Bahía Blanca | Domingo, 05 de octubre

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La pileta-balneario de calle Darwin, lo que la contaminación se llevó

Iniciativa del intendente Agustín de Arrieta, esta pileta municipal sacó provecho del arroyo Napostá para crear un balneario barrial.

La pileta en el momento de su habilitación, verano del 33

En 1933 el intendente municipal Agustín de Arrieta (1892-1946) decidió sumar un balneario a la ciudad, sacando provecho de las aguas del arroyo Napostá, por entonces libre de todo encierro, buscando así beneficiar a los habitantes de las villas obreras, a la altura del barrio  Bella Vista, de modo que tuviesen un lugar de esparcimiento cercano, gratuito y accesible.

El proyecto era sencillo, se realizó el dragado del arroyo entre calles Brandsen y Darwin, “para eliminar desniveles y extraer residuos”, y se procedió a la construcción de “un ancho muro de contención”, capaz de retener el agua en su recorrido hacia el mar.

El pequeño dique, montado sobre vigas de hierro, cumplía una doble función, ya que fue habilitado como puente peatonal y vehicular. De allí su solidez estructural, capaz de soportar el empuje del agua y también el tráfico que se verificaba en un sector que carecía de comunicación directa con el centro.

El inicio de la obra, octubre de 1933

Como obras complementarias se construyeron casillas de cemento para comodidad de los bañistas y se montaron un par de bombas para proveer de agua a los camiones regadores. Por último se anticipó la plantación de eucaliptus “para el reparo con su sombra en la ´poca del estío”.

La obra fue recibida con alegría por el vecindario y se dijo que estaba llamada a ser “de grandes beneficios para un centro poblado que día a día adquiría gran desarrollo”.

El verano de 1933-1934 fue el bautismo y el resultado no pudo ser mejor. Por cientos, pibes y grandes concurrían al lugar y disfrutaban de la posibilidad de baño y recreación.

Agua dulce, agua salá

En la temporada 1934-1935 la pileta-balneario se posicionaba entre las varias propuestas que ofrecía la ciudad, por caso el balneario Atlántico en Ingeniero White (sólo disponible los domingos), el Maldonado, Monte Hermoso, Villa del Mar y Arroyo Pareja (mencionada como el emporio de las aguas vivas). También existían los denominados “charcos”, como los que el Napostá formaba a la altura de Aldea Romana, los de las playitas del Sauce Chico y el Saladillo, en Cuatreros y Villa Olga, y los de los riachos del canal y los salitrales, entre Cuatreros y Galván, donde se podía disfrutar del agua salada en horas de marea alta y del barro con cangrejos en la baja.

La pileta de Darwin era “el único lugar donde podía bañarse el pueblo que no es exigente: agua dulce, aunque aconsejamos no tomarla”, según detalló este diario.

Precisamente esa recomendación daba cuenta de un hecho no menor que el municipio no pudo ignorar: la calidad del agua. Analizada una muestra en los laboratorios, dio como resultado una contaminación enorme, con bacterias capaces de generar cólicos abdominales, diarrea y vómitos, síndrome hemolítico urémico y fallas renales, especialmente en niños. A esto se sumaba que el arroyo, antes de su llegada a la pileta, era receptos de basuras, desagües cloacales e industriales, además de la presencia de animales muertos y otros males.

Torneos barriales de natación

Fue el principio del fin para el popular balneario. Ese verano, no obstante, el club Municipalidad organizó torneos de natación, colocando sogas con boyas para marcar los andariveles, con entrega de copas y medallas donadas por distintas casas de comercio, una propuesta que tuvo una renorme de concurrencia, “una oportunidad para el pueblo de apreciar las bellezas del deporte”.

El final

A la contaminación del agua, que a veces poco importaba a la gente y seguía utilizando el lugar, se sumó otro inconveniente no menor: el dique-puente era un tapón cuando el Napostá crecía por las lluvias. Parte del agua pasaba por encima ´´generando llamativas cascadas-- pero un caudal importante inundaba las calles del barrio. “El muro se convirtió, en época de crecidas, en una gran amenaza”.

Crecidas del arroyo en la zona del dique

Finalmente la comuna decidió poner punto final a la historia y decidió a la demolición del dique. Sin embargo el vecindario hizo oír su voz. No por perder el balneario, sino por la función de puente que cumplía. La polémica demoró la intervención hasta diciembre de 1941 cuando peones de la Comisión Pro Trabajo de los desocupados inició la demolición de la represa.

El puente a poco de ser demolido

Si bien se había prometido reemplazarla con un nuevo puente apoyado sobre caños, de modo que el agua pudiese correr por debajo, esa obra jamás se hizo. Quedaron solo restos de hierro y hormigón, un peligro para todo el que se aventuraba por el lugar.

Los restos del dique, 1941

La huella

Quien se interese por conocer el sitio donde funcionó la pileta de Darwin, debe tener imaginación, para recrear para recrear, a partir de algunas fotografías de época, el lugar. Primero, porque el arroyo ya no está. Corre entubado por debajo de la avenida Napostá. Tampoco queda puente alguno, apenas una pequeña plazoleta triangular con el nombre de “Che”, por Ernesto Guevara.

La avenida Napostá: sector donde funcionó el balneario

Es otra la ciudad, es otro el siglo, son otras las costumbres. La pileta de calle Darwin tuvo existencia efímera pero permitió disfrutar de algunos veranos distintos a toda la barriada del sector. No es poco tampoco.

 

NOTA. Las fotografías que ilustran esta nota fueron coloreadas y mejoradas a partir de las originales en blanco y negro mediante el uso de IA.