Bahía Blanca | Sabado, 27 de septiembre

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Bahía Blanca | Sabado, 27 de septiembre

De cara al verano: cuando Bahía Blanca se convierte en un mar de islas de calor

Se trata de un fenómeno que se produce en zonas urbanas que experimentan temperaturas más altas que las zonas circundantes. Una de las razones es la actividad humana.

El parámetro para definir una isla de calor urbana es comparar su temperatura con la registrada en el espacio rural subyacente. / Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.
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Auionota: Mariano Muñoz

La inundación del pasado 7 de marzo confirmó la vulnerabilidad de la ciudad ante un fenómeno climático que, de alguna manera, se consideraba imposible que ocurriera: la caída de casi 400 milímetros de lluvia en cuatro horas.

Un escenario que los especialistas califican de hipo-plausible, por su baja probabilidad, en los límites de la realidad. Pero ocurrió y la ciudad colapsó.

Una de las debilidades fue no haber mensurado cómo el crecimiento urbano-edilicio de Bahía Blanca generó la existencia de menos terreno permeable y nuevas modalidades de escorrentías.
Esas mismas modificaciones urbanas son las que debieran entrar en juego para enfrentar —de la mejor manera— el aumento de la temperatura derivado del cambio climático.

Muchas son las ciudades que no están preparadas para responder al calor extremo, ni tienen en cuenta en su planificación acciones concretas para atenuar calores perjudiciales para la salud.

Profesionales de la Universidad Nacional del Sur y del Conicet vienen realizando estudios y mediciones desde hace cuatro décadas sobre las denominadas islas de calor, generadas por la modificación artificial del clima por efecto de la acción del hombre.

El Departamento de Geografía de la UNS desarrolló los primeros trabajos del país relacionados con esos sitios de la ciudad donde la temperatura supera la que se mide en el entorno rural, muchas de cuyas conclusiones resultaron ahora confirmadas por estudios realizados en la Universidad Nacional de La Plata, a partir de verificar la conformación de esas islas en distintas ciudades del país recurriendo a mediciones satelitales.

El parámetro para definir una isla de calor urbana es comparar su temperatura con la registrada en el espacio rural subyacente. La diferencia es, a veces, tan notoria que resultan poco precisos los datos registrados en estaciones meteorológicas de la periferia. Con apenas 20 cuadras de diferencia entre un punto y otro se pueden verificar situaciones climáticamente completamente diferentes.

El análisis de imágenes satelitales vincula la temperatura superficial con la densidad y la salud de las plantas (mostrando su influencia en la regulación térmica estacional).

En el verano bahiense, por caso, circular por calle Sarmiento-Avenida Alberto P. Cabrera es prueba de esa situación. Entre la plaza Rivadavia y la avenida Fortaleza Protectora Argentina se verifica una temperatura de hasta 3º C superior a la de cuando se ingresa en la autopista.

Una cantidad de grados significativo si se piensa que 1º C es suficiente aumento para generar lluvias torrenciales y derretir glaciares milenarios. La modificación generada por la urbanización es la aparición de temperaturas más elevadas en la parte central. Un estudio local realizado en 2014 estableció que un día típico de verano presentó, en el microcentro, temperaturas de 36 ºC, en zonas de escaso arbolado, de entre 3 y 5 ºC respecto a las medidas en cercanías del parque de Mayo y en zonas donde predomina la edificación de una sola planta.

El detalle

Esta alteración del microclima urbano surge de la expansión de calles, edificios y techos, reemplazando a la cobertura vegetal por materiales de propiedades térmicas e irradiantes. Las islas de calor generan consecuencias semejantes a las del cambio climático en cuanto al incremento de consumo energético, impactos negativos en la salud y deterioro ambiental.

En contextos urbanos, la sustitución de vegetación por asfalto y construcciones eleva la temperatura entre 5 y 10 °C respecto de los alrededores. Mientras la vegetación regula el calor mediante la evapotranspiración, las edificaciones absorben y almacenan radiación solar, intensificando el calor. Las áreas con mayor cobertura verde registran temperaturas más bajas.

No son pocas las calles sin árboles en Bahía Blanca.

Estos microclimas urbanos difieren para cada ciudad según sus edificaciones, su configuración espacial y los materiales utilizados. De allí la necesidad de disponer estudios particularizados para adecuar las decisiones territoriales y de planificación.

El análisis de imágenes satelitales vincula la temperatura superficial con la densidad y la salud de las plantas, mostrando su influencia en la regulación térmica estacional, clave para instrumentar políticas de conservación. Las islas de calor requieren ser incorporadas en el ordenamiento territorial para diseñar estrategias y construir espacios que armonicen desarrollo urbano y equilibrio ambiental.

Acerca de las eventuales soluciones

Disponer de espacios verdes es la forma más eficiente de reducir los efectos de isla de calor.

En nuestra ciudad, la pérdida de 14.000 árboles como consecuencia de la tempestad del sábado 16 de diciembre 2023 es un llamado de atención. Existen materiales incorporados a la pintura blanca para reflejar el calor de los edificios y pavimentos.

Los equipos de aire acondicionado liberan calor residual que contribuye al efecto de isla de calor. La propuesta es evitarlo a través del sombreado y disipar el calor a través de la ventilación. Hay ciudades que crean refugios climáticos acondicionados, áreas de descanso y agua. La introducción de fuentes, estanques y rociadores es otra estrategia que contribuye a reducir la temperatura.