Desmitificando la salud cardiovascular: cada vez más infartos en jóvenes
La enfermedad cardiovascular (ECV) es la principal causa de muerte en el mundo. Especialistas locales advirtieron que es alarmante la escasa adhesión a los estudios de rutina que podrían prevenirla.

Recibido en 1993, acumula 28 años de trayectoria en el periodismo local. Ex jefe de la sección Deportes y La Ciudad y actual secretario de Redacción de La Nueva. Ex profesor de los dos institutos de Periodismo de la ciudad. Especialista en temas deportivos, sociales y gremiales.
Audionota: Romina Farías
Mientras las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de muerte en el mundo, con unas 15,2 millones de víctimas al año, especialistas locales advirtieron que observan infartos en gente cada vez más joven y que es alarmante la escasa adhesión a los estudios de rutina que podrían prevenirlo.
Hace años que las estadísticas sanitarias muestran que en Argentina la principal causa de muerte son los infartos agudos de miocardio. De hecho, representan alrededor del 26% de los fallecimientos, con un impacto más marcado en mujeres (27,3%) que en hombres (24,5%).
A pesar de que muchos de sus factores de riesgo se pueden prevenir y controlar con un adecuado seguimiento médico, su impacto se sostiene en el tiempo y ahora los especialistas advierten por una tendencia que preocupa: cada vez es más frecuente que se presente en pacientes jóvenes.
“Es una realidad que se observan infartos en gente cada vez más joven. Por un lado, al haber más expectativa de vida, lo "joven" se ha reconsiderado en edades que antes eran de "gente mayor". Por otro lado, hay aumento de enfermedades no trasmisibles como colesterol alto, hipertensión arterial, diabetes, que están fuertemente ligadas al sedentarismo, tabaquismo y mala alimentación, entre otras cosas, que son moneda corriente en estos tiempos de tanta pantalla y horas de trabajo”, señaló la doctora bahiense Nadia Budassi, jefa de la unidad coronaria del Hospital Interzonal Penna.
“La incidencia aumenta de forma significativa a partir de los 45 años en los hombres y de los 55 años en las mujeres, aunque la creciente prevalencia de obesidad y diabetes está llevando a presentaciones más tempranas. Los hombres muestran mayor riesgo en la mediana edad, pero en la población femenina la pérdida del efecto protector de los estrógenos después de la menopausia reduce la diferencia y puede incluso revertirla en edades avanzadas”, explicó, por su parte, el cardiólogo Juan Pablo Costabel (MN 119.403), jefe de la Unidad Coronaria del ICBA Instituto Cardiovascular.
Precisamente, dentro de los factores de riesgo para el infarto de miocardio, además de la obesidad y la diabetes, se encuentran la hipertensión arterial, la dislipidemia, el tabaquismo, el sedentarismo y la predisposición genética o antecedentes familiares de enfermedad coronaria precoz.
“Un infarto se reconoce cuando aparece un dolor en el pecho, irradiado hacia el hombro y miembro superior, por lo general del lado izquierdo. Puede incluir la mandíbula, la espalda y a veces la boca del estómago”, explicó Budassi.
Cuando se sospecha de que se está desarrollando un infarto, es vital actuar rápido. Los expertos lo resumen con una frase: el tiempo es músculo.
“No debemos demorar en concurrir a una guardia o en activar el sistema de emergencias (911). Una atención médica a tiempo puede reducir la secuela que provoca el infarto en el corazón y salvar vidas. Para esto debemos reconocer a tiempo los síntomas”.
A su vez, hay algunas señales de alerta que se presentan con menor frecuencia como la sudoración intensa y repentina, que suele acompañar a una sensación de mareo o debilidad. Algunas personas también pueden experimentar malestar estomacal, sensación de indigestión o incluso vómitos; mareos, vértigo o desmayo súbito.
Tras un infarto puede desencadenarse un paro cardíaco y elevar el riesgo de vida del paciente. En este contexto, es fundamental que se promueva la formación en reanimación cardiopulmonar (RCP) entre la población.
“Una adecuada reanimación realizada a tiempo permite mantener la circulación de sangre y oxígeno al cerebro y al corazón, ganar tiempo hasta que llegue el equipo de emergencia e incrementar significativamente las chances de supervivencia”, amplió Costabel.
La buena noticia es que el riesgo de sufrir un evento cardiovascular severo se puede reducir si se adopta una serie de medidas de prevención. En el Día Mundial del Corazón, que se conmemoró el lunes pasado, el objetivo es difundirlas para generar conciencia en la población sobre el impacto de las patologías cardiovasculares en nuestro país.
“Existe otra realidad preocupante: la gente evita los controles periódicos. Muchas veces este tema de falta de cuidados personales se ve afectado por sistemas de salud con acceso cada vez más difíciles; por coberturas sociales con menos prestaciones; con las demoras en los turnos; por la falta de médicos y por la información falsa sobre tratamientos y pautas de alarma. A eso se suma también la escasa cobertura de los medicamentos preventivos”, alertó la facultativa bahiense.
Por su parte, Costabel agregó que si bien factores como el estrés crónico, los trastornos del sueño o el descanso insuficiente no se consideran dentro de las señales de alerta tradicionales, no deben minimizarse.
“Favorecen la disfunción endotelial, hipertensión y procesos inflamatorios que potencian el riesgo cardiovascular global”, especificó.
Datos alarmantes
En la Argentina se estima que ocurren aproximadamente 40.000 infartos agudos de miocardio por año, a razón de más de 100 por día, y la mortalidad cardiovascular total cerca del 30% de todas las muertes, una proporción semejante o levemente superior a la media mundial informada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Esta elevada cifra de mortalidad se explica porque abarca no solo la mortalidad intrahospitalaria, que ronda el 8% según registros de la Sociedad Argentina de Cardiología, sino también las muertes previas a la hospitalización, que incluyen muerte súbita o pacientes que no alcanzan a recibir asistencia médica, y las posteriores al alta, tanto en el corto como en el largo plazo, vinculadas a reinfartos, arritmias, insuficiencia cardíaca y progresión de la aterosclerosis”, detalló el doctor Costabel.
Por su parte, Budassi brindó pautas básicas de prevención. La principal es llevar un plan de alimentación balanceada, que incorpore frutas y verduras, y a la vez reduzca carnes rojas y evite los alimentos ultraprocesados.
Además es clave limitar el consumo de alcohol y no fumar, así como también intentar reducir el estrés y priorizar un buen descanso nocturno.
“También es importante el ejercicio físico (como mínimo 150 minutos semanales de actividad moderada a intensa) y efectuar controles médicos periódicos. Las enfermedades asociadas a los infartos, como la diabetes, la hipercolesterolemia o la hipertensión, pocas veces dan síntomas y cuando se detectan es demasiado tarde. Por eso los controles periódicos nos ayudan a conocer estas cifras de glucemia (azúcar en la sangre), colesterol, presión arterial, asociado a la medición del perímetro de la cintura, peso y altura, que ayudan a prevenir todos los eventos cardiovasculares, tanto infarto, como accidente cerebrovascular, demencias vasculares y varias otras”.
Precisamente, los controles médicos son una herramienta clave para la prevención de estos eventos severos y las indicaciones varían de acuerdo con la edad y los antecedentes de cada paciente.
Pueden incluir un examen físico con medición de presión arterial, laboratorio con perfil de lípidos y glucosa en sangre, electrocardiograma, ecocardiograma para conocer la función del corazón, ecografías vasculares y tomografía para detectar la presencia de placas en arterias y pruebas de esfuerzo, entre otros.
“Se sugiere hacer estos controles al menos una vez al año, especialmente en aquellos pacientes con infarto previo y con factores de riesgo. Además, la enfermedad cardiovascular tiene un importante componente hereditario, por lo que estos estudios también están destinados a aquellos pacientes con antecedentes familiares de infarto o ACV a edades tempranas”, se detalló.
En la población general, se recomienda hacer una evaluación del riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV) en varones mayores de 40 años y en mujeres mayores de 50 que servirá de base para determinar cómo seguir adelante. Si existieran factores de riesgo cardiovascular, podría considerarse con antelación.
¿Porqué afecta más a mujeres?
De acuerdo a las estadísticas sanitarias de nuestro país, las mujeres tienen entre 20 y 30% más posibilidad de sufrir mortalidad hospitalaria que los hombres.
“Aunque suelen asociarse a los varones, las enfermedades cardiovasculares afectan por igual —y a veces con mayor gravedad— a las mujeres. Durante décadas, la investigación se centró principalmente en la población masculina, generando brechas diagnósticas y de tratamiento que aún persisten”, señaló la doctora Valeria El Haj.
“En los cuadros coronarios, las mujeres muchas veces no presentan el típico dolor en el pecho. Es frecuente que los síntomas incluyan falta de aire, fatiga intensa, dolor en mandíbula, cuello o espalda, mareos o náuseas. Durante años, estas manifestaciones fueron llamadas “atípicas”, cuando en realidad son comunes en la población femenina”.
Esa visión sesgada impacta en la atención: estudios demuestran que las mujeres que sufren un infarto tienen entre un 20 y 30 % más de mortalidad hospitalaria que los hombres.
“En gran medida por los retrasos en el diagnóstico y el inicio del tratamiento. Además, existen condiciones cardiovasculares más frecuentes en mujeres y habitualmente subdiagnosticadas, como la disección coronaria espontánea, la angina microvascular y los infartos de miocardio con arterias coronarias no obstruidas”.
Más allá de los factores de riesgo conocidos, actualmente emergen nuevos que cobran cada vez más relevancia en el manejo y predicción de enfermedades cardíacas.
“Entre ellos, la obesidad se presenta como un factor fundamental, una verdadera pandemia que afecta a millones de personas y que multiplica los riesgos asociados a infartos, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia cardíaca”, expresó la cardióloga Susana Ginestar (MN 4738).
Entre los principales factores de riesgo emergentes que aumentan la incidencia de enfermedades cardíacas se destacan:
--Contaminación ambiental: la exposición al aire contaminado se ha asociado con un mayor riesgo cardiovascular.
--Soledad e insomnio: la falta de interacción social y los problemas de sueño son factores de riesgo que contribuyen a las enfermedades del corazón.
--Dislipemia heterogénea: esta condición se caracteriza por niveles elevados de LDL (colesterol malo), de triglicéridos y bajos de HDL (colesterol bueno), lo que incrementa el riesgo cardiovascular.
--Marcadores genéticos y de inflamación: la presencia de factores de riesgo genéticos y marcadores de inflamación puede predisponer al desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
--Estrés crónico: el estrés prolongado y otras condiciones emocionales pueden desencadenar un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardíacas.
“Lo que ocurre actualmente es que los factores de riesgo clásicos se conocen y se trabajan en la prevención, pero los factores emergentes muchas veces no se tienen en cuenta, a pesar de que afectan cotidianamente a miles de personas y dañan su salud sin que exista una real conciencia sobre su impacto. En este contexto, hacerlos visibles resulta crucial para mejorar la prevención y reducir la carga de enfermedades cardiovasculares a nivel global”, manifestó Ginestar.
Y añadió: “Un punto que merece especial atención es la situación de las mujeres que son sostén de familia. La falta de tiempo y el costo económico dificultan el acceso a chequeos médicos preventivos. En muchos casos, la soledad, la angustia y el estrés llevan a canalizar las emociones a través de la comida, lo que deriva en obesidad, ansiedad y mayor riesgo cardiovascular. Este fenómeno representa un desafío no solo sanitario, sino también social, donde la inequidad y las condiciones laborales influyen directamente en la salud del corazón”.