Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Escenario político: la nueva crisis del Frente de Todos pega en un proyecto clave para Bahía y la región

La renuncia del ministro Kulfas con duras acusaciones al kirchnerismo ensombrece el avance de un gasoducto vital para el país y, en especial, para nuestra ciudad como cabecera del sudoeste bonaerense.

Cristina y Alberto

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Hay varios enfoques para desgranar la última crisis del gobierno del Frente de Todos. La renuncia del hiper albertista Matías Kulfas es otro golpe a la autoridad del presidente, que se queda cada día más solo en una coalición donde parece que quien no es kirchnerista, es huérfano.

   Kulfas se fue con durísimos cuestionamientos a la única jefatura fuerte que tiene el frente, la que ejerce la vicepresidenta Cristina Kirchner, cuya figura sigue abarcándolo todo en el oficialismo nacional.

   Es un nuevo debilitamiento del presidente, quien ya había entregado a otros funcionarios de su círculo como Marcela Losardo y Juan Pablo Biondi, además de desplazar del centro de la escena a su hombre de máxima confianza, Santiago Cafiero. La profecía maldita se está cumpliendo: Alberto es incapaz de asumir el liderazgo del gobierno, no está hecho para eso.

   En efecto cascada, los dirigentes de Bahía y la región que no están alineados por completo con Cristina siguen esperando alguna señal de otros referentes peronistas que podrían convertirse en la fuerza de equilibrio. Una alternativa sería Sergio Massa, quien busca distinguirse intentando ser la voz de la clase media. Uno de sus caballitos de batalla es la suba regular del mínimo no imponible de Ganancias y, otro eje que asoma, es la reestructuración de los créditos hipotecarios UVA, tema sobre el cual su equipo empezó a trabajar en comisiones de Diputados.

   Sin embargo, no surge como obvio que Massa será el contrapeso que ofrecerá la centroderecha justicialista para oponer a la centroizquierda K. Ahora también aparece la opción de Daniel Scioli, reemplazante de Kulfas, a quien habrá que agregar en la lista de potenciales candidatos a medir en las encuestas.

   Nada es obvio en un gobierno tan inestable. Solo que el presidente es un ánima, cuya máxima aspiración es que sus socios lo dejen sobrevivir.

   En este clima, Kulfas se fue no sin antes desatar una tormenta en torno a uno de los grandes proyectos de expansión de la Argentina. El exministro dejó un tendal de sospechas sobre la ejecución del gasoducto Néstor Kirchner, obra clave para transportar grandes masas de fluido proveniente de Vaca Muerta.

   Según el economista, las licitaciones estaban digitadas por funcionarios que responden a la vice para favorecer al grupo Techint.

   "Si algo cabe reprocharse respecto al contenido nacional de los insumos del gasoducto, eso debe atribuirse pura y exclusivamente a las características de la licitación realizada por la empresa IEASA, cuyos miembros, al igual que el equipo de la Secretaría de Energía, responden políticamente a la Sra. Vicepresidenta (...) Huelga adicionar la injusta acusación que la Sra. Vicepresidenta le formulara al señalarle que usted --en alusión al presidente-- tiene que 'utilizar la lapicera' para forzar un mayor contenido nacional cuando dichas decisiones fueran adoptadas por IEASA", disparó Kulfas.

   IEASA (Integración Energética Argentina Sociedad Anónima) es una empresa pública creada en 2004 que se ocupa tanto de la compra de gas natural y su comercialización a nivel nacional, como de la producción y comercialización de energía eléctrica, además de la ejecución de todas las obras de energía realizadas desde el Estado. Su actual titular es Agustín Gerez, hombre del núcleo duro K.

   La denuncia de Kulfas motivó el inicio de una causa judicial cuyas derivaciones resultan imprevisibles. No obstante, la primera consecuencia será que la investigación desacelere el impulso para avanzar con las licitaciones de la obra.

   El gasoducto es un proyecto muy complejo y costoso, con una primera etapa tasada en 1.500 millones de dólares. La iniciativa ya existía en el gobierno de Mauricio Macri, pero nunca se realizó. En esos años, uno de los desincentivos eran los bajos precios internacionales del gas que hacían dudar de la rentabilidad de la inversión, situación completamente opuesta a la actual.

   Materializar este ducto es clave para la recuperación del autoabastecimiento gasífero del país e incluso para volver a exportar en grandes volúmenes. Hoy el fluido se convirtió en un bien escasísimo debido a la guerra entre Rusia y Ucrania.

   Si la constante volatilidad argentina no hubiera frenado el desarrollo de este trabajo en años anteriores, ahora estarían ingresando inmensas sumas de dólares, el aire mediante el cual la economía respira. Los cálculos más optimistas estiman que las ventas de hidrocarburos podrían agregar 30.000 millones de dólares anuales a la balanza comercial, casi la mitad de lo que Argentina exporta en un año promedio.

   Bahía Blanca tiene un interés especial por la concreción de este gasoducto. De su existencia dependen, en buena medida, inversiones multimillonarias en moneda dura de empresas como Profertil y Dow. Con suficiente gas a disposición sería más probable la ampliación de las plantas de ambas compañías, lo cual podría duplicar el complejo petroquímico local, ya de por sí el más grande del país.

   Por supuesto que la expansión del Polo genera resquemores entre quienes cuestionan su presencia por razones de seguridad y medioambientales. Pero no es menos cierto que ese complejo es uno de los principales generadores de ingresos para la ciudad y la zona. Bahía tiene un presupuesto igual o superior a distritos que la duplican en habitantes debido a la presencia de grandes industrias en el área portuaria.

   La construcción del gasoducto también resulta decisiva para otros proyectos relevantes como las plantas de licuefacción de gas, proceso preparatorio para la exportación, en un puerto que tiene expertise en el manejo de hidrocarburos. Existen dos planes en este sentido. Uno de TGS y Excelerate para crear una planta modular, que empiece de a poco y se vaya ampliando; y otro de mayor dimensión encabezado por YPF, en combinación con capitales extranjeros.

   Para esta última propuesta hay una sede que se ofrece como alternativa a Bahía Blanca: el puerto rionegrino de San Antonio. Si el gasoducto Kirchner finalmente pasa por esta zona, nuestra ciudad le sacaría una importante ventaja.

   Puntualmente, luego de marchas y contramarchas, se prevé que el caño inicie su recorrido en la cuenca neuquina para llegar hasta Salliqueló, a menos de 300 kilómetros de Bahía. Y, en una siguiente etapa, suba hacia el sur santafesino.

   En caso de concretarse la obra habrá un beneficio local por vía doble: primero, porque el mayor flujo de gas en el sistema servirá para que dejen de sacarle cuotas a esta zona con el objetivo de enviarle a otras regiones del país y, segundo, porque se abrirá la chance de hacer empalmes en una localidad cercana para agregar aún mayor disponibilidad de gas aquí.

   Hay mucho para ganar.

   Ahora, ¿qué pasó con la experiencia de exportación de gas durante el gobierno de Cambiemos? Argentina tiene una ventaja natural: puede vender gas al exterior cuando más se requiere en el mundo desarrollado, debido a que las estaciones están cruzadas. Es decir, podemos desprendernos de mucho gas durante nuestro verano, que coincide con el invierno del norte.

   En Bahía Blanca, el expresidente Mauricio Macri despidió en 2018 con mucha pompa al buque regasificador y anunció la exportación de GNL a través de la contratación por 10 años de una barcaza llamada "Tango", propiedad de la firma Exmar. Si bien se hicieron algunos envíos al exterior a comienzos de 2019, enseguida la operatoria se frenó, en parte porque se acercaba la temporada de frío y el gas se necesitaba en el país y, en parte, porque los resultados comerciales no fueron los esperados.

   Con el nuevo gobierno, en 2020, YPF anuló los contratos con Exmar argumentando que las ventas previstas se habían acordado con un precio internacional del gas en niveles muy bajos, que no alcanzaba ni para cubrir el costo de alquiler y mantenimiento de la barcaza. Es más, desde la petrolera estatal aseguraron que el convenio suscripto por la gestión macrista fue el "peor negocio" en toda la historia de la compañía.

   En ese momento, desde ya, nadie podía prever la guerra en Europa del Este y la suba fenomenal de los precios.

   Hoy la barcaza "Tango" se encuentra sin uso en el puerto uruguayo de Nueva Palmira. Y, en el muelle local de Mega, como casi todos los años desde hace más de una década, domina el paisaje un buque regasificador que procesa gas importado para inyectarlo en el sistema nacional.

   La paradoja es que, según coinciden los entendidos, en Vaca Muerta ahora sí hay muy buenos niveles disponibles de hidrocarburos, no solo de gas sino también de petróleo, otro bien escasísimo en el planeta. Pero no hay manera de trasladarlos.

   Entre ineptitudes y sospechas, el gasoducto no se realiza.

   Por supuesto que otro punto fundamental para que avance todo el proyecto energético es que Argentina demuestre a los grandes jugadores de la industria que es una opción de país viable y estable. Hace años que los gobiernos se dedican a espantar.

   De todos modos, es importante valorar el significado para la región de las derivaciones que puede tener Vaca Muerta, así como, más a futuro, los beneficios de convertirse en un sitio vital para otro mega proyecto como la exploración de petróleo offshore.

   El affaire Kulfas-Cristina-Techint merecerá todos los análisis judiciales y políticos que sean necesarios, pero la obra del gasoducto es imprescindible y eso tiene que quedar claro. Más allá, por supuesto, del error permanente de bautizar obras con nombres de personas del pasado demasiado reciente, como en este caso el expresidente Kirchner. Una provocación innecesaria a la mitad del país.