Bahía Blanca | Domingo, 29 de junio

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Narrar lo extraordinario: el desafío de equilibrar el periodismo y la pasión

Ejercer la profesión en los Juegos Olímpicos, cuando el corazón late más rápido y no hay mucho tiempo que perder.

Narrar lo extraordinario: el desafío de equilibrar el periodismo y la pasión Narrar lo extraordinario: el desafío de equilibrar el periodismo y la pasión
José Torres atiende a la prensa tras ganar el oro en BMX. Fotos: archivo La Nueva.

Cubrir los Juegos Olímpicos es la cima, el escenario más grande y simbólico al que se puede aspirar dentro de la profesión.

Es mucho más que un evento: es una experiencia total que lo exige todo —pasión, capacidad, sensibilidad, precisión— y, a cambio, devuelve algo difícil de describir. Cada segundo puede dar lugar a un momento eterno y ser testigo directo, presencial, de hazañas que no se repiten y tener la enorme responsabilidad de contarlas con justicia suponen un desafío constante que no se compara con ningún otro.

Quizá, para algunos, ocurra algo similar en los mundiales de futbol. Aunque desde lo estrictamente periodístico, la distancia entre partidos permite un análisis en pausa mucho mayor al frenesí olímpico. Sin dudas.

Esa transmisión es una sucesión de pruebas que exigen rapidez y precisión, pero también claridad y un relato en contexto que acerque a todos ustedes con los protagonistas, sus resultados y sus historias. 

Y en medio de tan vertiginosa responsabilidad, también hay una profunda emoción que recorre cada rincón de la cobertura como fue París 2024 para La Nueva. siendo el único habilitado de la ciudad y la región, entre una veintena de argentinos. 

Tribuna de prensa en el Stade de France

Conferencia de prensa de Stephen Curry y Kevin Durant

Haber cubierto previamente eventos (en algunos aspectos) similares, como Juegos Suramericanos o Panamericanos, me dio un bagaje de herramientas necesario para no tropezar ante el primer obstáculo. También fue importante trabajar en Río 2016 como voluntario. Eso me permitió mantener la calma ante adversidades aparentemente sólidas y también, en cierta medida, me habilitó a saborear más cada momento.

Para que tengan una idea, mi avión aterrizó en París a las 10 de la mañana del miércoles 24 de julio. A las 16, Los Pumas 7s, con el bahiense Santiago Álvarez Fourcade, hacían su debut ante Kenia. Esas seis horas parecían suficientes, pero sabía que iba a ser difícil llegar a tiempo.

Del aeropuerto había que salir rápido, luego de atravesar migraciones, recoger las dos valijas, pasar por el centro de acreditaciones y empezar a conectar con los franceses en un inglés que por ese entonces, carecía de gimnasia. En ese momento entendí que debía gestionar las emociones. Ya tenía mil cosas para contar, filmaba y tomaba fotos de todo, incluso de escenas totalmente innecesarias.

Diario de viaje de La Nueva en París 2024

Una vez que logré hacerme entender, esperé un colectivo que me trasladó al metro (subte) más cercano. Solo, con dos valijas y una temperatura cercana a los 30 ºC, llegué hasta el parque que lindaba con el barrio donde me iba a hospedar por los próximos 20 días.

Una aclaración: es primer mundo, mucho (por no decir todo, o casi todo) funciona y muy bien. Sin embargo, por motivos que podrían analizarse en otro momento, uno duda y va acumulando estrés. Lo cierto es que el colectivo llegó y que al parque en pleno Nanterre lo encontré muy fácilmente. El problema comenzó después…

Ese parque, con un lago y mucho verde, tenía senderos entrecruzados, sin un patrón. Sabía que tenía que atravesarlo hacia el sur, pero —entendí después— lo recorrí un par de veces en círculo y mis consultas no fueron fructíferas, aun mostrando la dirección a la que debía ir —con el miedo de mostrar mi teléfono celular—. Hasta que una señora mayor me respondió muy amablemente y alcancé a entender “maison blanche” en medio de la frase que me orientó. 

Perdí mucho tiempo, aún debía dejar las valijas, pegarme una ducha y salir rumbo al Stade de France que estaba a más o menos una hora combinando metro y RER (otro tipo de subte, con destinos regionales y de dos pisos). 

Soñaba con entrar por primera vez a una sede olímpica con mi acreditación colgando del cuello y ese momento ni lo registré. O quizá sí, pero fugazmente porque estaba pensando en lo que debía hacer, en mi tarea siguiente. Llegué con Los Pumas 7s abajo 0-7 (ganaron 31-12).

Esa excitación me acompañó hasta que me subí a un auto de la organización para llegar al aeropuerto de Orly y emprender la vuelta. El auto no llegaba y no había mucho tiempo…

Centro principal de transporte, en el Palacio de Congresos

Sala de prensa de Roland Garros

Cubrir los Juegos Olímpicos implica caminatas eternas entre sedes, controles, silencios incómodos en zonas mixtas, tomar nota en un papel, en el celu o simplemente recordar. Esquivar y también coincidir con colegas de todos los colores, traductores, voluntarios, fotógrafos, choferes, turistas y deportistas. Desde Djokovic a la salida de un baño hasta un surcoreano indescifrable.

Desorientarse en la combinación del subte, más de una vez. Pensar qué comer, si es que hay tiempo. Dormir poco y nada y sin embargo, sentirte pleno.

A la vez tener en cuenta la diferencia horaria. Es también el podio brillante vs. el periodista transpirado escribiendo a las corridas. Ni hablar de las notas que no salieron a la luz o de las que no pude hacer. El oficio en carne viva. Te das cuenta que mucho de lo que estudiaste sirve, pero que la experiencia de campo es el verdadero aprendizaje y que cada escenario es único e irrepetible.

Todo, con la salvedad de una imprescindible organización de tareas, mapas y rutas que comenzó varios meses antes. Yo sabía, con mucha antelación, que me "perdía" la final del tenis masculino y la de los 100 metros llanos porque el 4 de agosto viajaba a Marsella a seguir de cerca el debut de Catalina Turienzo. Es así, los olímpicos te tiran los eventos por la cabeza y una buena planificación previa es esencial.

Conferencia de prensa de Simone Biles

Tribuna de prensa en el Stade de France

Cuando uno va a cubrir un evento toma distancia, no prejuzga, observa con imparcialidad. Eso sucede en mayor o menor medida, buscando dejar de lado los sentimientos y ser justo con lo que realmente sucede.

Sin embargo, esos principios son muy difíciles de respetar cuando se cubre a nivel internacional a la selección argentina —del deporte que sea— o al atleta nacional con sus cicatrices a cuesta. Es una disyuntiva valedera, porque tampoco está mal querer que Maligno gane. Soy periodista, pero también argentino, claro. Y muy distinto es ir de fan, pedir autógrafos y olvidar la narrativa, no hablo de ese extremo tampoco.

En ese sentido, ayuda que los resultados deportivos sean positivos para mejorar la experiencia periodística. Te van a leer más y hasta con otro ánimo.

Cartelería indicativa en el Parque de los Príncipes

Tribuna de prensa en el estadio náutico Vaires Sur Marine

Cubrir los Juegos Olímpicos es como llegar al corazón mismo del deporte. Es el privilegio de ser testigo.

Para muchos periodistas deportivos, no es solo una meta: es una consagración, un recordatorio de por qué un día eligieron esta profesión. Y una experiencia que, aunque termine, no se olvida jamás. 

Mucho de eso me pasó y me motivó para transitar el día a día como periodista con la ilusión de repetir la historia.