De relatos y fotos a verlo con los propios ojos
Las inundaciones fueron parte de nuestra historia, pero la conocíamos por relatos y fotos. Ahora somos parte de esa realidad.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Desde su fundación en 1828 Bahía Blanca fue víctima de las inundaciones. La mayoría producidas por las crecidas del engañoso Napostá, un tímido y modesto hilo de agua que se convertía en torrentoso y fatal cuando llovía en la zona serrana. El Maldonado le daba una mano para evacuar pero entre 1906 y 1949 estuvo cerrado por la construcción del parque de Mayo y Barrio Adornado, con lo cual los desbordes del Napostá eran cada vez más importante.
Con las primeras décadas del siglo XX comenzaron a consolidarse los barrios aledaños al arroyo –Villa Mitre, Tiro Federal, Bella Vista—con lo cual esos desbordes del Napostá tomaron otra características: inundaban barrios, las aguas ingresaban en las casas, la corriente arrastraba personas. Y aquí viene la tradición oral y escrita de cómo eran esas inundaciones.
Las calles con agua de bote a bote, la correntada buscando por donde salir, el paredón del ferrocarril como barrera, Brown y Alem desbordados y en los casos más graves el agua comenzaba a llegar al centro. Varias fotos dan testimonio de aquellos hechos. Que uno se imaginaba, creía entenderlos e interpretarlos.
Lo ocurrido en las últimas horas en la ciudad convirtió en realidad aquellas sensaciones de las primeras cinco décadas del siglo XX. El agua entrando en las casas, la gente arriba de los techos, desesperación, corte de la energía.
Pero no sólo hoy la ciudad fue testigo sino que además presenció un hecho de una magnitud nunca antes vista y que posiblemente no se vuelva a ver por varias y varias generaciones. Habrá hijos y nietos a quienes contarle cómo, en apenas tres meses, viento, granizo y lluvia convirtieron a Bahía Blanca en el centro de la tormenta.