Bahía Blanca | Jueves, 18 de diciembre

Bahía Blanca | Jueves, 18 de diciembre

Bahía Blanca | Jueves, 18 de diciembre

Próspero Palazzo: el trágico final del pequeño tucumano

Egresado del Aeroclub tucumano, Palazzo se sumó al plantel de pilotos de la Aeroposta Argentina en 1929, designado para la ruta entre Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia.

“Le pareció que también la materia se sublevaba. El motor, a cada inclinación, vibraba tan fuerte, que toda la masa del avión se agitaba con un temblor furioso”. Vuelo Nocturno, Antoine de Saint Exupéry

El 1º de noviembre de 1929 despegó del aeródromo de Villa Harding Green, en Bahía Blanca, el avión encargado de cumplir con el primer servicio aéreo de carga y pasajeros de cabotaje del país, uniendo ésta ciudad con Comodoro Rivadavia, con escalas en Trelew y San Antonio Oeste.

La prestación estaba a cargo de la empresa de capitales franceses fundada por Pierre-Georges Latécoère en 1919, la cual adoptó en nuestro país con el nombre de Compagnie Générale Aéropostale, la Aeroposta Argentina.

La flota contaba con dos modelos de aviones: el Laté 25 y el Laté 28, naves livianas, construidas con aluminio, madera y lona, con capacidad para transportar 4 y 8 pasajeros respectivamente, y capaces de desarrollar una velocidad crucero de 200 km/h.

La ruta de la Patagonia era considerada por los pilotos como la más difícil del mundo, por los fuertes vientos y temporales que los obligaba a ser verdaderos expertos para dominar sus máquinas.

Para organizar la línea llegaron al país los aviadores franceses Jean Mermoz, Henri Guillaumet y Antoine de Saint Exupéry, entre cuyas tareas estaba la de armar un plantel de pilotos autóctono.

Un Laté 28 similar al que volaba Palazzo

La existencia del Aeroclub en Bahía Blanca fue clave para que pudiesen disponer de aviadores, contratando, entre otros, a Rufino Luro Cambaceres, Ricardo Gross y Domingo Irigoyen. A ese primer grupo se sumó un joven tucumano, que había obtenido su carné de aviador en su provincia y llevaba dos meses como piloto de la ruta Buenos Aires-Paraguay.

Su nombre era Próspero Palazzo, tenía 25 años, era menudo y si bien el clima de la Patagonia no lo acobardó, lo sufría, al punto que antes de subir al avión reforzaba su abrigo cubriendo su cuerpo con papeles de diarios colocados debajo del mameluco. “Ahí viene el tucumano”, decían sus colegas cuando escuchaban el ruido del papel.

Próspero Palazzo

Palazzo acompañó a Saint Exupéry y Mermoz en los primeros vuelos exploratorios, lo que sirvieron para definir las rutas más convenientes y la ubicación de los distintos aeropuertos.

El día de la inauguración de la línea Patagonia, Palazzo formó parte de esa primera tripulación.

Antes de una partida, con pasajeros, Palazzo con su equipo de piloto.

El servicio

En 1931 la Aeroposta presentó la quiebra. La crisis económica mundial impactó en la empresa, que se retiró del país y siguió operando en Francia, donde con el tiempo se convertiría en Air France.

Su salida abrió un interrogante sobre el futuro del servicio, hasta que el estado nacional decidió unirse a capitales privados y formar una sociedad mixta. La Aeroposta siguió volando y sus pilotos mantuvieron sus trabajos.

Preparativos para el despegue

Mayday

El martes 23 de junio de 1936 Palazzo despegó con su Laté 28 desde el aeropuerto de Villa Harding Green con destino a Comodoro Rivadavia. Lo acompañaba César Bruego, flamante incorporación de la empresa que cumplía con su primer vuelo, actuando como copiloto.

Las condiciones climáticas eran adecuadas y el primer tramo hasta Trelew se cumplió sin novedades. La nave llevaba solo correspondencia, sin pasajeros. Antes de despegar con destino a Comodoro Rivadavia, el parte meteorológico reportó tormentas, pero no era un escenario que hiciera pensar en suspender el vuelo. El despegué se hizo sin inconvenientes y la nave partió hacia el lejano sur: fue la última vez que se tuvo  señales del avión.

En Comodoro Rivadavia comenzó la preocupación cuando había pasado una hora del horario de llegada establecido sin tener noticias de la nave. Minutos antes Palazzo había reportado una tormenta de nieve y fuertes vientos, pero se hizo imposible establecer comunicación con el avión porque la caída de varios postes. Sólo quedaba esperar. Con el paso de las horas, la situación se volvió angustiante y se informó a las autoridades de la empresa.

La búsqueda

En Bahía Blanca la noticia cayó como un balde de agua fría pero los pilotos eran optimistas. Confiaban en la pericia y serenidad de Palazzo, además de su experiencia y conocimiento de la ruta. Si debió enfrentar algún temporal, decían, lo más seguro es que haya realizado un aterrizaje de emergencia.

Irigoyen fue el primero en despegar de Harding Green para buscar la nave. Durante cinco horas recorrió la ruta sin encontrar señal alguna del avión, llegando hasta Camarones y Puerto Lobos. Ricardo Gross salió unas horas más tarde, modificando el recorrido habitual para acercarse más a la costa, una ruta alternativa cuando un piloto se enfrentaba con un frente de tormenta. Pero llegó a Comodoro Rivadavia sin tener novedades.

Habían transcurrido ya 36 horas de la desaparición cuando finalmente el piloto Leonardo Silvetti avistó a la nave, teniendo que dar la peor de las noticias: el avión de Palazzo y Bruego se había estrellado contra los acantilados de Puerto Fisher, a unos 80 kilómetros de Comodoro Rivadavia.

Los restos del avión

De inmediato se organizó una patrulla de reconocimiento y rescate, aunque se verificó la imposibilidad de llegar al lugar por tierra debido a la presencia de un gran manto de nieve.

El empresa YPF puso entonces a disposición de la Aeroposta su buque petrolero Aristóbulo del Valle y navegando por la costa pudo llegar al lugar del accidente. Allí se verificó el fallecimiento de los tripulantes y las consecuencias del impacto, con las alas del avión quebradas y el motor a varios metros del lugar.

La noticia en la tapa de este diario

Con esfuerzo y tristeza, los restos de los pilotos fueron subidos al buque y transportados a Comodoro Rivadavia, donde los recibió una acongojada multitud. Fueron velados en la Sociedad Española de esa ciudad y luego traslados a sus lugares de origen. Brugo fue sepultado en el cementerio del Oeste (Chacarita), Palazzo en su Tucumán natal.

Por primera vez desde su habilitación, la Aeroposta no había llegado a destino. Por primera vez, dos de sus hombres perdían la vida en servicio.

El recuerdo

“Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo”. Antoine de Saint Exupéry

Palazzo vivió los últimos años de su vida en Comodoro Rivadavia. Por eso su desaparición fue tan sentida en esa localidad. Pero además, como toda muerte a destiempo, a sus 36 años de edad, le dio más dramatismo a la tragedia. Por eso su nombre y su figura por siempre joven tienen en ese lugar homenajes que, por ejemplo, no tienen en Bahía Blanca.

Un homenaje en el Aeroclub de Comodoro Rivadavia

Uno de los barrios más reconocidos de la ciudad lleva su nombre y en 1964 fue fundado el Club Deportivo Próspero Palazzo, con el símbolo de un águila con sus alas desplegadas.

A pocos metros de donde estaba el campo de aterrizaje de la Aeroposta se erigió en 1937 un monumento en su memoria y la de César Brugo, construido mediante una colecta popular. Se trata de una columna de 20 metros de alto, de diseño art decó, con dos alas apenas desplegadas en su base.  En el sitio exacto donde cayera el avión, un monolito recuerda el fatal accidente.

El monumento en memoria ed Palazzo y Bruego

Final

A pesar de lo riesgosa que era la ruta a la Patagonia, Próspero Palazzo y César Brugo fueron los únicos pilotos fallecidos cubriendo ese recorrido.

Sin embargo, volar fue particularmente trágico para los tres grandes referentes de la Aeroposta.

Henri Guillaumet, que cubría la ruta Mendoza-Santiago de Chile, desapareció en 1940, a sus 38 años, mientras volaba sobre el mar Mediterráneo.

Jean Mermoz fue reportado como desaparecido en 1936, a sus 35 años de edad, piloteando su nave sobre el Océano Atlántico, con destino a Brasil.

Henri Guillaumet y Antoine de Saint Exupéry

Finalmente, Antoine Saint Exupéry nunca regresó del vuelo de observación que realizaba en 1044 sobre el Mediterráneo. Tenía 44 años. Un año antes había entregado a la imprenta su último libro, El Principito. Nunca supo que había escrito una de las obras más editadas en la historia de la literatura.