad de la economía, cuyo encauzamiento hoy depende de Massa, a quien se lo ve muy dispuesto a acomodar los desequilibrios macro para apuntalar su propio futuro, pero no parece dispuesto a entregar la piel en favor de sus actuales aliados y anteriores adversarios.

   Incluso, si logra domar al toro económico, el líder del Frente Renovador deberá hacer muy bien las cuentas. ¿Le conviene abrazar al kirchnerismo o ir tomando prudente distancia? Es uno de los dilemas clave.

   Trasladando este contexto a la política local, el análisis es simple: la exacerbación de la grieta siempre será funcional a Juntos por el Cambio. Ninguna propuesta que lleve como emblema a Cristina tiene chances de enamorar el paladar del bahiense promedio. Es más, uno de los dirigentes más valorados en las encuestas locales, todavía hoy, es nada menos que su principal antagonista en este proceso histórico, Mauricio Macri. En la cúpula amarilla e incluso en las radicales festejan cada vez que los referentes distritales del Frente de Todos salen a bancar a la expresidenta.

Ultimo paso de Larreta por Bahía, en abril.

   Yendo a un plano más doméstico, esta semana habrá movimiento por el lado de Juntos. El viernes volverá a Bahía Blanca uno de los dirigentes del Pro que más discutió con CFK por estas horas, además de ser uno de los dos referentes amarillos con mayores chances de competir por la presidencia el año que viene. Horacio Rodríguez Larreta llegará a la ciudad y lo hará pocos días después de la recorrida regional de su rival interna, Patricia Bullrich.

   Más allá de lo que pueda decir sobre Cristina, la visita dejará varios temas interesantes para analizar. Primero, está clarísimo que tanto Larreta como Bullrich ya se encuentran en pre-campaña y dispuestos a pelear palmo a palmo entre sí, en especial en la provincia de Buenos Aires, donde los sondeos marcan que el jefe de Gobierno porteño saca ventaja en el Conurbano mientras que la exministra compensa con su favoritismo en el interior.

   Un punto a mirar será la comitiva de Larreta, ya que Bullrich bajó a Bahía con un amplio elenco que incluyó a dirigentes que la acompañan hace tiempo como Gerardo Millman, además de su preferido para disputar la gobernación bonaerense Javier Iguacel y varios referentes del monzoísmo. Una demostración sobre la construcción que está preparando.

   El alcalde de CABA vino por última vez en abril, acompañado básicamente por el ganador de las legislativas 2021, Diego Santilli, su propio elegido para pelearle la Provincia al peronismo el año próximo. ¿Se sumarán otros dirigentes que permitan entrever el resto de su armado?

   Sobre todo, será un gran dato político mirar qué dirigentes locales salen a mostrarse con él tras haber compartido caminatas y fotos con Bullrich. Sin dudas estará la primera plana del Pro bahiense, empezando por el intendente Héctor Gay y la senadora y postulante a la sucesión Nidia Moirano, a los cuales es de esperar que se sume el lilito Andrés de Leo. ¿Pero qué sucederá con el monzoísta Lorenzo Natali, el radical Emiliano Alvarez Porte o la libertaria Valeria Rodríguez? 

   ¿Habrá espacio para sorpresas?

   Los amarillos bahienses tienen una gran fortaleza, que a su vez es una complicación. Cuentan con los dirigentes nacionales mejor posicionados en nuestro medio, como Bullrich y Larreta, pero la cúpula local podría tener que optar por uno de ambos a medida que se acerque 2023, generando rispideces intestinas y, eventualmente, divisiones. Si se inclinan por el bullrichismo, podrían aparecer larretistas ocasionales dispuestos a competirles y viceversa. Hay que ver cómo tejen para mantenerse cerca de uno y otra, para no dejarles surcos a sus rivales.

   Ahora: ¿a qué viene Larreta, apenas cuatro meses después de su último viaje, si su jurisdicción como jefe de Gobierno en nada toca a Bahía Blanca? Más allá de las actividades formales, lo más probable es que busque tantear en persona las potenciales afinidades, luego de tanto agasajo a la exministra. El poder se construye centímetro a centímetro.

   Hay un antecedente en Bahía de altos dirigentes nacionales que se llegaron hasta aquí para intentar un abrazo del oso a la dirigencia local. En julio de 2013, cuando el entonces intendente Gustavo Bevilacqua aún revistaba formalmente en el Frente Para la Victoria pero ya parecía inclinarse hacia el Frente Renovador, vinieron varios funcionarios en troupe a intentar ordenar el territorio. Estuvieron Julio de Vido, Amado Boudou y José López, entre otros, para hacer anuncios vinculados como el nunca concretado acueducto del Río Colorado. 

   En cuanto al alineamiento político, no tuvieron éxito, ya que Bevilacqua se fue al massismo. Si a su vez visitaron la región para cerrar otros temas antes que el peronismo local se les desborde y no les cubra más las espaldas, no es tan fácil de saber.

   Los jefes comunales del peronismo seccional no tienen un gran recuerdo de López. Aseguran que era bastante maltratador y que no le interesaba demasiado el progreso de la región. Nadie lamentó su caída ni nadie intentará para con él un atisbo de defensa. Eso sí, la gran mayoría de los dirigentes justicialistas de esta zona sostiene en público que Cristina es inocente y víctima de una persecución política.

   Es notable cómo funciona el imán del poder. Pese a que muchos lo desean, les sigue costando despegarse de la estela K.