Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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A favor y en contra, qué dejaron los debates antes de la recta final

El viernes se produjo el cruce entre candidatos a intendente, mientras que el domingo tuvo lugar el segundo encuentro a nivel presidencial. ¿Pueden cambiar el panorama electoral?

Los candidatos a intendente, en la UNS. (Fotos: Rodrigo García - La Nueva.)

Uno de los mayores expertos en comunicación política de la Argentina, Mario Riorda (que próximamente vendrá a Bahía Blanca por un encuentro nacional de carreras de comunicación social que organiza la Unisal), hizo uno de los mejores análisis del debate presidencial. Posteó en X:

"La Teoría Dramática de la Comunicación tiene un concepto llamado 'libreto recíproco preestablecido', esto es, hay roles sociales que se esperan de cada quién. En debates, si estos roles son los esperados, si las estrategias los satisfacen, lo que no hay es cambio. Lo previsible se confirma. Los partidarios reciben lo que esperaban de sus candidatos, los no partidarios critican lo esperable de los otros candidatos. Y todo sigue igual...".

Es muy difícil medir el impacto en las decisiones electorales de una sociedad tras un debate, sea de postulantes a la presidencia o a una jefatura municipal. Salvo que suceda algo muy extraordinario, lo más probable es que cada oyente confirme su sesgo. Eso es lo que plantea la teoría a la que alude Riorda.

Esto no le quita valor al evento. Siempre es preferible que los aspirantes a ocupar las principales funciones públicas se expongan. Lo contrario es insano para la democracia.

Dicho esto, se puede realizar un análisis de las performances de los candidatos en las dos instancias, tanto en el último debate presidencial ocurrido el domingo en la UBA como en el de postulantes a intendente de Bahía, el pasado viernes.

En el nacional, si hubiera que marcar un aspecto positivo y uno negativo de cada orador, se podría decir que Patricia Bullrich satisfizo la necesidad de ser más agresiva con sus rivales directos. Sin embargo, volvió a mostrarse poco suelta en varios momentos, leyó demasiado y contestó con evasivas a las preguntas de los otros candidatos. De todos modos, se acercó más a lo que se espera de ella, después de un primer turno, el domingo anterior, donde la coincidencia generalizada es que le faltó punch.

Sergio Massa volvió a ser, por lejos, el más fluido. No obstante, su problema no es la oratoria sino el marco. Por un lado, la mochila de la aceleración inflacionaria; por el otro, que él es gobierno ahora, con lo cual siempre se le puede cuestionar por qué no se han llevado adelante en todo este tiempo muchos de sus proyectos. Massa suele replicar que este no es, en términos estrictos, "su" gobierno. Eso es verdadero en el sentido de que no le tocó conducirlo la mayor parte del tiempo, pero no le quita responsabilidad como una de las principales patas del Frente de Todos creado en 2019, hoy reconvertido en Unión por la Patria. Su estrategia, ante un presidente y una vice que abdicaron, es convencer de que si él no estuviera todo sería peor. 

Javier Milei, el ganador de las PASO, por sobre todas las cosas debía no patinar. Y no lo hizo, ya que la mayoría de los reproches son "críticas esperables de los no partidarios", por caso en el capítulo de derechos humanos o de cambio climático. No sería lógico suponer que pueda perder muchos votos por eso, teniendo en cuenta que llegó hasta donde llegó justamente por ser un polemista extremo. En su contra, si le toca ser presidente debería bajar los niveles de soberbia, porque va a dejar de representar a un porcentaje reducido de la población para empezar a tomar decisiones que afectarán a las grandes mayorías. Se va a requerir mucha templanza, más en este contexto económico y social.

Respecto de los dos que no tienen chances de ganar la elección, Myriam Bregman se reveló mejor discutidora que el anterior aspirante presidencial del FIT, Nicolás del Caño. Tal vez consiga morder algo del voto progre de UxP que quedó suelto tras la derrota interna de Juan Grabois.

Por su parte, Juan Schiaretti tuvo la oportunidad de mostrarse ante el gran público, aunque se presume que en los comicios quedará muy atrás del resto.

¿Y en Bahía Blanca? El debate organizado por la UNS y la UTN tiene una primera diferencia con el presidencial: no despierta las mismas expectativas. Mientras la discusión entre presidenciables tuvo picos de rating comparables a los partidos de La Scaloneta, el público que se interesa por la política local, al punto de observar un debate durante dos horas, es mucho más acotado. Más aún porque no se emitió por los canales de TV abierta, lo que hubiera permitido llegar a más hogares.

Este bajo nivel de interés se potencia por la magnitud de la crisis económica nacional, que le quita peso a ciertas conversaciones domésticas. Si las elecciones locales estuvieran desdobladas, seguramente habría más margen para encontrar espectadores. Pero no es así y se termina enganchando en vivo un público que, en un 99%, ya tiene posición tomada.

¿Cuál es una manera de leer esa característica? Que si bien el debate presidencial no termina en el escenario sino que se amplifica en las redes sociales, el de intendentes centralmente se ubica en las redes, una vez que los militantes empiezan a subir recortes. Twitter, Instagram y los medios de comunicación que rebotan fragmentos son el verdadero campo de batalla para tratar de convencer indecisos.

En el plano individual, Nidia Moirano (Juntos por el Cambio) pareció entenderlo bien. La senadora tenía un desafío similar al de Bullrich en cuanto a dejar una marca cuestionando al kirchnerismo y lo hizo de movida enrostrando al postulante local de UxP el escándalo de Martín Insaurralde, para hablar más tarde de inflación. Fue parte de una estrategia evidente, ya que se la vio ocupada en dejar frases explotables para el nicho de seguidores de Juntos por el Cambio y alrededores. Si bien su fuerte no es la palabra, no desaprovechó los espacios para dejar plantados esos mensajes.

Su punto flojo fue que, al igual que Massa, habló de un futuro gobierno casi como si no tuviera que ver con el vigente en el Municipio. Esa postura es extraña. Y, además, la traicionó el carácter cuando Oscar Liberman (La Libertad Avanza) le preguntó si acompañaría algunos de sus proyectos en caso de un triunfo del liberal. "Oscar, no leí tus propuestas, porque la intendente voy a ser yo", dijo. ¿Fue contundente o despectiva? Volvamos a Riorda: depende del sesgo previo de cada oyente.

Federico Susbielles (Unión por la Patria) mantuvo su estrategia de mostrar un perfil propositivo, cero confrontativo, incluso cuando le tiraban flechazos directos. Está claro que en estos años se formó para ser intendente y sus posibilidades son tan reales como las de Liberman y Moirano. Sin embargo, tiene dos inconvenientes. El más obvio, su boleta nacional y provincial, que en Bahía genera rechazos mayoritarios. El otro es que en el marco de una sociedad cansada, disgustada con la dirigencia política, no mostrarse confrontativo puede ser un error.

A veces da la impresión de que cuida más a Héctor Gay que la propia Moirano, quien suele resaltar que ella sí será todo lo dura que no es el jefe comunal: cuando se refirió a ABSA, la senadora remarcó que "una diferencia con Héctor es que él le creyó las promesas a Kicillof; yo, si no cumple, lo voy a demandar". No lo calificó de cándido, pero casi. En cambio, Susbielles no le pega a Gay donde podría hacerle mella, por ejemplo en asuntos de tránsito, sino que se extiende en comentar sus propuestas ante una sociedad que no parece con ánimo de escuchar explicaciones demasiado largas.

Liberman, al igual que Milei, básicamente no debía cometer furcios que lo pudieran dejar mal pisado en las repercusiones post debate y superó la prueba con creces. Hoy está en una posición muy favorable para pelear por la intendencia y el objetivo elemental es evitar tropiezos. De hecho, el candidato de LLA es un orador dinámico, con un speech que guarda mucha coherencia interna porque es un liberal militante desde su juventud.

Su mayor inconveniente es cuando lo ponen a contrastar sus ideas con las del líder libertario, por ejemplo respecto del Conicet. Ahí suele expresar diferencias bajo el argumento de que "ejerce la libertad" del disenso. Eso está bien, pero da la impresión de que a veces le corre demasiado el cuerpo a Milei y, en rigor, si llega a ser intendente es por la locomotora del "León" y no tanto por la construcción local, que es necesaria pero funciona como vagón. Si a Susbielles se le pega por la macroeconomía, Liberman deberá acostumbrarse a recibir puñetazos por las frases hiper polémicas de su jefe político. Eventualmente, por sus decisiones desde la Casa Rosada.

En cuanto a Daniela Rodríguez (Frente de Izquierda), se la vio sólida en la defensa de sus ideas y no tuvo problemas en los cruces. Es más, le sacó una fuerte definición al titular portuario, quien terminó reivindicando la gestión del siempre discutido Sergio Berni. Su punto flojo es que el discurso socialista sigue sin enamorar a las mayorías. Se verá el domingo 22 si consiguen algún repunte.

Y el vecinalista Horacio Varela (Integración Ciudadana) exhibió su tono moderado, también propositivo, en una lucha desigual frente a las grandes estructuras. Así y todo construyó uno de los momentos más tensos, luego de que Moirano lo invitara a acompañarla en caso de ganar la intendencia. Varela le contestó que ya estuvo en una mesa sobre tránsito y movilidad sustentable con el intendente en 2019, la cual debía ser disparadora de nuevas charlas y acciones, pero que nunca más fue convocado y sus proyectos terminaron cajoneados. Logró descolocar a su interlocutora.

En principio, por el alcance del debate, se puede pensar que en Bahía "los partidarios recibieron lo que esperaban de sus candidatos y los no partidarios criticaron lo esperable de los otros candidatos", tal como recordó Riorda.

Restan apenas 12 días para los comicios y si algún aspirante a la sucesión de Gay siente que le falta meter una mano para recuperar centralidad en el ring, va a tener que apurarse. Es más: si alguien sale con una propuesta demasiado disruptiva en estos días, tal vez haya que leer que no se siente con tanta confianza sino, más bien, acorralado contra las cuerdas.