Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Un poco de orden

   ¡Enero! Ya culmina el primer mes del año, aún es tiempo propicio para prepararse para los 338 días restantes.

   Estos meses, que parecieran más calmos comparados con lo que resta por transitar abren la ventana para concretar aquellas tareas que se van atrasando por razones valederas y por excusas que sostienen la postergación.

   ¡Echemos un vistazo por los armarios!

   ¡Esperá, no te vayas!

   Por más que intentes mirar para otro lado, de aprisionar los objetos en cajones y estantes, la realidad está ahí, vuelve una y otra vez; y lo que se no resuelve vuelve una y otra vez en forma de “síntoma”.

   ¿Por qué es tan difícil deshacerse de ciertos objetos? ¿Por qué algo que no se utiliza por uno, dos, diez años, permanece ahí, intacto?

   ¿Apego o acumulación sin sentido?

   ¡Hagamos un listado! Cuadernos de épocas escolares, boletines, la libreta de estudiante, el primer uniforme, la revista con el equipo campeón en los ‘60, el primer babero, el primer chupete, un aviso fúnebre descolorido, un vestido en el que es imposible caber…

   Nos adentramos en las profundidades y encontramos ruleros en plena “época de ondas descontracturadas y planchita”, la corbata apolillada, la camisa con un cuello como para remontar vuelo, amuletos que acompañaron la universidad. Las probabilidades de que algunos de estos objetos sean utilizados o incorporados por nuestra descendencia es mínima, casi nula; sin embargo permanecen allí.

   La excusa convertida en pregunta es recurrente, se interpone ante cada intento de ser extraído, regalado o depositado en la basura: “¿y si en algún momento lo necesito?”

   ¡Mentira! ¡Autoengaño!

   Acumular, amontonar, es el “problema” permanente de deshacerse o separarse de ciertas posesiones sin importar su valor. Conducta con efectos altamente nocivos para quien lo padece como para el resto de la familia.

   Distinto es coleccionar estampillas, mates, llaveros, imanes, lapiceras, camisetas de equipos, en esta ocasión hacemos mención de diarios, revistas, cajas, ropas, bolsas, papeles, recibos, o lo que tu imaginación y espacios permita acumular.

   En el Trastorno por Acumulación, la persona atesora elementos que no tienen uso alguno y su vida se desarrolla con total normalidad. En el Síndrome de Diógenes, en cambio, se acopian materiales inservibles, pero que repercuten y deterioran aspectos personales y sociales.

   Las notas distintivas tanto en el trastorno como en síndrome, es que, quien guarda, no expone ni exhibe voluntariamente los objetos, tampoco hay conciencia del problema. El pensamiento permanente gira en torno a que en algún momento o en el futuro el objeto puede resultar, útil, valioso o necesario y el valor sentimental que se le confiere es excesivo.

   Tanto la compra compulsiva como la adquisición de objetos gratuitos como bolsas, panfletos o flyers, como si el objeto estaba a un precio de oferta sin precedentes, son motivo de acopio, corona las excusas si el mismo era o fue regalado por una persona “importante” o en un momento “importante”, puesto que a mayor ausencia mayor valor.

   ¡Sigamos revolviendo los armarios!

   Si te diste cuenta de que has guardado más de lo que podés llegar a necesitar, ya has dado el primer paso, luego descartar aquello que ocupa lugar material y también mental es el camino para liberar armarios y liberarnos.

   Está comprobado que el aislamiento, la falta de redes y vínculos propician esta tendencia a acumular. Comprender el verdadero valor de los objetos y deshacerse de aquello que se guarda innecesariamente funciona como catarsis.

   ¡Les dejo la propuesta, me voy a poner orden y regreso en marzo!