Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Siempre hay lugar para la decepción

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   Las elecciones son un tema que muy poco le importa a la mayoría de las personas máxime con una pandemia que no da tregua, con vacunas que si bien están llegando no en la cantidad esperada y teniendo que contar camas y contagios para tomar medidas restrictivas y permisos.

   Las elecciones son un tema que muy poco le importa a la mayoría pero una minoría ya está evaluando, encuestando y proyectando. En varios estudios realizados por consultores lo que se está midiendo es entre otras cosas el humor social de la población.

   Decepción y desencanto son estados y sentimientos que en algún momento de la vida vamos a experimentar, el abanico de situaciones y personas es muy amplio. Por eso cabe preguntarse: ¿Las decepciones son circunstancias sin retorno? ¿Es una responsabilidad compartida?

   La decepción, “pariente directa” de la frustración es un sentimiento que se experimenta tras un desengaño o una desilusión. Es una vivencia negativa que conecta directamente con la impotencia puesto que enfrenta con una situación inesperada y contraria a ciertas expectativas y códigos.

   La decepción o chasco pareciera gestarse de manera imperceptible e irrumpe casi como por arte de magia, generalmente nos sitúa ante situaciones no buscadas y nos dispone a un estado de falta de recompensa y de privación como consecuencia de deseos, aspiraciones, objetivos insatisfechos y hasta de una confianza quebrada.

  Si bien la decepción se experimenta de manera diferente y tiene intensidades variadas, afloran sentimientos de rabia, enojo, tristeza y desesperanza. Aparece, toma por sorpresa y quien es decepcionado va de la perplejidad a la bronca, culminando a veces en una retirada elegante y sanadora.

   ¿A mayor expectativa mayor decepción? ¿A mayor cercanía mayor desencanto?

   Depositar expectativas y anhelos en un amigo, una pareja, un líder o una situación y no salir decepcionado lo considero un acto de corresponsabilidad, ya que se requiere de cierta madurez y de claridad en la mirada para detectar si ese depositario amerita el rol y está a la altura de los deseos; la vida a diario nos enfrenta con “vendedores de ilusiones”, rápido se desvanecen sus propuestas y ellos también.

   Se trate de decepciones naturales, predecibles o inesperadas lo cierto es que rompen una ilusión, pero también habilitan la posibilidad de dar vuelta una página, de dar un giro y continuar la marcha.

   Entender que no todo puede ser controlado aliviana el peso del desencanto, tener metas realistas evita golpes, tomarse un tiempo prudencial para conocer a quien invita a transitar por un camino ya sea laboral o vincular es prevenir y anticiparse a que los sueños queden convertidos en trizas.

   Algunos para evitar decepciones se repliegan sobre sí mismos a tal punto que coartan sus deseos; el temor y la cobardía los paraliza perpetuándose en una espera estéril y sin sentido.

   Nadie está exento de una decepción, y luego del enojo, la rabia y la tristeza, aparece también el alivio; mi abuela siempre decía política y amistad no son buena combinación.