Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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La pregunta del peronismo: ¿todos unidos triunfaremos?

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   El otra vez todo poderoso peronismo, unido, vuelve al poder después de un "breve intervalo" de cuatro años. Si para atrás se mira, y si se cumple la proyección casi lógica de que a los argentinos les aguardan ocho años de gestión a cargo del partido que fundó el General hace 74 años, descontada la reelección en 2023 si logran hacer olvidar el desastroso interregno de Mauricio Macri, los números son elocuentes. El peronismo habrá gobernado 33 de los 40 años transcurridos desde la restauración de la democracia en 1983. 

   Ahora bien, el ciclo que se iniciará pasado mañana con la asunción de Alberto Fernández como presidente, cargo al que accede por decisión de quien será su vicepresidenta,  genera más dudas sobre su futuro rodamiento como ninguna de las anteriores experiencias del peronismo en el poder. Aclaración que se impone: Perón colocó a Cámpora en la presidencia en el marco de un plan premeditado para que ese interinato terminara en 45 días con el general en el poder y "el Tío" convertido en bandera de los jóvenes "imberbes".

   Aquí el problema sería mucho más complejo. Fernández es para no pocos observadores un delegado de Cristina en la Casa Rosada. Esa misma visión tienen en privado, y a veces no tanto, la tropa de cristinistas puros o peronistas de variado pelaje para quienes hay y siempre habrá una sola jefa. Ella, que se asentó en el Congreso con una impresionante muestra de poder interno, es la verdadera dueña de este nuevo ciclo del peronismo "unido". Donde van a convivir dirigentes y agrupaciones de mayor o menor calado que hasta no hace  mucho se odiaban y los animaba una sola meta, que es al fin y al cabo la que podría explicar esa alegre estudiantina: sacar a Macri del poder. Los cobijó a todos el teorema "con Cristina sola no se puede, pero sin Cristina no alcanza".

   Una mirada descontaminada de lo que ocurrió con el armado del gabinete, a fin de cuentas el "equipo del poder" que deberá cumplir con la promesa de que vuelve la felicidad para todos y todas, y también la idea de "llenar de plata los bolsillos de los pobres" aunque sea con una homérica y peligrosa emisión monetaria, podría bastar y sobrar como ejemplo. 

   El presidente electo se llenó la boca pregonando que a su gabinete lo armaría él, y hoy debe aceptar que Cristina domina más de un tercio de ese elenco ministerial. Ella ejerció vetos y rechazos, que Alberto tuvo que pilotear como pudo. La ubicación del camporista De Pedro como ministro del Interior, de fidelidad intacta hacia Cristina y Máximo Kirchner, antes que al nuevo presidente, es un claro signo.

   Dado casi por sentado que la experiencia que se inicia el martes es un gobierno de doble comando, uno en la Casa Rosada pero el otro, que además retendría la llave maestra, en el Senado, se impone aquella pregunta respecto de si ciertamente los peronistas harán honor esta vez a la marchita que inmortalizó al General. La respuesta no parece fácil. Porque el siguiente interrogante, que sólo develará el paso de los meses, remite a si Fernández aceptará sin chistar ese rol de segundo que le toca asumir. O si tiene él también un proyecto político propio despojado de tutelajes ajenos.

   Primera advertencia que no debería ser desechada a priori en el marco de lo que se viene. El peronismo, a lo largo de su historia y durante todos los "ismos" que lo gobernaron, nunca aceptó dos líderes. Líder hay uno solo, lo han demostrado desde Perón a la última experiencia que concluyó en 2015. Por eso impresiona, y a la vez impregna de dudas el futuro, aquella afirmación de los camporistas más encumbrados sobre su pertenencia a un solo e irrompible liderazgo: el de Cristina. 

   Habrá que ver en todo caso como funciona ese esquema en las cabezas de otros actores de esta nueva "unidad" como los gobernadores, los dirigentes sindicales o de los movimientos sociales que ya le advirtieron a Fernández (Grabois dixit) que "la mecha es corta". Si todos ellos se impacientan más temprano que tarde por la falta de soluciones rápidas y a quienes Alberto ya les avisó que "no habrá magia", ¿el apuntado será el presidente? Y en ese caso, ¿qué actitud adoptará Cristina? ¿Es, como se dijo el viernes en el Congreso, el de Alberto y sus ministros un "gabinete de transición"?

   Hay una foto que podría marcar el devenir de esos acontecimientos si es que como varios analistas opinan, al menos los dos primeros años de gestión del albertismo no darán para descorchar. Allí se ve a Cristina rodeada de la abrumadora fuerza que armó en el Senado, donde no faltaron ni Menem ni Adolfo Rodríguez Saá. Mientras se aguarda que Sergio Massa sea el presidente formal de Diputados, en tanto las decisiones de fondo saldrán del bloque único que comanda Máximo Kirchner.

   La pregunta es si en la construcción de poder propio que barrunta en la intimidad, Alberto disfrutará, o padecerá, esa nueva escribanía.