Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Cuando la independencia es imposible

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  ¡Me quiero ir! Grito que en algún momento jóvenes lanzan al aire para expresar sus deseo de emancipación.

   Mucho se ha hablado y escrito sobre el síndrome del nido vacío, metáfora que aplica para describir el proceso que se da en la familia cuando los hijos dejan el hogar. Se observa que las aves funcionan con una exactitud de relojería, si bien durante un tiempo reciben el sustento por parte de sus progenitores en un determinado momento demoran la nutrición para que de esta forma y por una cuestión de supervivencia, emprendan su propio vuelo.

   Genética, necesidad de sustento, la sabia naturaleza, se conjugan para que la especie logre su independencia. Con los humanos sucede un fenómeno similar. En países de Europa el promedio de edad para dejar la casa familiar es entre los 28 y 30 años, salvo países nórdicos que al contar con apoyos sociales y económicos emprenden el proceso entre los 19 y 21 años.

   ¿Nuestra sociedad tiene una moratoria obligatoria?

    Quienes adherimos a la teoría del Ciclo Vital de Erik Erickson, psicoanalista creador de los fundamentos del desarrollo psicosocial, sabemos que entre los 12 y 25 años la persona construye su propia identidad. Para el autor se trata de una etapa de “moratoria” psicosocial pues está permitido experimentar, ensayar ideologías, profesiones, relaciones, entre otras, sin tener que elegir de forma definitiva, muestra tangible del proceso de construcción y de tendencia hacia la autonomía.

   Se estima que si este “pasaje” se da junto a adultos que ejercen funciones con una distancia óptima, es esperable que puedan emprender su camino, pues a veces la protección continua genera la permanencia eterna junto a los padres y la indiferencia y el descuido ocasionan la expulsión prematura.

   Poder abandonar el nido, enfrentarse a desafíos, desprenderse paulatinamente del control de los padres, tener nuevas experiencias y forjar una identidad son señales que evidencian que una personalidad adulta se está consolidando y es lo esperable, pero en este proceso hay un elemento clave.

   Para que un fenómeno surja hay un entramado que lo deben condicionar y en nuestro país el proceso de construcción de identidad y de independencia siempre está atravesado por la economía.

   Sin pretender simplificar la temática es habitual ver “ciertas postales”. Una de ellas es producto de la pobreza y la indigencia que condiciona la construcción de identidad. No se emprende vuelo porque el “nido” está siempre a la intemperie y expuesto a la vulnerabilidad, allí se ensaya la supervivencia.

   Un mínimo porcentaje puede interpretar todo lo formulado porque las condiciones económicas y sociales son favorables cumplir con la teoría del ciclo vital y emprender vuelo. La “otra foto” la componen una franja cada vez mayor que no pueden empezar su vuelo o hasta retornaron al hogar de padres y abuelos por que la subsistencia no está garantizada. Habrá entonces que aprender a lidiar con el deseo de independencia en una sociedad que obliga a la moratoria sin fecha de vencimiento.