Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Mujeres militares: "No todos los feminismos las aceptan", dice una funcionaria del Ministerio de Defensa

Presentan un libro con una investigación que recopila las políticas de género en el ámbito de la Defensa en la Argentina, que se iniciaron en 2007.

Fotos: Télam

   Las mujeres siempre estuvieron dentro de las Fuerzas Armadas, como esposas de militares, como profesionales y ahora en los cuerpos de Comando, cambios que van interpelando una institución masculinizada y decisión que también genera debates ya que "no todos los feminismos las aceptan", advierte una funcionaria, un proceso que se relata en el libro Militares argentinas que presenta mañana el Ministerio de Defensa.

   La publicación es una abundante investigación que recopila las políticas de género en el ámbito de la Defensa en la Argentina, que se iniciaron en 2007.

   En 1997 se abrió el Colegio Militar de la Nación para ellas, en 2001 la Escuela de Aviación Militar y en 2002 la Escuela Naval, es decir, ingresan al cuerpo de Comando, a la carrera enteramente militar, con conducción y con posibilidad de alcanzar las máximas jerarquías.

   Antes, las primeras en ingresar al Ejército fueron las enfermeras, que hacían "tareas de cuidado, y por mucho tiempo solo eran mujeres. Esto no amenazaba la identidad del militar", comparte en diálogo con Télam, Laura Masson, directora de Políticas de Género del Ministerio de Defensa.

   Luego se incorporaron médicas, abogadas, odontólogas e ingenieras, por lo que "hasta determinado momento solo había mujeres del cuerpo Profesional, que se formaban en las universidades y luego ingresaban a las Fuerzas Armadas".

   —En el libro se menciona esa diferencia entre "las profesionales y las de comando". ¿Cómo se explica en perspectiva de género?

   —Podríamos pensar esta relación a través de la imagen de un círculo concéntrico donde en el centro se sitúa el corazón identitario de la institución, donde se concentra el mayor prestigio y poder, que se corresponde con una identidad estrictamente masculina. A medida que nos alejamos de ese centro hay mayor tolerancia a la incorporación de otras identidades. Las mujeres se van acercando muy lentamente hacia ese centro identitario. Por ejemplo, dentro del cuerpo de Comando, las últimas armas en abrirse fueron las más prestigiosas, en el caso del Ejército. la caballería y la infantería.

   —En las Fuerzas Armadas la mujer se identificaba con la esposa del militar, pero ahora ellas también son militares, ¿Cómo ha impactado eso en los varones?

   —Es así. En un artículo de 2010 planteaba que no es correcto decir que las mujeres ingresaron a las Fuerzas Armadas en la década de 1980 o a fines de la década del 1990, porque siempre habían sido parte. Las Fuerzas Armadas funcionaron, con el formato que las caracterizó en el último siglo, con base en el sostén que las mujeres, como esposas de militares, hicieron a los suboficiales, los oficiales y sus hijos. Cuando ingresan al ámbito profesional y salen del lugar de esposas, todo el sostén que antes realizaban deja de existir. Se produce una tensión entre la demanda de la familia y la de la institución. Y eso también afecta a los varones. Se pone en evidencia que antes había alguien que sostenía a esos varones, disponibles de forma casi permanente para la institución. Cuando dejan de estar, se hacen visibles.

   —¿Por qué la mayoría de las mujeres en las Fuerzas, incluso las jóvenes, se resisten a usar lenguaje inclusivo y a participar en espacios de género creados en el Ministerio?

   —El uso del lenguaje inclusivo no solo es resistido por las mujeres dentro de las Fuerzas Armadas, suele ser resistido en general. Incomoda. Cuando las mujeres se niegan a utilizar el lenguaje inclusivo están tratando de adaptarse, de encajar en los códigos masculinos de la institución. Sin embargo, no todas se resisten al uso de un lenguaje inclusivo, entendiendo por tal el hecho de querer ser nombradas o de sentirse cómodas siendo nombradas. Pero el rechazo tiene que ver con la necesidad de pertenecer, de no ser señaladas como "distintas". Y es cierto que algunas mujeres se resisten a participar de los espacios de género, especialmente las mujeres del cuerpo Comando, corazón identitario de la institución. En una lógica masculina, las políticas de género las alejan. Pero eso va cambiando poco a poco y es parte de las tareas que se están llevando adelante en la actual gestión. Es necesaria la decisión política para transformar las instituciones.

   —¿Por qué el cambio, en cuanto a reconocer que ellas están en desigualdad, se da cuando son madres?

   —Porque es el momento en el cual el cuerpo se transforma y deja de estar disponible de forma permanente para la institución. Ya no es posible disimular la diferencia, en el sentido de que todo el esfuerzo por demostrar que los cuerpos femeninos pueden adaptarse a las exigencias de una institución forjada en base a cuerpos no gestantes ya no da resultado. Y como la institución no se constituyó teniendo en cuenta la realidad de cuerpos gestantes, de alguna manera, en este momento la identidad militar se pone en jaque. Con la maternidad y con las tareas de cuidado la desigualdad se hace evidente.

   —¿Cómo interpelan las militares a los feminismos?

   —Es una pregunta compleja, difícil de responder de manera breve. Gran parte de la causa construida por los feminismos, a través de sus luchas, sus demandas y su persistencia ha estado vinculada con una imagen de las mujeres como víctimas. Es difícil sostener esa imagen en una profesión donde se las entrena para el uso legítimo de la fuerza, para conducir tropas, ejercer el poder u ocupar una posición jerárquica. Por otro lado, no todos los feminismos defienden o aceptan la incorporación de las mujeres a las Fuerzas Armadas. Y acá deberíamos ir a un debate asociado a este que tiene que ver con el uso de la fuerza o el ejercicio de la violencia y su legitimidad. Históricamente las mujeres han sido asociadas con la paz con lo cual las que empuñan armas desafían esta imagen tradicional, como así también la figura de víctimas. Esto no quiere decir que las mujeres que portan armas no puedan, al mismo tiempo, ser víctimas. Pero es una ecuación difícil de resolver. Sin embargo, y tal vez por esta misma razón es sumamente importante trabajar en las políticas de género en el ámbito de la defensa y creo que podemos aprender mucho, como feministas, de estos procesos. Ignorar los temas difíciles no los resuelve, es necesario que nos ocupemos de ellos.

   El libro puede descargarse gratuitamente en https://back.argentina.gob.ar/sites/default/files/militares_argentinas._evaluacion_de_politicas_de_genero_libroonline.pdf.