Bahía Blanca | Miércoles, 13 de agosto

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La Aduana, un edificio que sigue en el olvido

Desde el Concejo Deliberante pidieron informes sobre el inmueble que está ubicado en Colón y Estomba. Se encuentra desocupado desde 2018.

Foto: Rodrigo García-La Nueva.

Desde el Concejo Deliberante se elaboró un proyecto de resolución solicitando a la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) un informe sobre el estado del edificio que la Aduana ocupó en nuestra ciudad hasta 2018 y si existe alguna idea, proyecto o plan relacionado con el futuro del inmueble.

La referencia es al edificio de Estomba y avenida Colón, el cual se encuentra desocupado desde hace seis años y al cual el mes pasado se le cambió el cerco preventivo que lo rodea. 

La renovación de esa estructura derivó en el retiro de los andamios que sostenían una tela tipo media sombra, la cual ocultaba al edificio en su totalidad y su reemplazo por una estructura metálica y cerramiento de chapa de dos metros de altura con una pantalla protectora.

Pese a que el mismo está montado de acuerdo a las especificaciones que la normativa municipal exige para un cerco de obra, en realidad no existe ningún trabajo en ejecución. Lo mismo ocurre que los colocados en el perímetro de la Escuela Nº 2 –Vieytes, entre avenida Colón y Moreno—y el que fuera el Ocean Hotel, de avenida Colón y Brown.

La esquina y su singular diseño.

El pedido

A mediados de 2022 el Concejo Deliberante inició tramitaciones para lograr se le trasfiriera el edificio en cuestión para mudar allí sus instalaciones. 

De acuerdo a datos obtenidos en ese momento la AFIP lo había cedido a la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), con la decisión de no volver a utilizarlo por considerar inadecuadas sus instalaciones. 
Sin embargo, una manifestación realizada por los empleados de la Aduana que hoy trabajan en la sede de San Martín 145, llevó a que la entidad a reconsiderar su decisión y anunciar la puesta en valor del lugar. 

Estado actual, vista sector escalera

Salvo el mencionado cambio del cerco, nada se modificó. Lo único novedoso fue la colocación de un cartel anunciando una obra que jamás se licitó y de la cual nada se sabe.

En su pedido de informes, realizado por el edil Adrián Jouglard, el CD indicó que se trata de un bien que es “testimonio tangible de la historia y cultura de una sociedad”, señalando que conservarlo “permite mantener viva la memoria colectiva y la identidad cultural. Darle uso promueve la sostenibilidad, al reutilizar una estructura existente, reduciendo la necesidad de nuevos materiales y la producción de residuos de construcción”.

En ese contexto es que solicitó, tanto a la AFIP como al AABE, un informe sobre el estado de conservación y los posibles planes de acción.

El pedido fue aprobado por unanimidad en el CD y es el mecanismo por el cual ese cuerpo legislativo abre una comunicación con una dependencia del estado.

“No tiene el peso de una ordenanza, pero sí la fortaleza de ser una inquietud de los representantes de los vecinos de la ciudad sobre una situación en particular”, explicó Jouglard.

El cartel de una obra fantasma

“En relación al edificio de Bahía Blanca, consulté hace unos días. Apenas sepa algo se lo comento”. Esa fue la respuesta que obtuvo La Nueva. del nuevo Director general de Aduanas, el abogado Eduardo Mallea, sin que a la fecha se haya obtenido algo.

El edificio que ocupó la Aduana desde enero de 1921 fue el primero de relevancia arquitectónica en ocupar la denominada “Manzana fiscal”, propiedad del Estado Nacional. 

Fue construido como sucursal propia del banco de la Nación Argentina, según un proyecto del arquitecto noruego Alejandro Christophersen. Inaugurado en 1904, al poco tiempo la esquina de avenida Colón y Estomba se veía desbordada de gente. No porque fuera un punto de encuentro para la charla ocasional sino que la vereda funcionaba como una extensión de la sala de atención del banco. 

Los directivos no habían avizorado con claridad el crecimiento que en pocos años tuvo la ciudad, al punto que decidió, algo que no ocurrió en ningún otro lugar, a los 12 años de inaugurada la sucursal construir una nueva.

Y para no volver a equivocarse hizo un edificio que no tuvo comparación con ningún otro del país por su monumentalidad y superficie.

Y si bien el inmueble le cuadró a la Aduana, la realidad es que al poco tiempo también le quedó ajustado. En 1926 su administrador, Juan Gómez Acevedo, le pidió al diputado Nacional Enrique González que incluyera en el presupuesto 1927 “una partida para ampliar el edificio”, por ser inadecuado en su función y que además “no se correspondía con la importancia de las obras de la manzana”. Todavía ausentes los edificios de Tribunales y de la biblioteca Rivadavia, el de la Aduana quedaba en un contrapunto con los del banco Nación y el Hipotecario (avenida Colón y Vicente López), “verdaderos palacios”, a punto de que, se decía, “era poco menos que un adefesio”.

La soledad del edificio en la manzana

“Su ampliación es clave para la repartición pero también para el ornato público”. 

En 1959 el edificio volvió a estar en el foco de atención, por la necesidad del estado nacional de disponer de más espacio para sus reparticiones, diseminadas en todo el centro. 

“La esquina privilegiada que ocupa la aduana es un factor de retroceso en el progreso local. Se debería contemplar la posibilidad de construir allí un edificio nuevo y moderno, que impulsara el adelanto edilicio y evitara esa dispersión”, mencionó este diario.

Por último, en 2014, la AFIP presentó al municipio una propuesta para ampliar el edificio, ocupando el terreno disponible sobre la avenida Colón, con una obra de varios pisos de fachada totalmente vidriada, de modo de no competir con los edificios vecinos.

Lo único cierto es que el edificio sigue en su lugar, tal cual se lo diseñó hace 120 años. Hoy se reconoce su valor histórico, arquitectónico y cultural, sigue exigiendo una adecuación y sufre el peor de los destinos, abandonado y olvidado por sus propietarios.