“Un solo pueblo”
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El 27 de octubre de 1983, Raúl Alfonsín cerraba su campaña en la Plaza de la República, con la tecnología de la época. Sin estridencias decía: “…Y que nadie se equivoque, que la lucha electoral no confunda a nadie; no hay dos pueblos. Hay dos dirigencias, dos posibilidades. Pero hay un solo pueblo…”.
Discurso trascendente que al cabo de los años y de las experiencias vividas, cobra nuevos significados; esas palabras se vuelven más potentes.
Si bien muchos se dicen “apolíticos” o “apartidarios”, la política siempre nos atraviesa. No voy con esas categorías, el desentendimiento o la ignorancia nunca tienen buenos resultados; sobre aquello que vos no elegís u opinás, lo termina haciendo otro.
Si bien la política siempre está presente en todo, cada dos años, vamos a votar y el tema de conversación toma protagonismo.
En líneas generales el mundo, más allá de “los matices”, se divide en ”derecha e izquierda”. También podríamos decir River/Boca, team invierno/verano, mar/montaña, hasta en un reality show nos inclinamos por un participante en detrimento de otro; la lista es infinita. La pregunta es cómo se construye esa preferencia.
No importa cuánto te interese el tema, pero siempre en algún momento se toma posición. Esa elección responde a un proceso de identificación, y revela la conexión emocional que se siente o se tiene por una opción y no por otras. Cuando ese lazo es “fuerte”, intenso , va modelando conductas y percepciones ligadas a nosotros mismos, y sobre todo lo que nos rodea.
La identidad, el “adherir” a un ideario trasciende lo que se conoce como afiliación partidaria, ya que en el proceso de identificación hay implícitos valores, creencias, qué quiero para mí y para los otros son preguntas fundamentales, por lo tanto, hay que comprender que idea/partido plasma en objetivos todas esas cuestiones.
Algunos comparan este proceso de identificación con el fútbol o la religión, no en vano en algunas familias dicen “acá no se habla ni de política, ni religión ni de fútbol”. Si bien la preferencia por el equipo de fútbol y en ocasiones la religión es parte de la herencia familiar, no sucede lo mismo a nivel partidario.
El proceso de identificación se va construyendo durante mucho tiempo y no está determinado por una causa, sino que intervienen varios factores. El contexto, la educación, la familia, experiencias personales y sociales, acontecimientos políticos hacen que se vayan definiendo preferencias.
Obviamente las campañas electorales refuerzan estos procesos, pues el sesgo de confirmación nos lleva a buscar información e ideas que confirmen nuestras creencias, y desestimemos y evitemos los contenidos que las contradicen.
Una vez más habrá quienes digan estar a favor otros en contra de tener una identidad definida. Algunos autores consideran que se puede caer en fanatismo, posturas inflexibles, rigidez en la toma de decisiones, polarización que deriva en hostilidad y hasta desconfianza institucional.
Sin embargo, otros consideran que genera un sentido de pertenencia, hay mayor cohesión social y la identificación con ideales tiene como resultado mayor participación y compromiso.
Hoy se vota y lo celebro, y como digo cada dos años en este espacio, es mi deseo que lo que elija la mayoría sea lo mejor para todos/as: “hay un solo pueblo”.